Vais provocando
Queda mucho para que no haya mujeres muertas de miedo
No fue f¨¢cil llegar hasta el d¨ªa en que se reconoci¨® que hab¨ªa una violencia espec¨ªfica que afectaba a las mujeres. Una violencia que no solo se remit¨ªa a la vida dom¨¦stica, ya que el maltratador, el acosador, el asesino, no siempre conviv¨ªa con la v¨ªctima. No fue f¨¢cil conseguir la aprobaci¨®n de una ley concreta en 2004. Se trat¨® de un camino tortuoso en el que intervino, sin lugar a dudas, un crimen que sacudir¨ªa los cimientos de un sistema, pol¨ªtico y judicial, que hasta el momento se hab¨ªa resistido a admitir que estos cr¨ªmenes estaban cosidos con el hilo que teje la concepci¨®n misma que de la mujer se tiene en una sociedad. Fue en 1997. Aquella mujer se llamaba Ana Orantes. Muri¨® unos d¨ªas despu¨¦s de aparecer en la tele contando que su marido la hab¨ªa maltratado f¨ªsica y psicol¨®gicamente durante 40 a?os. A todos nos suena la historia, pero conviene conocerla en detalle, hoy m¨¢s que nunca, para entender la necesidad imperiosa de una ley que no podemos dejar en manos de quienes pueden destruirla. Basta con entrar en la Red y escuchar los cuatro cap¨ªtulos de la serie documental Lo conoc¨ª en un Corpus, que realiz¨® la periodista Noem¨ª L¨®pez Trujillo. La intenci¨®n de la reportera fue reconstruir la presencia de una mujer que aparece en Google asociada siempre a la manera en que la mat¨® su marido: atada a una silla, rociada con gasolina, quemada viva. Este recorrido hondo y minucioso nos devuelve a un ser humano que fuera alegre en su solter¨ªa y cuya voluntad fue negada a fuerza de golpes desde la boda. Raquel Orantes, su hija, que se borr¨® el apellido del padre, nos gu¨ªa por esa existencia de horror de la que fueron testigos los ochos hijos. Los ocho manifestaban el a?o pasado, 20 a?os despu¨¦s del asesinato, el deseo de que la muerte de su madre no hubiera sido en vano. Tenemos que hacer porque no lo sea. En estos d¨ªas, un juez jam¨¢s hubiera dictaminado tras denuncias de malos tratos que el agresor ten¨ªa derecho a habitar en la misma casa que la v¨ªctima; por supuesto, se le hubiera impuesto una orden de alejamiento. El asesino mat¨® porque pudo. De la sentencia quedaron excluidos, sorprendentemente, los 40 a?os de padecimiento. Y no falt¨® la consideraci¨®n del defensor de que la v¨ªctima hab¨ªa provocado al asesino al salir en televisi¨®n dej¨¢ndolo en evidencia ante el pueblo.
Mucho camino hemos de recorrer para que no haya mujeres muertas de miedo. Hay que tener en cuenta que tan solo siete a?os antes de que Ana Orantes fuera asesinada, en horario de m¨¢xima audiencia, los espa?oles re¨ªan con el sketch de una mujer maltratada. Me consta que Mill¨¢n, uno de los componentes de Martes y Trece, est¨¢ muy abochornado por aquello y pidi¨® perd¨®n. Tambi¨¦n habr¨ªa que avergonzarse por las risas, porque es posible que todas las Anas Orantes de entonces estuvieran delante de la televisi¨®n presenci¨¢ndolo.
No es casual que el primer asunto de fricci¨®n entre los posibles socios del Gobierno andaluz haya sido esta ley. Una parte de la sociedad ha ido presionando y corrigiendo a los sectores pol¨ªticos contrarios a su creaci¨®n. La novedad es que Vox no es susceptible a esas correcciones y se alimenta de la inquina social: su t¨¢ctica es meter la mano en un lodazal y revolverlo para que acabemos todos llenos de mierda, hasta el punto de que haya hombres que nos est¨¦n diciendo que de alguna manera nosotras somos responsables. Por haberlos provocado.
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