La soledad de la mujer
Los usos sociales convierten a las mujeres en simple, y a veces tr¨¢gico instrumento, de la dominaci¨®n masculina
"Las mujeres estamos siempre solas", le dice la se?ora a la sirvienta en la espl¨¦ndida Roma, historia de dos destinos desgraciados de mujeres en el M¨¦xico del falso progresista Luis Echeverr¨ªa, justo cuando este ahoga en sangre las protestas estudiantiles con la jornada del Corpus de 1971. Soledad de la mujer no significa en este caso aislamiento en la sociedad, sino una total impotencia para escapar a la tiran¨ªa de unos usos sociales que las convierten en simple, y a veces tr¨¢gico instrumento, de la dominaci¨®n masculina.
Aunque ello parezca imposible, la constataci¨®n sigue siendo v¨¢lida en la Espa?a que respondi¨® conmovida al crimen contra la mujer que fue el asalto de La Manada. Pronto surgieron, sin embargo, objeciones frente a una condena di¨¢fana, algunas de intelectuales en camino hacia la derecha, otras m¨¢s graves del estamento judicial, y estas ¨²ltimas se tradujeron en la sentencia y en la ulterior concesi¨®n de libertad provisional.
Si a esto acompa?amos la estupenda propaganda que proporcion¨® a los agresores el simple hecho de recrearse los medios en el relato, tenemos ya la explicaci¨®n de cuanto sucede desde entonces. Si de momento resulta tan barata, y a la larga cabe suponer que lo ser¨¢, una violaci¨®n colectiva, ?por qu¨¦ no imitar un ejemplo tan saludable para el ego machista, de ser posible a?adiendo la filmaci¨®n legitimadora? La veda est¨¢ abierta y la actuaci¨®n judicial inconscientemente ha contribuido al ¨¦xito del efecto-imitaci¨®n.
En ese marco deben ser incluidas otras agresiones sexuales, registradas por los medios, y tambi¨¦n la cosificaci¨®n de la mujer-v¨ªctima, observable en el caso de Laura Luelmo. Al fracaso inicial de la Guardia Civil, sigui¨® un relato continuado de la investigaci¨®n, con suposiciones que rozaron la cr¨®nica morbosa. Y el tipo, tan chulo.
En el descenso a los infiernos, Vox ha dado el paso decisivo, revelando al tiempo la agenda oculta de un PP que de mala gana secundaba la protecci¨®n de la mujer. Obviamente, no existe problema alguno para aplicar mayor protecci¨®n a la esfera intrafamiliar (hijos, padres, abuelos), pero sin sepultar la preeminencia de la violencia de g¨¦nero. Y puestos a competir por la irracionalidad, ah¨ª viene la ¡°popular¡± D¨ªaz-Ayuso entrando en guerra contra la ¡°dictadura feminista¡±. El p¨¦ndulo ha cubierto su recorrido en un m¨ªnimo tiempo.
Si falta algo en la acci¨®n feminista, no es el exceso, sino el olvido de otras formas de opresi¨®n de la mujer. El caso de la saud¨ª Rafah Qunun muestra la importancia de las campa?as de solidaridad para salvar a una mujer. Ah¨ª no hemos visto a nuestras feministas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.