Como una ola
El ejemplo de Greta Thunberg ha inspirado a j¨®venes de B¨¦lgica, Alemania, Suecia, Suiza, Australia y Reino Unido a organizar sus propias manifestaciones
Uno de los fen¨®menos m¨¢s interesantes de estos ¨²ltimos y desconcertantes tiempos es el de las manifestaciones de ni?os y j¨®venes en varios pa¨ªses para reclamar un vuelco en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Hartos de la inacci¨®n y la ineptitud de pol¨ªticos y empresarios ante el mayor desaf¨ªo global, decenas de miles de menores han hecho huelga por un d¨ªa y salido a las calles para defender su futuro.
El movimiento tiene todos los ingredientes de la ¨¦pica moderna. Todo empez¨® con Greta Thunberg, una chica sueca que desde el pasado agosto, a sus 15 a?os, decidi¨® saltarse las clases de los viernes para ir a protestar por la falta de avances en los Acuerdos de Par¨ªs, ella sola, silenciosa, ante el Parlamento. Su peque?o gran gesto poco a poco acapar¨® la atenci¨®n general, hasta el punto de ser invitada a dar una charla en el Foro Econ¨®mico Mundial, en Davos. All¨ª, los reyes del esnobismo global asistieron impert¨¦rritos a la rega?ina de una ni?a por su hipocres¨ªa clim¨¢tica. Como una ola de ilusi¨®n y energ¨ªa, el ejemplo de Greta ha inspirado a j¨®venes de B¨¦lgica, Alemania, Suecia, Suiza, Australia y Reino Unido ¡ªel viernes pasado¡ª a organizar sus propias manifestaciones.
M¨¢s all¨¢ de la gracia de ver a ni?os y ni?as protagonizar movilizaciones callejeras, el fen¨®meno es interesante por varios motivos. Porque es un s¨ªntoma m¨¢s de la distancia creciente entre la sociedad y una clase pol¨ªtica dedicada ¨²nicamente a lo suyo, alejada de los problemas que preocupan a la gente.
Porque los j¨®venes, acusados a menudo de pasividad, demuestran que est¨¢n decididos a batallar por un futuro que se presenta oscuro pero sobre el que hasta ahora parec¨ªa que ellos poco pod¨ªan hacer. Porque esta ola podr¨ªa dar paso a un tsunami equiparable a las grandes movilizaciones sociales de otras ¨¦pocas (tanto que se habl¨® el a?o pasado de Mayo del 68), ofreciendo un nuevo leitmotiv para unas sociedades en gran medida aletargadas. Porque confirma que lo verde se est¨¢ convirtiendo en el motor de una nueva ret¨®rica, por encima de las tradicionales disputas ideol¨®gicas. Es la tercera v¨ªa que se est¨¢ atribuyendo a los partidos ecologistas en diversos pa¨ªses europeos ¡ªfrente a la tradicional divisi¨®n izquierda/derecha, que muchos consideran moribunda¡ª, pero tambi¨¦n del Green New Deal que quieren impulsar los nuevos dem¨®cratas en Estados Unidos.
Y, por ¨²ltimo, porque construye una nueva narrativa global sobre el clima; una narrativa hasta ahora secuestrada por t¨¦cnicos de lenguaje incomprensible o por agoreros de cat¨¢strofes, que de repente es capaz de utilizar la emoci¨®n de modo constructivo y no populista.
Ocupados como estamos con nuestras cosas, de momento no hay atisbo de nada similar en Espa?a. Pero aunque tarde, como ocurre a menudo, tambi¨¦n llegar¨¢ esta marea a nuestro pa¨ªs.
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