Insaciabilidad
Las personas tienen cada vez m¨¢s la sensaci¨®n de que cuanto hacen es in¨²til, a no ser que lo hagan una y otra vez. Es la ¡°futbolizaci¨®n¡± del mundo
NO SE PREOCUPEN los no aficionados al f¨²tbol, que la referencia a este deporte ser¨¢ s¨®lo un pre¨¢mbulo. Es sabido que en ¨¦l no hay paciencia ni, lo que es peor, m¨¦rito que se acumule. Lo estamos viendo una vez m¨¢s esta temporada: el Real Madrid gan¨® la Copa de Europa del a?o pasado, y la del anterior, y la del anterior, tres seguidas. A¨²n es m¨¢s, gan¨® cuatro de las ¨²ltimas cinco disputadas, haza?a que ni de lejos ha conseguido ning¨²n otro equipo del continente. Hoy, sin embargo, juega pobremente, est¨¢ casi descartado en la Liga y no promete llegar lejos en esa Copa de Europa (aunque, como se le ha dado tan bien siempre, nunca se sabe). La hinchada y la prensa est¨¢n furiosas, desprecian al entrenador y a los jugadores. A mi modo de ver no pasa nada si un equipo padece una mala racha despu¨¦s de tantos triunfos. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Es natural que el nivel no sea siempre el mismo, m¨¢s a¨²n tras la marcha del excelente entrenador Zidane y del m¨¢ximo goleador del club en toda su historia, Cristiano. Lo angustioso del f¨²tbol es que nada de lo logrado importa, que el pasado no existe aunque sea muy reciente, que las mayores gestas no bastan si no tienen continuidad inmediata ni se repiten indefinidamente. Si yo fuera futbolista, vivir¨ªa desesperado y atemorizado: ¡°El domingo met¨ª tres goles, pero si hoy no meto ninguno, esos tres no servir¨¢n de nada y ser¨¦ abucheado¡±. El difunto Luis Aragon¨¦s lo expres¨® sin ambages hace mucho tiempo: ¡°Aqu¨ª s¨®lo vale ganar y ganar y ganar y ganar. Y ganar y ganar y ganar y ganar¡¡± As¨ª hasta el infinito, una espantosa tarea de S¨ªsifo, cuyo mito ya no s¨¦ si conoce mucha gente.
Lo que no era de esperar, sin embargo, es lo que podr¨ªa llamarse la ¡°futbolizaci¨®n¡± del mundo, en todos los ¨¢mbitos. Las personas tienen cada vez m¨¢s la sensaci¨®n de que cuanto hacen es in¨²til¡ a no ser que lo hagan una y otra vez, que lo sigan haciendo. Si uno presta un favor, por ejemplo, rara vez sucede lo de antes: ese favor no se olvidaba y uno atesoraba una dosis de agradecimiento por parte del favorecido. Ahora es m¨¢s bien una trampa en la que uno cae o se mete. Si ha hecho un favor, debe hacer tambi¨¦n el pr¨®ximo, y el otro, y el siguiente. Los precedentes cuentan poco o no cuentan: est¨¢n en el pasado, y del pasado qui¨¦n se acuerda. Y si alguien se acuerda, es para exigir que uno est¨¦ a la altura, que vuelva a cumplir como si eso se hubiera convertido en una obligaci¨®n adquirida. Alguna vez he relatado lo que a menudo me ocurre cuando se me pide una colaboraci¨®n que no me interesa ni me apetece y a la que accedo por simpat¨ªa o por cortes¨ªa. Es frecuente que, al cabo de un tiempo, el solicitante al que complac¨ª vuelva a la carga. Y si mi respuesta es No a la segunda, no es raro que el insistente, lejos de mostrarse agradecido por la ocasi¨®n anterior y comprender que ha abusado, monte en c¨®lera por mi negativa. ¡°Si me escribi¨® usted un texto, ?c¨®mo osa negarme otro? Si se pleg¨® a la primera, le toca plegarse siempre¡±. Exagero, claro, pero esa es la actitud en el fondo.
Algo semejante ocurre en todas las actividades. El escritor George R. R. Martin acaba de publicar una gruesa novela, al parecer una ¡°precuela¡± de su famosa serie. Desconozco la calidad de su prosa, pues no le he le¨ªdo una l¨ªnea; pero admiro sobremanera su capacidad imaginativa, tras ver por segunda vez, seguidas, las temporadas de la serie Juego de tronos, en previsi¨®n de la ¨²ltima. Ese hombre ha completado ya una obra ingente que, en sus versiones literaria o televisiva, nos ha proporcionado placer a millones. En una entrevista reciente, el pobre Martin se lamentaba de que, nada m¨¢s sacar esta voluminosa novela que le hab¨ªa costado esfuerzo, no pararan de preguntarle: ¡°?Para cu¨¢ndo la pr¨®xima entrega de Cantar de hielo y fuego?¡± (Que es como deber¨ªa haberse traducido su ciclo, m¨¢s conocido ya como Juego de tronos.) Muchos de sus lectores no le aprecian lo ya hecho, ni se lo agradecen. Lo consideran poco menos que un esclavo a sus ¨®rdenes, que no deber¨ªa descansar. Sus Copas de Europa alzadas no sirven. Hasta tienen el mal gusto, esos lectores desp¨®ticos, de rega?arlo por su gordura. No es que les preocupe su salud por afecto; simplemente temen quedarse sin la resoluci¨®n de la historia si Martin palma antes de concluirla. Es puro ego¨ªsmo, sin un ¨¢pice de gratitud ni de estima. Esto es algo generalizado, el caso de este autor es tan s¨®lo el m¨¢s extremo, dada la repercusi¨®n planetaria de su obra. A nadie le computa haber ya cumplido con creces. Nadie puede pararse y decirse: ¡°Es suficiente; y adem¨¢s, me he cansado¡±. Si tiene esa flaqueza, sus logros anteriores ser¨¢n borrados al instante. Y lo vemos en todos los niveles: cuando alguien dimite o es destituido de un cargo, sea el de ministra o el de cajera del supermercado, se le agradecen someramente ¡°los servicios prestados¡± y a lo sumo recibe una palmadita en la espalda poco sentida. Cuanto hizo no cuenta¡ desde el momento en que ya no lo sigue haciendo. He dicho que el f¨²tbol y su insatisfacci¨®n permanente han te?ido el mundo, pero quiz¨¢ sea m¨¢s bien el capitalismo m¨¢s salvaje y demente, el que pide m¨¢s y m¨¢s y m¨¢s, y m¨¢s beneficios un a?o tras otro hasta que nos muramos¡ Es como para pararse y no hacer nada.
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