Espa?a
Algo hemos debido de hacer tremendamente mal para que ese sentimiento com¨²n no acabe de fraguar en un proyecto colectivo unitario
Cuando hace unos d¨ªas Aznar afirm¨® que Catalu?a era una Comunidad Aut¨®noma fallida se equivocaba. La naci¨®n fallida es Espa?a. S¨ª, si no lo fuera no tendr¨ªamos el problema que tenemos al otro lado del Ebro. O, ya con menor intensidad, en Euskadi. Lo que Aznar y los suyos son incapaces de ver es que una naci¨®n no es una entidad metaf¨ªsica construida de forma aprior¨ªstica. En esto nada les distingue de los as¨ª llamados nacionalismos perif¨¦ricos. Todos ellos parten del presupuesto de que si los datos emp¨ªricos se apartan del ideal, pues peor para la realidad. A esta habr¨ªa que introducirla as¨ª en una especie de lecho de Procusto para que se conformara a aquel.
Esto es precisamente lo que quiso evitar la Constituci¨®n, que tom¨® buena nota de nuestra gran diversidad, aunque dej¨® el dise?o final a la propia evoluci¨®n socio-pol¨ªtica. El resultado fue que la Espa?a de hoy es un extra?o constructo, erigido m¨¢s a trav¨¦s de sentencias del Tribunal Constitucional y de iniciativas pol¨ªticas aleatorias y coyunturales que de un proyecto aut¨¦nticamente racional. No es un sistema federal, pero tampoco deja de serlo. Es un ornitorrinco.
Lo malo no es solo el dise?o constitucional, que, salvado el caso catal¨¢n, m¨¢s o menos funciona; lo peor es lo que ocurre con el propio simbolismo de la naci¨®n. Somos el ¨²nico pa¨ªs en el que la propia bandera nacional no es vista como algo com¨²n, sino como el s¨ªmbolo de una determinada opci¨®n pol¨ªtica. Y esto es as¨ª porque la derecha se aprovech¨® pol¨ªticamente de ella. El consenso inicial en torno a la bandera constitucional se rompi¨®, ?qu¨¦ casualidad!, precisamente a partir de segunda legislatura de Aznar. Y ahora ya no hay quien meta al genio en la botella. Menos todav¨ªa despu¨¦s de asistir a la ret¨®rica del nuevo tridente en la campa?a andaluza, que anticipa lo que nos espera a lo largo de todo el pr¨®ximo ciclo electoral.
Tengo para m¨ª que el uso partidista de los s¨ªmbolos comunes es la actitud contraria de lo que deber¨ªa ser un patriotismo bien entendido. El aut¨¦ntico patriota es el que no excluye de la naci¨®n a quienes no tienen la misma concepci¨®n del ser nacional ni utilizan esta como arma en la confrontaci¨®n pol¨ªtica. Como si hubiera una forma buena y otra mala de ser espa?ol. ?Que esto es lo que hacen los independentistas, se?alar a quienes no comparten su visi¨®n del sol poble? Pues raz¨®n de m¨¢s para no caer en esta espiral.
Las identidades no se eligen, las vamos construyendo de formas muy complejas. Desde luego, no mediante el Diktat de una determinada fuerza pol¨ªtica. Pero basta con que se nos traten de imponer para que nos revolvamos en su contra. Por la larga serie de preguntas del CIS sobre identidades nacionales en Espa?a, la inmensa mayor¨ªa ¡ªtambi¨¦n en las Comunidades hist¨®ricas¡ª se sienten espa?oles de una u otra forma. Algo hemos debido de hacer tremendamente mal para que ese sentimiento com¨²n no acabe de fraguar en un proyecto colectivo unitario, por muy laxo que este sea. Quiz¨¢ es que no hemos aprendido nada de nuestra historia. Nada.
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