C¨®mo es morir, la vuelta de Carvalho... Entrevista ficticia a V¨¢zquez Montalb¨¢n
Con motivo de la resurrecci¨®n del detective Pepe Carvalho, su creador, el escritor Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, fallecido en 2003, accede a una entrevista exclusiva con Carlos Zan¨®n, autor de la nueva novela. El muerto asegura que sigue escribiendo, r¨ªe a menudo e incluso sigue la pol¨ªtica
CARLOS ZAN?N: Hola, soy yo.
¡ªMANUEL V?ZQUEZ MONTALB?N: Lo s¨¦.
¡ªEra una forma de empezar.
¡ªImagino que tiene mejores maneras de hacerlo.
¡ª?Supongo que lo habr¨¢ le¨ªdo?
¡ª?El qu¨¦? Ah, el libro.
¡ªNo le voy a preguntar si le ha gustado.
¡ª?No?
¡ªNo se ofenda, pero creo que eso no importa mucho. Me ten¨ªa que gustar a m¨ª. Cuando uno escribe un libro, o lo hace suyo, o no escribe nada.
¡ªSuena un pel¨ªn arrogante.
¡ªNo lo pretend¨ªa.
¡ªPero supongo que tiene raz¨®n. Lo ha escrito en primera persona.
¡ªS¨ª, era una forma de mantener las distancias. ?Usted nunca tuvo la tentaci¨®n de escribirlo en primera persona? A veces hizo trampa. Utilizaba la tercera, pero era una primera tramposa.
¡ªS¨ª, lo pens¨¦ a veces. Juan Mars¨¦ me insist¨ªa con eso. Pero ?usted cree que esto le va a importar a alguien?
¡ªMientras escrib¨ªa el libro me preguntaba si le gustar¨ªa la idea de que alguien manejara su personaje.
¡ªSiempre son preferibles los mercados a los museos. ?Se ha portado bien el chico?
¡ª?Con Carvalho¡? S¨ª, supongo. A su manera asilvestrada, pero s¨ª. Se me escapaba a veces y en unas era demasiado yo y en otras no consegu¨ªa reconocerle.
¡ªSi le consuela, creo que eso siempre sucede con los personajes que son conscientes de s¨ª mismos. Me hubiera molestado que se burlara de ¨¦l.
¡ªNo lo he hecho, pero tampoco he derramado incienso. Tampoco sobre usted.
¡ªBien hecho. Para respetar a un escritor basta con no plagiarlo.
¡ªO impostar su voz y sus gestos.
¡ªMe han dicho que anda enamorado.
¡ªUsted lo enamor¨® antes. Dos veces.
¡ªEs verdad, pero nunca fue nada serio.
¡ªBueno, aqu¨ª tiene dudas. Se hace viejo y tiene miedo de haberse protegido demasiado.
¡ªCasi me entran ganas de leerlo.
¡ªH¨¢galo. Creo que s¨ª me importa que lo lea y le guste.
¡ªLo abr¨ª al azar y usted lo hac¨ªa volver al Despacho. Me entr¨® un ataque de nostalgia, a todas luces inapropiada, lo reconozco. Uno ha de tener cuidado con la melancol¨ªa, especialmente si est¨¢ muerto.
¡ª?C¨®mo es aquello?
¡ª?C¨®mo es aquello?
¡ªLa muerte va a d¨ªas y depende de con qui¨¦n coincidas. No cambia tanto en realidad de cuando est¨¢s vivo. Los de las buenas obras y los de las malas andamos mezclados. Yo, al menos, no me sorprend¨ª con eso, pero hay gente que se lo toma a la tremenda. Creo, con toda sinceridad, que es mejor as¨ª. Es como estar en una fiesta. Lo peor es que no te puedes ir de ella si te aburres. Pero dej¨¦moslo, a ver, d¨ªgame, ?le ha hecho comer bien?
¡ªSigue cocinando bien.
¡ª?sa no es una respuesta a la pregunta.
¡ªLo s¨¦. A veces ¨¦l le a?oraba. Yo lo notaba.
¡ªFueron muchos a?os y 24 libros seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas.
¡ªAl menos la primera l¨ªnea la ha le¨ªdo.
¡ªY la cita. Juan Gelman: gran poeta. ?Me a?oraba? No s¨¦ si Carvalho me quer¨ªa mucho. A veces parec¨ªa muy enfadado conmigo. En ocasiones se quejaba del exceso de iron¨ªa que volcaba en ¨¦l, del rito de quemar libros y de condenarle a seguir investigaciones indignas.
¡ªConozco sus quejas. Vi su obra de teatro hace un tiempo en Sant Cugat. Carvalho quer¨ªa librarse de su autor mientras guisaba con todo cari?o una pata de cordero.
¡ªVaya, se sigue representando. Nunca lo hubiera dicho. ?Sigue recibiendo encargos de huelebraguetas? Al menos para sus clientes, la crisis ha pasado y ahora Carvalho deber¨ªa vivir un poco mejor.
¡ªDif¨ªcil respuesta. Ha sido lo bastante listo como para rodearse de cierta eficacia. Ya sabe, trabajo colaborativo, horizontal. Puro siglo XXI.
¡ªAlcanzo a imaginarlo.
¡ªPor lo dem¨¢s, rezuma gestos suyos. Es el mismo siendo otro. ?se era mi intento. ?Sabe¡? Usted y yo nos conocimos en persona. No se acordar¨¢¡
¡ªEn efecto. No me acuerdo. Pero ?por qu¨¦ no nos tuteamos? Si es por la edad y usted sigue cumpliendo a?os, en poco tiempo ser¨¢ m¨¢s viejo que yo.
¡ªMe cuesta el tuteo. Como a Bisc¨²ter con Carvalho. Pero no, no es por la edad, sino por los galones. Yo creo en esas cosas.
¡ªEnternecedora su vis castrense.
¡ªLe dec¨ªa que usted y yo ya nos conoc¨ªamos. Cuando saqu¨¦ mi primer libro de poemas, El sabor de tu boca borracha, quise que me lo presentara. Llam¨¦ a la redacci¨®n de El Pa¨ªs de Barcelona. Contact¨¦ con usted y me cit¨® en el Vel¨®dromo, en la calle de Muntaner¡
¡ªEl Vel¨®dromo¡ Casi lo hab¨ªa olvidado. ?Acab¨¦ presentando su libro?
¡ªNo, pero estuvo muy amable. Yo quer¨ªa hablar de los Carvalho y usted s¨®lo me preguntaba de poes¨ªa. De lo que escrib¨ªamos la gente joven, a qui¨¦nes le¨ªamos.
¡ª?Qui¨¦n le present¨® al final?
¡ªUn amigo. Cuando acab¨® el acto vino Manolo Garc¨ªa. Era, es un cantante. ?Le suena El ?ltimo de la Fila?
¡ªLa m¨²sica moderna fue algo que no quise permitirme. Por lealtad a las radios de los patios de luces, a los franceses y a Brigitte Bardot.
¡ªAhora a Carvalho le gusta abiertamente Charles Aznavour.
¡ªAznavour est¨¢ por aqu¨ª, pero a¨²n no nos hemos visto. Andar¨¢ buscando a la Moreau. S¨¦ que el librero, Camarasa, anduvo con ¨¦l. Pero no hay prisa. Ya sabe, la eternidad y esas cosas.
¡ªMientras estaba escribiendo la novela pensaba en qu¨¦ pod¨ªa preguntarle si tuviera ocasi¨®n, pero la verdad es que acercarse mucho a V¨¢zquez Montalb¨¢n intimida. Tiene algo de tot¨¦mico.
¡ªNo, por Tutatis.
¡ªHay que perderle un poco el miedo; si no, no hay manera. Y no escuchar a los carvalhianos para poder hacer algo con lo suyo.
¡ªPero tendr¨ªa que preguntarme algo. Si fuera al rev¨¦s, yo tendr¨ªa mil preguntas.
¡ªUsted era periodista.
¡ª?Usted no lo es?
¡ªNo. Espere¡ En alg¨²n momento ?tuvo celos del personaje? En el sentido de que se comiera sus otros libros.
¡ªCelos, no. A veces estorbaba, claro. El impacto de Carvalho eclipsaba algunas de mis otras obras, obvio, pero yo hac¨ªa todo lo que pod¨ªa. Adem¨¢s, ¨¦l serv¨ªa para que nadie ¡ªsi no era de forma maliciosa¡ª olvidara que escrib¨ªa esas otras obras. Libros diferentes que sin Carvalho me hubiera costado m¨¢s publicar o no hubieran llegado a tantas personas. Yo tengo una pregunta para usted: ?por qu¨¦ acept¨® seguir con Carvalho? ?Por dinero?
¡ªNo, aunque conste que no me parece un mal motivo que te paguen mucho y bien por tu oficio. Simplemente me lo propusieron y me hizo ilusi¨®n. Era como si te ofrecen escribir un Spiderman. Algo as¨ª. No intelectualic¨¦ mucho m¨¢s mis deseos. Record¨¦ a un amigo de L¡¯Hospitalet pas¨¢ndome Los mares del Sur o Los p¨¢jaros de Bangkok como te pasabas casetes grabados o tebeos. Pura cultura popular. Recuerdo sus libros y El misterio de la cripta embrujada o El laberinto de las aceitunas de Mendoza. Tambi¨¦n los cuentos de Cort¨¢zar o El amor en los tiempos del c¨®lera.
¡ªCada vez me pica m¨¢s la curiosidad. Venga, d¨ªgame al menos de qu¨¦ va el libro.
¡ªTendr¨¢ que leerlo. Le puedo explicar el primer argumento que no utilic¨¦.
¡ªVaya como mal menor.
¡ªCarvalho mata a su autor en el aeropuerto de Bang?kok. Fuster sospecha y va atosigando al investigador hasta que ¨¦ste confiesa que lo ten¨ªa planeado, pero no fue ¨¦l quien lo ejecut¨®. Cre¨ªa que casi nunca re¨ªas.
¡ªYa ves, me r¨ªo y todo. No hubiera estado mal. De muerto, s¨®lo te apetece leer ciencia-ficci¨®n. Ya sabes: libros de econom¨ªa, sociolog¨ªa y avistamientos alien¨ªgenas. Cuando queremos pasarlo bien leemos Vidas de Santos. El libro que escribi¨® Aznar de s¨ª mismo era muy divertido. Algunos nos re¨ªmos mucho por aqu¨ª.
¡ªDe la serie, ?qu¨¦ novela le gustaba m¨¢s?
¡ªAsesinato en el Comit¨¦ Central. No hay nada como matar a Carrillo.
¡ªNo diga eso, ¨¦sa la quema en el libro.
¡ª?Herej¨ªa! Zan¨®n, empieza usted a caerme bien.
¡ªMe admira c¨®mo parec¨ªa usted comprender la realidad en su globalidad.
¡ªMe admira c¨®mo parec¨ªa usted comprender la realidad en su globalidad. Como si tuviera tres o cuatro llaves maestras que le permit¨ªan abrir cualquier puerta.
¡ªHab¨ªa mucho de intuici¨®n. Soy un escritor mucho m¨¢s intuitivo de lo que algunos creyeron. No me habr¨¢ hecho una novela intelectualoide y plomiza, ?no? Una novela tiene la obligaci¨®n de entretener. La novela negra, m¨¢s si cabe. Y denunciar al sistema que siempre es el culpable como dijo alguno de los americanos.
¡ªPor eso me gusta mucho Quinteto de Buenos Aires. Con esa novela me imaginaba a alguien, un p¨²gil campe¨®n, que regresa para demostrar y demostrarse qui¨¦n es. He estado a punto de ponerle a Elvis como ejemplo.
¡ªCont¨¦ngase. A m¨ª tambi¨¦n me gusta especialmente Quinteto. En Argentina, por esos a?os, la injusticia dol¨ªa nada m¨¢s pisabas las calles de Buenos Aires o hablabas con la gente. La novela debe se?alar la injusticia, el dolor que no se ve, sea o no negra. Luego cada cual que saque sus conclusiones.
¡ª?se era el perfume Carvalho desde mi punto de vista. Conocimiento y decepci¨®n.
¡ªConocimiento y decepci¨®n, efectivamente. Placer, soledad y algunas chicas, mejor heterodoxas, con las que cruzarse alg¨²n d¨ªa. Son los elementos que permanecen en todos los libros que he escrito desde entonces.
¡ª?Qu¨¦ quiere decir? ?Sigue escribiendo desde all¨ª?
¡ªClaro. No soy el ¨²nico. Tendr¨ªas que ver a Balzac o a Jack Kerouac. En algo hay que matar el tiempo. En fin, deber¨ªamos dejarlo por hoy. Est¨¢ por aqu¨ª Bertolucci y anda un poco despistado con los tr¨¢mites de admisi¨®n. Mi italiano de pel¨ªculas de arte y ensayo puede serle de ayuda y es viejo camarada.
¡ªNo me ha preguntado por el proc¨¦s.
¡ªEn otra ocasi¨®n. Ni usted a m¨ª por el auge de la extrema derecha. Estaba cantado. El fascismo que se refugi¨® en los salones se est¨¢ quitando la corbata y lanza a sus lobeznos al dominio de las calles. Espa?a vuelve a oler a Transici¨®n, pero inversa.
¡ªNo s¨¦ si volveremos a hablar.
¡ªAlg¨²n d¨ªa, aunque sea para hacerlo de Messi. ?Va a escribir usted m¨¢s Carvalhos?
¡ªNo.
¡ªCreo que menosprecia su capacidad de seducci¨®n.
Negra y mediterr¨¢nea
LA NOVELA POLICIAL mediterr¨¢nea nace, parad¨®jicamente, de un estallido posmoderno. A Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, un pol¨ªgrafo que hacia 1970 empezaba a emerger como figura tot¨¦mica, se le ocurri¨® un experimento: construir un relato de esp¨ªas con toda la incoherencia y ambig¨¹edad exigidas por la superaci¨®n de las formas culturales cl¨¢sicas. En Yo mat¨¦ a Kennedy apareci¨® por primera vez Pepe Carvalho, gallego, exmilitante comunista, agente de la CIA, hombre con diversos rostros y distintas voces, quiz¨¢ colaborador de una organizaci¨®n criminal, tal vez asesino de Kennedy o tal vez no.
Aquel Carvalho era un personaje tan desestructurado que parec¨ªa imposible darle alguna continuidad. Pero alguien apost¨® entonces a que V¨¢zquez Montalb¨¢n (el autor de la apuesta pudo ser el propio V¨¢zquez Montalb¨¢n, a estas alturas el mito forma ya parte de la historia) no ser¨ªa capaz de escribir una novela policiaca que se atuviera a las convenciones del g¨¦nero. Y en poco tiempo se public¨® Tatuaje.
Carvalho se transform¨® en un detective afincado en Barcelona que pensaba como Manolo, hablaba como Manolo y com¨ªa como Manolo. A quienes ve¨ªamos de vez en cuando a Manolo en alguna redacci¨®n de peri¨®dico (?c¨®mo pod¨ªa ser tan brillante y productivo ese tipo t¨ªmido y silencioso?) nunca nos fue posible dejar de identificar a Manolo con Carvalho, aunque ¨¦l le atribuyera el f¨ªsico del actor franc¨¦s Jean-Louis Trintignant. Qui¨¦n iba a sospechar por entonces, con Franco a¨²n vivo, que Pepe Carvalho, c¨ªnico y cocinillas, desencantado e incinerador de libros, iba a ser el mejor cronista de la transformaci¨®n de la sociedad espa?ola y, a la vez, la figura seminal de un fen¨®meno que podr¨ªamos denominar ¡°novela negra mediterr¨¢nea¡±.
No hace falta ser muy agudo para adivinar que el comisario Salvo Montalbano, nacido en 1994 de la mano del escritor siciliano Andrea Camilleri, es en realidad un homenaje a Manolo. El griego Petros M¨¢rkaris siempre se ha referido a Manolo como uno de los inspiradores de su serie sobre el comisario Kostas Jaritos, iniciada en 1994. El marsell¨¦s Jean-Claude Izzo se incorpor¨® al grupo en 1995 con su personaje Fabio Montale. Montalbano, Jaritos y Montale son, como Carvalho, tipos esc¨¦pticos y comilones, amantes de las calles viejas y de los rincones oscuros.
La novela negra sirvi¨®, durante el siglo XX, para denunciar la corrupci¨®n, para descubrir los rincones m¨¢s f¨¦tidos de una sociedad y para expresar la desesperanza del antih¨¦roe. A partir de Montalb¨¢n y Carvalho, se convierte tambi¨¦n en veh¨ªculo de una minuciosa cr¨®nica pol¨ªtica, social y cultural. Da lo mismo que Carvalho investigue la decadencia del Partido Comunista (Asesinato en el comit¨¦ central), bucee en las neurosis de una cierta burgues¨ªa catalana (La soledad del m¨¢nager, Los mares del sur), viaje a Tailandia en busca de un misterio cuya respuesta est¨¢ en Barcelona (Los p¨¢jaros de Bangkok), analice la metamorfosis barcelonesa de 1992 (Sabotaje ol¨ªmpico) o simplemente devore un bocadillo de merluza (Se?ora Paca): ah¨ª est¨¢ siempre Manolo, periodista, novelista, poeta, gastr¨®nomo, barcelonista (si el f¨²tbol del FC Barcelona lo invent¨® ?Johan Cruyff, V¨¢zquez Montalb¨¢n articul¨® la dimensi¨®n extrafutbol¨ªstica del club) y, seg¨²n sus propias palabras, "prol¨ªfico en general".
Pepe Carvalho no renunci¨® a sus or¨ªgenes posmodernos. Cuesta imaginar a Philip Marlowe lanz¨¢ndose a un mon¨®logo interno sobre la esencia de la cultura popular o sobre los l¨ªmites del estructuralismo. Carvalho, en cambio, pod¨ªa hacer eso y mucho m¨¢s. Era, de alguna forma, el pasado y el presente de Manolo. Viv¨ªa en la parte alta de Barcelona, como el autor. Trabajaba en la Barcelona estrecha y h¨²meda donde naci¨® Manolo, la Barcelona de los vencidos. Bisc¨²ter, el ayudante al que conoci¨® en la c¨¢rcel, y Bromuro, su m¨¢s fiel confidente, eran personajes del barrio, el Raval, tambi¨¦n llamado El Chino. Manolo mantuvo durante toda su vida la amistad con gente nacida como ¨¦l detr¨¢s de la Boquer¨ªa, entre la Rambla y el Paralelo, como Maruja Torres. El simple hecho de tener por ah¨ª su oficina y conocer los c¨®digos de la calle convert¨ªa a Carvalho en un tipo duro.
La dureza se convirti¨® con el tiempo en esp¨ªritu contemplativo. Carvalho, como Manolo, mantuvo la iron¨ªa, pero fue perdiendo las ganas. Barcelona hab¨ªa cambiado. El mundo tambi¨¦n cambiaba, para mal. El neoliberalismo, la mundializaci¨®n, el fin de la utop¨ªa, el encogimiento de la izquierda eran fen¨®menos que comprend¨ªa demasiado bien. Acab¨® por fugarse, en un largo viaje alrededor del planeta: mil p¨¢ginas de viaje. Milenio fue una aventura casi p¨®stuma: Manolo muri¨® en el aeropuerto de Bangkok. Carvalho debi¨® quedarse pensativo. Tal vez se acercara donde el viejo Camilleri, para que le explicara eso de la maldici¨®n. Camilleri no olvida esa noche en que, bebiendo con sus amigos Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n y Jean Claude Izzo, empezaron a contarse c¨®mo pensaban matar a sus personajes. Tanto V¨¢zquez Montalb¨¢n como Izzo revelaron sus planes y murieron poco despu¨¦s: en 2000 y 2003. Camilleri no pudo hablar de la muerte del comisario Montalbano porque recibi¨® una llamada telef¨®nica. Es el ¨²nico que, ciego y con 93 a?os, sigue encendiendo cigarrillos. ?Qu¨¦ pensar¨¢ Carvalho de esa historia?
La novela 'Carvalho: problemas de identidad' (Planeta), de Carlos Zan¨®n, se publica estos d¨ªas.
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