Los nuevos n¨®madas
La precariedad se ha convertido en la norma de vida y de trabajo para los ciudadanos j¨®venes
"Yo ten¨ªa 20 a?os. No permitir¨¦ que nadie diga que es la edad m¨¢s hermosa de la vida¡±. Con estas palabras comienza Aden Arabia, el libro del escritor franc¨¦s, hoy demasiado olvidado, Paul Nizan. Quiz¨¢ algunos pudieran haberlas recordado al escuchar el discurso del Rey en Nochebuena: la sociedad espa?ola tiene una deuda pendiente con sus j¨®venes, que no pueden construir un proyecto de vida personal y profesional, que no tienen un trabajo y un salario dignos, ni un lugar adecuado donde vivir, ni pueden formar una familia.
A la luz de este l¨®brego diagn¨®stico, la pregunta habitual no ser¨ªa, como hasta hace poco tiempo, la t¨®pica de qu¨¦ les pasa a los j¨®venes, sino qu¨¦ se les ha hecho a los j¨®venes. O qu¨¦ les hemos hecho a los j¨®venes.
Un reciente estudio de Comisiones Obreras (#Generaci¨®nM¨®vil) profundiza en la descripci¨®n de Felipe VI: trayectorias personales y laborales inestables e imprevisibles, siempre condicionadas por bajos salarios, insoportables tasas de temporalidad y una rotaci¨®n que convierte a los j¨®venes en n¨®madas en el mercado de trabajo: de un sector a otro, de asalariados a aut¨®nomos, de v¨ªctimas de la parcialidad no deseada a falsos becarios, con escala impuesta en el paro o en el extranjero, sin horizontes ciertos ni la menor capacidad de planificar proyectos de vida en el medio o en el largo plazo, carentes de seguridad, etc¨¦tera.
Este es el principal problema de nuestro pa¨ªs. Frente a ¨¦l, el resto palidece. Para concretar estas dificultades hay multitud de situaciones. La primera podr¨ªa ser la de la precariedad como norma, como una carga con aspiraci¨®n de permanencia resultado de las pol¨ªticas p¨²blicas practicadas durante la Gran Recesi¨®n, y que afecta a los menores de 29 a?os m¨¢s que al resto de la poblaci¨®n (tambi¨¦n ampliamente precarizada): en 2017, 66 de cada 100 j¨®venes ten¨ªan un contrato temporal y/o una jornada parcial; o peor a¨²n, 20 de cada 100 j¨®venes asalariados sufr¨ªan la doble precariedad (contrato temporal y jornada parcial). S¨®lo 34 de cada 100 j¨®venes asalariados ten¨ªan contrato indefinido a jornada completa.
Segundo aspecto: el ajuste salarial durante la crisis se ha concentrado entre la poblaci¨®n joven, con dos efectos relevantes y graves: un aumento de la desigualdad derivado de la mayor brecha salarial entre los j¨®venes y el resto de la poblaci¨®n, y un incremento de la pobreza posibilitado por el descenso del salario medio que cobran los menores de 29 a?os. La ¨²ltima d¨¦cada ha sido testigo de c¨®mo el concepto ¡°mileurista¡± ha pasado de despectivo a ser una aspiraci¨®n.
Por ¨²ltimo, la emancipaci¨®n: el 81% de los j¨®venes entre 20 a 24 a?os, el 53% de los que van de los 25 a los 29 a?os y el 24% de los de 30 a 34 a?os siguen residiendo con sus progenitores. El creciente retraso en la edad de emancipaci¨®n viene determinado por factores como la precariedad vital (empleos precarios, bajos salarios, carest¨ªa de la vivienda en propiedad o en alquiler¡), que dificulta la viabilidad de proyectos personales o familiares y reduce la natalidad, influido por el retraso en la edad de tener el primer hijo o en no poder afrontar la descendencia. Los hogares encabezados por una persona joven disminuyen y progresivamente tienen un peso menor en la composici¨®n de los hogares en Espa?a.
S¨®crates, uno de los padres de la filosof¨ªa, fue acusado de corromper a los j¨®venes al tratar de rebelarlos. Tal vez la atenci¨®n puesta por el Monarca en este problema o la lectura del informe ¨ªntegro de CC OO contribuyan a debatirlo. Porque de ambos se desprende que a muchos j¨®venes se les est¨¢ privando de las oportunidades que deber¨ªan haber tenido; se les ha arrebatado el derecho a vivir una vida propia e independiente, y a tomar sus decisiones, oblig¨¢ndolos a aceptar, en el mejor de los casos, cualquier empleo, a trabajar a cualquier precio, a estudiar lo que el mercado laboral dicta y no aquello por lo que ten¨ªan vocaci¨®n, o a volver una y otra vez al hogar materno o paterno, ocultando su frustraci¨®n.
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