Soy globalista. Sin complejos
Necesitamos un sistema que no permita a unos Estados, por poderosos que sean, bloquear constantemente decisiones que afectan a millones de personas
Es sabido que la globalizaci¨®n est¨¢ no solo seriamente cuestionada, sino en retroceso. El comercio mundial, uno de sus m¨¢s claros exponentes, apunta a una constante desaceleraci¨®n en los ¨²ltimos meses (guerra comercial mediante).
Es sabido tambi¨¦n que la globalizaci¨®n se ha convertido para muchos en el chivo expiatorio de todos los males, hasta el punto de que cada d¨ªa son m¨¢s los que vociferan a favor del proteccionismo y del nacionalismo m¨¢s rancio y excluyente. Y, lo que es peor, cada vez son m¨¢s los que los escuchan.
De pronto est¨¢ de moda dejarse de tapujos y reivindicar posturas consideradas hasta hace poco fuera de nuestro sistema de valores, como el racismo, la xenofobia o el machismo. Sin complejos, dicen.
Es cierto que la globalizaci¨®n, junto con enormes cuotas de progreso ¡ªlos 700 millones de personas que China ha sacado de la pobreza son el mejor ejemplo¡ª, ha generado graves problemas; el m¨¢s visible, el de una desigualdad lacerante. Solo una cifra: desde 1980, el 1% de la poblaci¨®n m¨¢s rico del mundo concentr¨® el 27% de los nuevos ingresos.
El debate entre los intelectuales pivota hoy entre los que creen que la globalizaci¨®n es un proceso inevitable, una evoluci¨®n natural ¡ªsi bien accidentada¡ª del ser humano y los que consideran que es un fen¨®meno pasajero ¡ªsi bien recurrente¡ª y prescindible.
Buena parte de los primeros encuentra su mejor escenario estos d¨ªas en el circo de Davos, por el que circula anualmente la ¨¦lite del poder econ¨®mico y pol¨ªtico global. Curiosamente, en esta edici¨®n la estrella invitada ha sido uno de los adalides del retroceso, el presidente brasile?o, Jair Bolsonaro. Un foro, por cierto, donde Espa?a suele estar escasamente representada, aunque este a?o ha contado con la presencia del presidente Pedro S¨¢nchez.
Pero la historia demuestra que la soluci¨®n no pasa por construir muros, recuperar fronteras o identificar nuevos enemigos; tampoco por seguir dejando que sean los mercados los que se autorregulen; ni por la vuelta a un pasado trasnochado, reconstruido en los imaginarios colectivos sobre falacias.
Tal vez porque pertenezco a una generaci¨®n, y a un entorno, que vio en Europa en particular, y en el mundo en general, una puerta abierta, una aspiraci¨®n, entiendo que la soluci¨®n pasa por mejorar un sistema de gobernanza global que ya naci¨® gripado. Un sistema que no permita a unos Estados, por poderosos que sean, bloquear constantemente decisiones que afectan a millones de personas; que ordene la gesti¨®n de los bienes comunes ¡ªla atm¨®sfera, los oc¨¦anos¡¡ª antes de que caigan en los abusos de unos pocos; que tenga en cuenta que los problemas globales hay que abordarlos tambi¨¦n localmente, para no dejar a nadie atr¨¢s.
En estos tiempos de introversi¨®n es necesario mantener una mirada abierta, y decirlo. Soy globalista. Sin complejos.
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