Combatiente por la paz
Todas las veces que he dicho en mi vida que Israel era el ¨²nico pa¨ªs donde yo me he sentido siempre un hombre de izquierda, era por las cosas que all¨ª hac¨ªa, dec¨ªa y escrib¨ªa Amos Oz, que falleci¨® hace poco
Conoc¨ª a Amos Oz en noviembre de 1976, en mi primer viaje a Israel. Fui a visitarlo en el kibutz Hulda, donde estaba desde los 14 a?os. (Su madre se hab¨ªa suicidado dos a?os antes). Su primera novela, de t¨ªtulo intraducible en espa?ol (Quiz¨¢s en otro lugar ser¨ªa lo m¨¢s aproximado), hab¨ªa provocado una gran controversia en su pa¨ªs porque en ella hac¨ªa un minucioso an¨¢lisis de la vida en esos peque?os recintos idealistas ¡ªlos kibutz¡ª que persegu¨ªan, como dijo ir¨®nicamente a?os m¨¢s tarde, ¡°crear gentes buenas y sanas, sin sospechar siquiera que los seres humanos no somos ni buenos ni sanos¡±.
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Viv¨ªa modest¨ªsimamente en una casita de madera y ten¨ªa que levantarse al alba para trabajar en el campo con sus manos. Pero estaba muy contento porque los dirigentes de Hulda le permit¨ªan dedicar las tardes a escribir. Era joven, optimista, incansable y creo que desde el primer momento ambos supimos que ser¨ªamos buenos amigos. Las siete u ocho veces que he estado luego en Israel nos arreglamos siempre para cenar o almorzar juntos, y lo mismo en conferencias y congresos literarios por el mundo, en los que siempre encontr¨¢bamos un huequito para tomarnos un caf¨¦. Todas las veces que he dicho en mi vida que Israel era el ¨²nico pa¨ªs donde yo me he sentido siempre un hombre de izquierda, era por las cosas que all¨ª hac¨ªa, dec¨ªa y escrib¨ªa Amos Oz.
Todo lo que escribi¨® ¡ªsus novelas, ensayos, reportajes¡ª ten¨ªa que ver con problemas reales e inmediatos y esa preocupaci¨®n por la vida pol¨ªtica y social, inevitable para un escritor israel¨ª, no estaba re?ida en su caso con la excelencia literaria, como se advierte en esa obra maestra que fue su autobiograf¨ªa, Una historia de amor y oscuridad (2002), y su novela Mi querido Mijael, traducida en casi todo el mundo. Al mismo tiempo que un gran escritor, fue un luchador encarnizado por la paz y uno de los fundadores del movimiento Paz Ahora, que en los a?os ochenta lleg¨® a tener millones de seguidores en Israel. Luch¨® toda su vida por la paz entre los israel¨ªes y los palestinos porque conoc¨ªa los estragos terribles que causan las guerras, ya que hab¨ªa participado en dos de ellas, la guerra de los Seis D¨ªas y la guerra de Yom Kipur.
Su sionismo no le imped¨ªa ver las injusticias que comet¨ªan los colonos en los territorios ocupados
Era un sionista convicto y confeso, porque cre¨ªa que los israel¨ªes ten¨ªan derecho a ocupar una tierra a la que estaban ligados hist¨®ricamente y un pa¨ªs que hab¨ªan construido, pero su sionismo no le imped¨ªa ver las injusticias que comet¨ªan los colonos en los territorios ocupados. Por eso defendi¨® hasta el fin de sus d¨ªas la idea de los dos Estados ¡ªuno israel¨ª y otro palestino¡ª, pese a que muchos de sus antiguos amigos, luego de la derechizaci¨®n tan atroz experimentada por el Gobierno israel¨ª y el canceroso crecimiento de los asentamientos ilegales en los territorios ocupados, la encontraban ya imposible y tend¨ªan a sostener la idea de un solo Estado laico y compartido por las dos comunidades. A Amos Oz esta soluci¨®n le parec¨ªa absolutamente irreal e inoperante (¡°eso s¨®lo en Suiza¡±, insist¨ªa), algo que lo llev¨® a distanciarse pol¨ªticamente de otro gran escritor israel¨ª, A. B. Yehoshua, del que hab¨ªa sido muy amigo.
La ¨²ltima vez que lo vi fue hace un par de a?os, en un almuerzo en Jerusal¨¦n. Estaba irreconocible, por lo apagado y silencioso, ¨¦l que parec¨ªa la alegr¨ªa de vivir encarnada y derramaba energ¨ªa por todos sus poros. Era el c¨¢ncer, sin duda, que comenzaba a hacer estragos en su organismo. Yo lo atribu¨ª al tono sombr¨ªo que ten¨ªa aquella conversaci¨®n, de la que participaban Yehuda Shaul, fundador del colectivo Breaking the Silence, en el que los propios soldados denuncian los abusos que comete el Ej¨¦rcito de Israel; Gideon Levy, un periodista de avanzada muy conocido; el novelista David Grossman ¡ªque sin duda lo suceder¨¢ como conciencia moral de su pa¨ªs¡ª y Juan Cruz, de EL PA?S.
Es verdad que no debe ser f¨¢cil ser un escritor laico y progresista en un pa¨ªs como Israel, donde, en cada elecci¨®n, siempre vuelven al Gobierno las mismas gentes y las mismas pol¨ªticas extremistas, gracias a peque?os partidos de fan¨¢ticos religiosos ¡ªa los que Amos Oz dedic¨® precisamente uno de sus ¨²ltimos ensayos¡ª cuyos votos garantizan la mayor¨ªa al Gobierno imperante. En Israel, la democracia existe y funciona de manera impecable para los israel¨ªes (para los palestinos, desde luego, no). Hay libertad de prensa, no existe la censura, los jueces son independientes, y la vida pol¨ªtica es diversa, libre, muy intensa. Pero si un visitante se interna en Cisjordania ya es otra cosa. Las ciudades y pueblos palestinos est¨¢n pr¨¢cticamente cercados por los asentamientos ilegales, sometidos a un control policial y militar estrict¨ªsimo, y cortados y cuadriculados por un murall¨®n gigantesco que separa las familias de sus escuelas y campos de trabajo. Etc¨¦tera. Desde luego que la amenaza del terrorismo es una realidad y exige que se tomen precauciones para evitarlo. Pero la impresi¨®n que se tiene es que Israel ya ha excluido de su programa las negociaciones de paz y que la tesis de Sharon ¡ªla paz la impondremos nosotros¡ª ha pasado a ser, pura y simplemente, la pol¨ªtica de todos los Gobiernos israel¨ªes. A m¨ª, esta posibilidad me parece todav¨ªa m¨¢s irreal y disparatada que la del Estado ¨²nico. Porque ella s¨®lo se sustentar¨ªa convirtiendo al diminuto Israel en una anacr¨®nica Sud¨¢frica de los tiempos del apartheid,cercado por enemigos por sus cuatro costados.
Rara vez hablaba de sus libros y, cuando no ten¨ªa m¨¢s remedio, lo hac¨ªa como fastidiado de tener que hacerlo
Cuando uno sigue la obra de un escritor como Amos Oz a medida que se va produciendo, se advierte la importancia de que la literatura se alimente de lo que son las preocupaciones y angustias ¡ªy tambi¨¦n exaltaciones y alegr¨ªas por supuesto¡ª de la gente com¨²n, aquella que lee los libros y se reconoce en ellos, y, al mismo tiempo, ellos le permiten tomar distancia con ese mundo y encararlo desde una perspectiva de m¨¢s alcance y m¨¢s profunda. Eso es lo que ha sido siempre la gran literatura: una manera mejor de comprender todo aquello que constituye la vida, enriquecer la perspectiva de los hechos m¨¢s ¨ªntimos y personales, y, tambi¨¦n, por supuesto, de los colectivos, y la manera m¨¢s efectiva de reemplazar los estereotipos, prejuicios y lugares comunes por ideas. Eso es lo que Sartre dec¨ªa que deb¨ªa ser la literatura en su extraordinario ensayo, Situations II, antes de desdecirse de todo aquello cuando recomend¨® a los escritores africanos que renunciaran a escribir para hacer primero la revoluci¨®n socialista y crear unos pa¨ªses donde fuera posible la literatura. (Si hubieran seguido ese consejo, los pa¨ªses africanos nunca tendr¨ªan literatura).
En el homenaje que le rindi¨® Gideon Levy (que fue tan cr¨ªtico de sus posturas pol¨ªticas) habla de su ¡°encanto, de su incre¨ªble modestia, de su magia¡±. Es cierto. La vanidad suele ser muy extendida entre quienes nos dedicamos a escribir. Una de las excepciones era Amos Oz. Rara vez hablaba de sus libros y, cuando no ten¨ªa m¨¢s remedio, lo hac¨ªa minusvalor¨¢ndolos y como fastidiado de tener que hacerlo. Alguna vez le o¨ª decir que no entend¨ªa que su obra fuera tan conocida en tantas partes y por tantos lectores diferentes. A todos nosotros nos va a hacer mucha falta. Y, sobre todo, a Israel: pocos israel¨ªes han hecho tanto por su pa¨ªs como Amos Oz.
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? Mario Vargas Llosa, 2019.
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