La suerte de Maduro est¨¢ echada, o lo parece
Estados Unidos ha apostado muy fuerte en Venezuela, y no va a perder la apuesta aunque tenga que patear la mesa de juego
Los antiguos dec¨ªan que es un error comportarse en funci¨®n de lo que piensen los dem¨¢s, vivir pendiente del juicio de otros. Estados Unidos se ajusta perfectamente a ese principio: hace lo que le interesa sin importarle el qu¨¦ dir¨¢n. Impera a cualquier precio y despu¨¦s baldea el piso con detergente propagand¨ªstico.
Sigue el principio romano de oderint dum metuant, que quiere decir ¡°no importa que nos odien mientras nos teman¡±. A Estados Unidos le angustia la idea de que pueda haber alguien m¨¢s temible. Y eso ocurre porque el hombre nunca renuncia a la destrucci¨®n y el caos, y es m¨¢s seguro ser temido que ser amado.
No hay que ser especialmente despierto para saber qui¨¦n mece la cuna en Venezuela. Todav¨ªa empa?ada la bola de cristal de la clarividencia, la maquinaci¨®n norteamericana cuenta con una gran aceptaci¨®n, porque Maduro es inaceptable, pero ha sumido al pa¨ªs en la incertidumbre, y sabido es que lo desconocido llena de conjeturas y fantas¨ªas las mentes atemorizadas.
No hay duda de que Maduro est¨¢ en un brete, pero no es el tonto autobusero que se pinta, aunque su Gobierno sea catastr¨®fico y desconozca la divisi¨®n de poderes de la democracia. Conoce sus limitaciones militares y sabe que la flecha no puede con el ca?¨®n y que nadie es h¨¦roe contra su pueblo. El temor a morir es m¨¢s fuerte que el valor de los ideales, lo que ratifica la verdad absoluta de que valientes siempre ha habido muy pocos. Quiz¨¢s por eso, todos nos miramos en el espejo de la lagartija, que elige vivir sin cola a dejar de vivir.
Juan Guaid¨®, consensuado entre la Casa Blanca y la oposici¨®n, tambi¨¦n es susceptible de sentir miedo porque arriesga mucho. Al igual que Maduro, sabe que no hay guerra sin cementerios. En cualquier caso, es posible que el heredero de Ch¨¢vez termine cediendo a cambio del pellejo, porque no hay quien prefiera estar siempre colgando que caer de una vez.
Estados Unidos ha apostado muy fuerte en Venezuela, y no va a perder la apuesta aunque tenga que patear la mesa de juego. Ya no estudia los posibles descartes y movimientos del contrario. Ha descubierto los naipes. Ha cruzado el Rubic¨®n. A Maduro le tiene que estar sonando la frase del golpista C¨¦sar: alea iacta est, la suerte est¨¢ echada.
?Lo impedir¨¢n los militares? El v¨¦rtice es chavista, pero del generalato hacia abajo el escalaf¨®n es bizcochable. El miedo es libre y en una situaci¨®n l¨ªmite, como la que podr¨ªa plantear Estados Unidos, no ser¨ªan pocos los cambios de chaqueta en la tropa y milicia.
Puestos a perder, perder lo menos posible, y siempre habr¨¢ alg¨²n chivo expiatorio a quien culpar. Los militares pueden ser muy duros en las guerras verbales, pero ir al choque con la primera potencia mundial son palabras mayores. Una cosa es hablar del diablo y otra verlo llegar.
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