Cinco palacios lisboetas para ver antes de que se caigan
En unos casos por dejadez y en otros por excesiva burocracia, decenas de casas nobles esperan una urgente restauraci¨®n
En Lisboa las cosas no se tiran, se caen. Es una maravillosa diferencia con el h¨¢bito espa?ol de la construcci¨®n y desconstrucci¨®n. En Portugal y concretamente en Lisboa, el vicio es esperar demasiado para actuar. Aveces se llega tarde. Gracias al turismo, en el ¨²ltimo quinquenio se han recuperado numerosos palacios que, cuando menos, estaban abandonados o sin nadie con dinero para recuperarlos.
Hace cuatro a?os, de los 90 palacios ¡ªaparte casas nobles¡ª de la ciudad, un tercio aguantaba en penosas condiciones, en manos de la Iglesia, las universidades, el Gobierno, la Casa de Misericordia o el Ayuntamiento. El turismo ha tra¨ªdo inversi¨®n inmobiliaria a la que ya le sale a cuenta la costosa rehabilitaci¨®n de los herrumbrosos palacios. Aprovechando el bum, el Ayuntamiento acaba de sacar a subasta los palacios de Benagazil (1,4 millones y 5.400 metros cuadrados), Braamcamp (1,8 millones y 1.600 metros cuadrados), Machadinho (3,3 millones por sus 3.500 metros cuadrados) y Pancas Palha (4 millones y 4.000 metros cuadrados). Palacios donde se alojan servicios municipales o que estaban alquilados a precios irrisorios a otros organismos p¨²blicos.
La mayor¨ªa de estos palacios acaban reconvertidos en hoteles de lujo bajo la rigurosa supervisi¨®n de todas las inspecciones de autoridades culturales y patrimoniales, locales y nacionales que puedan imaginarse que puedan existir. A veces, tanta vigilancia es contraproducente porque el promotor desiste y el palacio contin¨²a en su lento pero inexorable ca¨ªda.
Si hay una calle que simboliza la decadencia palaciega lisboeta esa es sin duda alguna la Junqueira, un conjunto urbano construido entre 1733 y 1880 que va enlazando pared con pared arquitecturas exteriormente recatadas pero interiormente riqu¨ªsimas en sus artesonados y azulejer¨ªas. Pese a contar con la etiqueta de Zona Especial de Protecci¨®n, la realidad es que algunos de estos palacios son asaltados regularmente, antes para llevarse lo mejor de sus decoraciones, ahora para demostraciones grafiteras. En otros casos, sean las universidades que los ocupan, la Orden de Malta o el Puerto de Lisboa, los palacios se mantienen con alfileres, pero sin acometer las reformas estructurales.
El m¨¢s triste de todos los casos es el del palacio de las ?guilas, mil veces saqueado, pintado y comido por la vegetaci¨®n. Apenas quedan azulejos, arrancados pieza a pieza (m¨¢s de un millar) de sus 42 habitaciones, escalinatas y salones nobles. Un solo azulejo se vende en el Mercado de la Ladrona por 20 euros, si son cuatro seguidos, de 200 euros no bajan.
De residencia de reyes ha pasado a un abandono que ya dura medio siglo. Los interesados desisten ante las exigencias de los diversos vigilantes patrimoniales que una y otra vez rechazan los proyectos de uso. Hoy el palacio es una ruina con selva amaz¨®nica. La ¨²ltima inmobiliaria que lo promovi¨®, Sothebys, no pas¨® de cortar la maleza, que ha renacido con la misma furia.
No es mucho mejor el estado del palacio de Ribeira Grande, seg¨²n denuncia Andr¨¦ Ramalho en Abandonados.pt, donde publica sus incursiones por estos edificios. ?l y otras iniciativas similares como O Corvo, Lisboadeantigamente, Forum Cidadania Lisboa se ocupan de denunciar y vigilar el estado arquitect¨®nico de la ciudad, antiguo o nuevo. Ribeira Grande, que se reconvirti¨® el pasado siglo en instituto, linda con el palacio Burnay, que lleva el nombre de quien dio brillo a la decoraci¨®n de su interior ya en el siglo XIX. Desde 1940 es propiedad del Estado, y all¨ª coloca diversos organismos burocr¨¢ticos, que ni es lo mejor para sus trabajadores ni ellos para el palacio, que va perdiendo lustre. Por aquello de que es p¨²blico, si coincide en el ¨²ltimo s¨¢bado de mes y son las tres de la tarde, podr¨¢ visitarlo.
El palacio Silva Amado (siglo XVIII), en otra esquina de la ciudad, va por su tercer intento de reconvertirse en hotel de lujo. Es el m¨¢s privado de todos ellos, pues la propiedad ha ido saltando de inmobiliaria en inmobiliaria. Su interior es una preciosidad, cargado de m¨¢rmoles y dorados rococ¨®s desconchados.
Para repartir culpas entre todos, el quinto de estos palacios con el futuro en entredicho es propiedad de la Iglesia. Tuvo sus mejores d¨ªas recientemente, por as¨ª decirlo, en 1982, cuando aloj¨® al papa Juan Pablo II, despu¨¦s de unos r¨¢pidos arreglillos. Desde 2010 espera una recalificaci¨®n como hotel de lujo.
Estos cinco no son los ¨²nicos y ¡ªcon la excepci¨®n del de las ?guilas¡ª deber¨ªan competir en degradaci¨®n con algunos otros, como el de los Almadas (obra en proyecto), el Pombal (obra en proyecto) o el de L¨¢zaro Leit?o. Hay donde escoger. El lado positivo es que hace cinco a?os, Lisboa contaba con muchos m¨¢s palacios en peligro de extinci¨®n. Hoy, la pol¨ªtica de no tirar, aunque se corra el peligro de que se caigan, est¨¢ dando sus frutos para la conservaci¨®n y disfrute ¡ªen la forma que sea¡ª de tales maravillas arquitect¨®nicas y decorativas.
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