El hijo de los osos
El oso grizzly reina en el lejano oeste de Canad¨¢. Por su territorio se adentr¨® un periodista que acab¨® conociendo a un singular personaje que convive con estos animales salvajes. Lo cont¨® en un exitoso hilo de Twitter. Y ahora lo rememora en estas p¨¢ginas
UNA MAJESTUOSA ?GUILA calva se posa sobre la rama de un ¨¢rbol centenario en la orilla del r¨ªo. Tiene una vista excelente y en cualquier momento se lanzar¨¢ en picado para ?sacar del agua a un pez despistado.
Cientos de salmones remontan la corriente. Tras crecer en el mar, su reloj biol¨®gico les ha indicado que es hora de volver al lugar donde nacieron, r¨ªo arriba, para que el desove reinicie el ciclo.
R¨ªo abajo, en el fiordo, una masa gris que flota en el agua rompe la niebla. Es el costado de una ballena jorobada. No le pasa nada, est¨¢ durmiendo. Puede hacerlo durante media hora, poniendo en pausa la mitad del cerebro. Cerca de ella, decenas de delfines saltan.
Buscando osos grizzly en el oeste de Canad¨¢ conoc¨ª a Rick. Vive solo, en una caba?a en medio del bosque, aislado desde hace treinta a?os y conviviendo con los osos. Dijo que pod¨ªa llevarme hasta ellos, as¨ª que le segu¨ª.?? pic.twitter.com/YMdVkaVFms
— Oriol Querol (@OriolQF) October 14, 2018
Es un d¨ªa cualquiera en el gigantesco para¨ªso salvaje de la costa oeste de Canad¨¢, un tesoro biol¨®gico formado por un laberinto de islas en el que es posible avistar orcas cazadoras, pumas solitarios, lobos esquivos y, por supuesto, el monarca de todos ellos: el poderoso oso grizzly.
Unos ojos azules observan todo el espect¨¢culo. ?Llevan 30 a?os haci¨¦ndolo. Son los de Richard Matheson, que est¨¢ sentado en el porche de su caba?a de madera, fumando en pipa. Encima de la mesa hay unos prism¨¢ticos y un rev¨®lver.
Rick naci¨® en 1950 en Nueva Escocia, en la costa este de Canad¨¢, pero a los 6 a?os se traslad¨® al sur de California con sus padres y seis hermanos. A los 15 cay¨® en el alcoholismo. Pas¨® d¨¦cadas en ese pozo, llevando una mala vida, formando parte de bandas violentas, entrando y saliendo de la c¨¢rcel. Era la California de los setenta. De ese periodo, Rick tiene lagunas de memoria que duran semanas. Despertaba en plena calle, sin saber qu¨¦ le hab¨ªa ocurrido. O c¨®mo hab¨ªa llegado hasta all¨ª. En una ocasi¨®n presenci¨® un asesinato durante un robo que sali¨® mal. La v¨ªctima muri¨® en sus brazos, de un disparo en la cabeza, en la puerta de un antro de carretera de la Ruta 66. Cuando se supo que iba a testificar en el juicio, los acusados le dieron una paliza como advertencia. Aun as¨ª, decidi¨® comparecer y se?alar al asesino. Dice que lo hizo para, por una vez en su vida, creerse una persona correcta. A la salida del juicio subi¨® a un avi¨®n y huy¨® a su Canad¨¢ natal. No lo hizo sin mirar atr¨¢s, como en las pel¨ªculas. Se fug¨® dejando en California a su hijo y a su mujer embarazada.
El plan de Rick era refundar su vida en el norte, a muchos kil¨®metros de distancia y a muchos grados Fahrenheit de diferencia del sur de California. Encontr¨® trabajo en una estaci¨®n de radar monta?osa en la Columbia Brit¨¢nica y, cuando ahorr¨® el suficiente dinero, su familia se uni¨® a ¨¦l. Las cosas empezaron bien. La familia se mud¨® a un rancho y Rick prosper¨® como granjero y soldador. Pero no dur¨® mucho tiempo. La recesi¨®n de principios de los ochenta se llev¨® por delante el negocio. El alcoholismo hizo el resto. Su mujer le abandon¨®.
Tras el colapso familiar, Rick lleg¨® a estos bosques para hacer de trampero. Su presa era la marta americana, un peque?o mam¨ªfero cuyo pelaje, blanco en invierno, es muy apreciado por la industria textil. Asegura que usaba unas trampas de hierro que mataban al animal al instante, sin sufrimiento. Lleva tiempo sin dedicarse a ello y, a pesar de ser un amante de los animales, no se averg¨¹enza de su pasado. No omite detalles sobre el proceso de captura y descuartizamiento de la marta, aunque evita usar el verbo matar. ?l habla de despachar. Aquello dur¨® lo suficiente como para que Rick se acostumbrara a la vida en la caba?a. Desde que jugueteaba con los tritones del r¨ªo, siendo un cr¨ªo en California, siempre se hab¨ªa sentido muy atra¨ªdo por la naturaleza, los animales y la vida salvaje, as¨ª que decidi¨® quedarse indefinidamente. Lleva all¨ª 30 a?os, 20 de ellos sobrio. Durante un tiempo vivi¨® acompa?ado de su perro, hasta que el animal se enfrent¨® a un puma y perdi¨®.
Cada vez que una osa pare, lleva la camada a la caba?a de Rick para hacer la presentaci¨®n oficial
Rick ya fumaba en pipa cuando lleg¨® aqu¨ª, y eso le ayud¨®. El olor del tabaco llam¨® la atenci¨®n de la fauna del lugar, en especial de los osos. Se acostumbraron a ¨¦l, y su potente olfato les permit¨ªa saber en todo momento d¨®nde se encontraba. Eso le hac¨ªa previsible y poco peligroso, as¨ª que aprendieron a confiar en ¨¦l. Rick empez¨® a ponerles nombres a todos. Y a hablarles. Hoy, cada vez que una osa pare, lleva la camada a la caba?a de Rick para hacer la presentaci¨®n oficial.
En los primeros cinco a?os de Rick en el bosque, los cazadores mataron a siete osos grizzly y la supervivencia del grupo qued¨® gravemente amenazada. En su vida anterior quiz¨¢ se hubiera liado a tiros con los intrusos. Pero el nuevo Rick se les ofreci¨® como gu¨ªa. Cuando el cazador ten¨ªa poca experiencia, Rick le colocaba de espaldas al viento para que el olor del forastero recorriera el bosque y los animales pudieran huir. Cuando no hab¨ªa m¨¢s remedio, Rick llevaba a los visitantes hasta los ejemplares m¨¢s viejos o d¨¦biles. De esta manera proteg¨ªa a las madres y a las cr¨ªas. En una de sus ¨²ltimas expediciones monteras, Rick alarg¨® la b¨²squeda durante d¨ªas. Aprovech¨® ese tiempo para impregnar al cazador de su pasi¨®n por los grizzly. Cuando ya no hubo m¨¢s remedio y tuvo que colocarle delante del objetivo, el hombre no pudo disparar. Sac¨® la c¨¢mara, tom¨® una foto y se dio media vuelta.
El lejano noroeste de Am¨¦rica fue el lugar por el que los primeros humanos llegaron al continente. Desde aqu¨ª fueron avanzando y asent¨¢ndose: desde el c¨ªrculo polar ¨¢rtico hasta Tierra del Fuego, el ¨²ltimo pedazo de continente antes de la Ant¨¢rtida.
Uno de estos grupos ¡ªahora llamados Primeras ?Naciones¡ª, eran los kwakwaka¡¯wakw. Esta tribu, organizada en grupos, fue la que ocup¨® estos bosques, ahora canadienses. Se calcula que su poblaci¨®n lleg¨® a alcanzar los 19.000 miembros. Eran navegantes, gracias a las canoas que tallaban de los enormes cedros, que abundaban, y pescaban salm¨®n.
Hoy todo ha cambiado: para los kwakwaka¡¯wakw, para los cedros y para los salmones.
Los europeos llegaron a la zona en la d¨¦cada de 1790, de la mano del capit¨¢n Vancouver. Con ellos aparecieron tambi¨¦n las armas de fuego y enfermedades como el sarampi¨®n, la gripe o la tuberculosis, para las que los primeros habitantes de las islas no estaban preparados. Un siglo despu¨¦s quedaban unos 1.000.
Despu¨¦s el hombre blanco llev¨® tambi¨¦n sus empresas. Las madereras arrasaron los grandes cedros, y por el camino contaminaron los r¨ªos y alteraron el h¨¢bitat con sus carreteras y presas. Luego las empresas pesqueras colocaron la diana en el animal que protagoniza toda la cadena alimentaria del territorio grizzly: el salm¨®n.
El incierto estado de salud del complejo ecosistema en el que reina el grizzly es resultado de su accidentada historia.
Hoy, osos, nativos, industria maderera, piscifactor¨ªas, cazadores y turistas ¡ªcada vez m¨¢s numerosos¡ª conviven como pueden. Rick es una pieza m¨¢s de ese puzle, que desde hace dos a?os cuenta con un nuevo actor.
En 2016, Felix Rome, el jovenc¨ªsimo autor de las im¨¢genes que ilustran este reportaje, hab¨ªa terminado sus estudios de fotograf¨ªa en Reino Unido y decidi¨® irse a Canad¨¢ en busca del gran oso. Conoci¨® al propietario de un min¨²sculo resort ubicado en una islita en el centro del territorio grizzly y le propuso que le alojara durante unas semanas a cambio de hacer fotograf¨ªas para su p¨¢gina web. El propietario tuvo una idea mejor: le dio una tienda de campa?a y una lata de jud¨ªas, y le llev¨® en su lancha al bosque de Rick. El viejo reconoce que al ver a aquel fot¨®grafo larguirucho pens¨® que no durar¨ªa mucho en el bosque. Pero lo que iba a ser una excursi¨®n de unos d¨ªas se convirti¨® en todo un intenso verano de aprendizaje y amistad.
Las primeras semanas, Felix se instal¨® en su tienda de campa?a a la orilla del fiordo. Tuvo que aprender a cazar y pescar su propia comida, lavarse en el r¨ªo y sobrevivir a las fr¨ªas ¡ªy a menudo lluviosas¡ª noches canadienses. El ¨²nico contacto con la vida moderna lo constitu¨ªan su c¨¢mara y el generador con el que cargaba las bater¨ªas. Tras observarle durante un tiempo, finalmente Rick le invit¨® a instalarse en su caba?a, no sin antes advertirle enumerando las razones por las que, llegado el caso, podr¨ªa dispararle.
Felix y Rick pasaban juntos todo el d¨ªa. Por la ma?ana, Felix ayudaba a Rick a desbrozar caminos, reparar puentes y pintar el bote. Por la tarde, alrededor del fuego, Rick desvelaba a Felix los secretos de la vida salvaje, atesorados tras d¨¦cadas de convivencia con los animales. El joven fot¨®grafo brit¨¢nico hab¨ªa le¨ªdo mucho sobre el comportamiento animal cuando era estudiante, pero aquellos meses aprendi¨® cosas que no estaban escritas en ning¨²n libro. Una de las primeras lecciones fue el truco de la pipa. Comenz¨® a fumar, y su ropa empez¨® a oler como la de Rick. Los osos pasaron de mantener las distancias a acercarse como muy pocos fot¨®grafos de naturaleza habr¨¢n podido experimentar. Rick le mostr¨® los mejores puntos de observaci¨®n, y all¨ª pasaron horas en silencio, porque en el bosque, cuando callas, ocurren cosas.
Durante los meses que pas¨® en el bosque, Felix fotografi¨® a los osos, pero tambi¨¦n a Rick. A pesar de su pasado y su aspecto de tipo duro, Rick es presumido y fotog¨¦nico, y le gusta posar para su disc¨ªpulo. Delante de su caba?a, rastreando osos o desnudo, sec¨¢ndose al sol en una roca tras su ba?o diario en el r¨ªo.
Rick, cuya ascendencia proced¨ªa del norte de Escocia, cuenta orgulloso que en ga¨¦lico su apellido significa ¡°hijo del oso¡±. Lo dice insinuando que lleg¨® al bosque porque era su destino y no como consecuencia de su desastrosa vida anterior. Puede que a la actual le queden todav¨ªa unos a?os, pero sabe que se hace viejo, y eso le preocupa porque sus osos necesitan a humanos que les protejan de otros humanos. Dice que quiere pasar lo que le quede con los osos, esperando que cuando ya no est¨¦, alguien, quiz¨¢ Felix, le tome el relevo.
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