Contra el populismo, la humildad
Hay errores que, por m¨¢s que se sepa que lo son, no dejan de cometerse. El menosprecio del rival es uno de los m¨¢s comunes y de los m¨¢s peligrosos
Hay errores que, por m¨¢s que se sepa que lo son, no dejan de cometerse. El menosprecio del rival ¡ªo mejor, del enemigo, aunque vivimos tiempos en los que parece que uno no se puede declarar enemigo de nadie¡ª es uno de los m¨¢s comunes y de los m¨¢s peligrosos. Y al igual que los ni?os se tapan la cara creyendo que los dem¨¢s no los ven, esta actitud es como pensar que ese menosprecio interno hacia el otro fuera a tener un efecto en la realidad. Nunca es as¨ª. Pero esto es lo que est¨¢ sucediendo en la pol¨ªtica en el mundo occidental, es decir, en el que todav¨ªa es en su mayor¨ªa democr¨¢tico.
De un tiempo a esta parte hemos rescatado del arc¨®n ling¨¹¨ªstico ¡ªlos medios, los primeros¡ª la palabra populista. Se la aplicamos a fen¨®menos pol¨ªticos de diferente signo, origen y objetivo. Eso, s¨ª, todos tienen tres cosas a los ojos de quienes empleamos ese t¨¦rmino: no acabamos de entenderlos, nos asustan y, sobre todo, queremos desprestigiarlos. El populismo es como el arroz; se lo podemos poner a todo. Vale para cualquiera. Dan igual Trump, Iglesias, Sarkozy, M¨¦lenchon, L¨®pez Obrador, los del Brexit, los chalecos amarillos franceses, los independentistas catalanes, los que quieren cerrar al tr¨¢fico el centro de las grandes ciudades o los que odian a los van en patinete. ¡°Populismo¡± hasta en la sopa. El uso del t¨¦rmino se ha extendido a todo aquello que no nos gusta o pensamos que no puede gustar a los dem¨¢s. ¡ªPensar¨¦is que esto es populista, pero esta Nochebuena vamos a cenar con platos de papel para no hacer gasto de agua. ¡ªNo te preocupes, que no lo pensamos, pero s¨ª que eres cutre.
Advert¨ªa esta semana Ross Douthat en The New York Times que la reacci¨®n pol¨ªtica a estos fen¨®menos ha sido de un profundo desprecio intelectual por parte de quienes se supone ten¨ªan que combatir este desaf¨ªo a la democracia en la plaza p¨²blica mundial. Una cosa es soltar un ¡°son poca ropa¡±, como hizo el donostiarra Antonio de Oquendo ante los holandeses en Pernambuco ¡ªy luego permanecer firme en el puesto haciendo los deberes¡ª, y otra, considerar directamente tontos a quienes han abrazado esos postulados y refugiarse en un ¡°no entienden argumentos complicados¡±.
Tal vez lo que hace falta no son argumentos, sino quien los explique con humildad y relativamente bien.
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