Mal, muy mal, malamente
Hay muchos odios en el mundo literario, pero pocos comparables a los que, fatalmente, sufren los adverbios terminados en mente
MALAMENTE, DE ROSAL?A, ha sido la canci¨®n m¨¢s escuchada en Espa?a durante 2018. Premio Grammy Latino a la ¡°mejor canci¨®n alternativa¡±, tambi¨¦n ha sido un ¨¦xito mundo adelante. Y el v¨ªdeo musical deslumbra en millones de pantallas, e incluso ha puesto en ¨®rbita nuevos iconos de marca hisp¨¢nica, como el nazareno skater y el torero que hace pases de capote a una potente moto. El nazareno skater, con h¨¢bito y capirote de Semana Santa, haciendo mil diabluras con el pat¨ªn, semeja una figura de la estirpe surrealista de Luis Bu?uel, Berlanga y Jos¨¦ Luis Cuerda.
Ahora, Malamente parece el resultado de una alquimia perfecta. Algo que estaba en el aire antes de nacer. Algo que era esperado, sin saber lo que se espera. A veces tenemos la sensaci¨®n de que, aprovechando la lucha universal contra el aburrimiento, la industria cultural nos avasalla con productos transg¨¦nicos. M¨²sica, pel¨ªcu?las o libros que parecen planeados por un algoritmo, seg¨²n un c¨®ctel estad¨ªstico de pulsiones y deseos. Tambi¨¦n hay elitistas que consideran que todo ¨¦xito comercial es sospechoso, y algo de raz¨®n tienen porque vivimos en la religi¨®n del ¨¦xito.
Reconozco que escuch¨¦ con atenci¨®n Malamente cuando ya era un gran ¨¦xito. Pero me gusta esa canci¨®n, y mucho, al margen de la gloria alcanzada. Al contrario, a lo que es tan exitoso uno se acerca con cautela y con exigencia. Buscas lo que puede haber de especial. Y en Rosal¨ªa lo encuentras. En c¨®mo canta y en lo que canta. El poeta cubano Virgilio Pi?era recordaba con humor autocr¨ªtico la primera vez que se atrevi¨® a mostrar un texto, un poema ¡°muy alambicado, muy hecho¡±, a alguien que reconoc¨ªa como maestro, y c¨®mo en vez de un veredicto triunfal recibi¨® una pregunta que era tambi¨¦n una inquietante lecci¨®n: ¡°Pero, aqu¨ª, ?d¨®nde est¨¢s t¨², Virgilio?¡±.
En las canciones de Rosal¨ªa hay esa zona secreta, una claridad que alterna con versos oscuros. Esta joven catalana, nacida en 1993 en Sant Esteve Sesrovires, ha germinado en la naturaleza del flamenco. Lo ha estudiado con pasi¨®n y m¨¦todo. Hay puristas que la acusan de ¡°apropiaci¨®n indebida¡±. Pero eso, m¨¢s que da?ar a Rosal¨ªa, es enjaular al propio flamenco. Poner cerco a una cultura como propiedad y coto particular. La historia del flamenco es la de un h¨¢bitat de libertad y metamorfosis. El flamenco poliniza al trap, al rap, a cualquier levadura que fermente algo nuevo. A todas las m¨²sicas les gusta la orilla, los encuentros furtivos, los amores libres.
Y la tradici¨®n, ?qu¨¦ me dice de la tradici¨®n? Pues lo peor que le puede pasar a la tradici¨®n es volverse tradicionalista. Parte de la tarea creativa es justamente arrancar la tradici¨®n de las manos del conformismo. Una fadista extraordinaria, Luc¨ªlia do Carmo, ten¨ªa en su repertorio una canci¨®n, M?os do povo (manos del pueblo), en la que defend¨ªa de forma apasionada el fado tradicional frente a experimentaciones que consideraba inau?t¨¦nticas: ¡°Refuto pois para mim o chamado estilo novo / cantare¨ª at¨¦ ao fim o fado que herdei do povo¡± (rechazo pues para m¨ª el llamado estilo nuevo / cantar¨¦ hasta el final el fado que hered¨¦ del pueblo). La pieza suena entra?able, esa nostalgia tenaz, insobornable. Pero a las ¡°manos del pueblo¡± les encanta modelar estilos nuevos.
Son comprensibles las posturas defensivas, de protecci¨®n de la diversidad, cuando la uniformizaci¨®n act¨²a como una apisonadora. Es desesperante, por ejemplo, la desconsideraci¨®n que existe en Espa?a hacia los propios recursos culturales. Para empezar, las lenguas. Una marginaci¨®n que no solo afecta a las mal llamadas ¡°perif¨¦ricas¡±, sino tambi¨¦n a la lengua de uso com¨²n, el castellano o espa?ol. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil, casi ex¨®tico, escuchar en radios o televisiones de ¨¢mbito estatal canciones interpretadas en catal¨¢n, gallego o vasco. Es m¨¢s f¨¢cil, y no exagero, escuchar a una gran int¨¦rprete como Mercedes Pe¨®n (premio Folkworld) en radios alemanas que en las de Espa?a. Pero, en la programaci¨®n musical, tambi¨¦n el castellano es tratado como una lengua subalterna, por detr¨¢s del ingl¨¦s.
Hay otra raz¨®n, voy a confesarme finalmente, por la que me alegro del ¨¦xito de Malamente. Por fin, felizmente, podemos celebrar el triunfo de un adverbio terminado en mente. Una novela, con ese t¨ªtulo, ser¨ªa cruelmente sentenciada sin ser le¨ªda atentamente. Hay muchos odios en el mundo literario, pero pocos comparables a los que, fatalmente, sufren los adverbios terminados en mente. Son tratados como bandidos alevosamente emboscados en la espesura del lenguaje. Una de las tareas de la correcci¨®n literaria es perseguir ferozmente, implacablemente, a estos forajidos terminados en mente. Menos mal que Borges escribi¨®: ¡°Incesantemente la rosa se convierte en otra rosa¡±.
A ver si mejoramos malamente.
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