La estupidez pol¨ªtica: un enfoque cient¨ªfico
Casado no ha inventado nada. Ni siquiera lo ha hecho su inspirador, Donald Trump
Contra el criterio de mis editores y todo pron¨®stico, hoy hablaremos de pol¨ªtica. Tranquilos, no vamos a resolver el proc¨¦s inmarcesible ni a exhumar los presupuestos del sue?o de los justos, pero s¨ª aspiramos a entender los or¨ªgenes de ese discurso de traiciones y felon¨ªas, esencias nacionales y plazas de Col¨®n, rayos ensordecedores y truenos deslumbrantes que ha abducido a la pol¨ªtica patria. ?De d¨®nde nos ha llegado esta maldici¨®n? ?Por qu¨¦ nos arrastra a la espesura y a las profundidades b¨¦nticas del debate? Las respuestas, en esta columna.
El lenguaje tosco con el que Pablo Casado logr¨® superar a las dem¨¢s derechas el s¨¢bado, en las fases de calentamiento de la mani del domingo, parece haber escandalizado a los analistas de toda cuerda. No s¨¦ por qu¨¦, ya que los analistas saben perfectamente que esas groser¨ªas no son argumentos pol¨ªticos, sino meras estrategias electorales. Hay oyentes cultos e inteligentes que se ponen a discutir con la radio cuando rebota esos mensajes. La mayor¨ªa de la gente no parece ser consciente de que la pol¨ªtica ya no la hacen los pol¨ªticos, sino los estad¨ªsticos. Basta un pico de audiencia en Twitter para que los asesores ¡°ordenen¡± a sus l¨ªderes que se enreden en un certamen a ver qui¨¦n dice la burrada mayor. Cuesta creer que Casado piense todo eso que dijo. Pero, en el fondo, lo que piense da igual: solo importan las encuestas internas que le amenazan por la extrema derecha, con la que est¨¢ intentando mimetizarse.
Los observadores norteamericanos tambi¨¦n llevan unos a?os desconcertados por el discurso de Donald Trump. Ya durante la campa?a presidencial, percibieron que sus mensajes ¡ªsimples, directos al punto y expresados con una autoconfianza casi geol¨®gica¡ª eran una clave importante de su ¨¦xito. Y los psic¨®logos ya ten¨ªan evidencias de que los pol¨ªticos que llegan muy arriba suelen coincidir con los que emiten un discurso m¨¢s simple y zafio. Pese a todo el revuelo que organiza Trump cada vez que saca la lengua a paseo, el presidente no es el inventor de esa herramienta de manipulaci¨®n de masas. Su estrategia de comunicaci¨®n es, por el momento, la cumbre de una escalada que lleva en marcha desde hace un siglo y no da signos de remitir. Cada vez menos an¨¢lisis, cada vez m¨¢s autoconfianza, m¨¢s determinaci¨®n y certidumbre, m¨¢s empuje y menos reflexi¨®n.
La forma en que los psic¨®logos de las universidades de Texas en Austin y Princeton han descubierto esa tendencia secular (PNAS) merece un p¨¢rrafo. Con la digitalizaci¨®n de todo documento viviente, resulta posible analizar cientos y miles de discursos presidenciales y otros textos pol¨ªticos desde principios del siglo XX hasta hoy mismo. Y los investigadores han utilizado una t¨¦cnica ling¨¹¨ªstica que suele funcionar en otros contextos: cuantos m¨¢s art¨ªculos y preposiciones, el pensamiento es m¨¢s anal¨ªtico; cuantos m¨¢s adverbios y verbos auxiliares, es m¨¢s intuitivo. Por otro lado, cuantos m¨¢s pronombres personales, m¨¢s autoconfianza, influencia y poder. Estas correlaciones funcionan bien en ingl¨¦s. ?Funcionan tambi¨¦n en espa?ol? He ah¨ª una buena tarea para un ling¨¹ista. Sea como fuere, los de Texas y Princeton demuestran en su trabajo que, en la pol¨ªtica, el pensamiento anal¨ªtico decrece continuamente desde hace un siglo, y que va siendo sustituido inexorablemente por el discurso silvestre del liderazgo, la autoconfianza y el pronombre personal. Casado no ha inventado nada. Ni siquiera lo ha hecho su inspirador, Trump. La estupidez del discurso pol¨ªtico es una marea lenta e implacable. Toda resistencia ser¨¢ f¨²til.
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