El abogado penalista contrario al #MeToo que llena teatros en Francia
El mon¨®logo teatral del pol¨¦mico letrado franc¨¦s ?ric Dupond-Moretti se suma a la lista de celebridades que triunfan en escenarios de Par¨ªs
HAY UNA NUEVA MODA en Francia y se llama intrusismo esc¨¦nico. Cada vez m¨¢s personalidades ajenas al mundo teatral parecen dispuestas a ganarse la gloria sobre las tablas, supliendo su d¨¦ficit de t¨¦cnica actoral con un plus de autenticidad que logra llenar las salas. El fil¨®sofo Bernard-Henri L¨¦vy, gallardo enemigo del populismo, representa un mon¨®logo europe¨ªsta por todo el continente. El exministro Fr¨¦d¨¦ric Mitterrand hizo lo propio, hasta comienzos de enero, con una lectura dramatizada de su autobiograf¨ªa La mala vida, donde reconoc¨ªa haber recurrido a los servicios de prostitutos masculinos en Bangkok, lo que casi le cost¨® el cargo en 2009. Y hasta Danielle Simonnet, portavoz de la Francia Insumisa de Jean-Luc M¨¦lenchon, ha sorprendido con un show c¨®mico contra la uberizaci¨®n social que representa en un peque?o teatro de la llamada Boboland, los antiguos distritos obreros que hoy ocupan los bohemios con poder adquisitivo.
Sin embargo, ninguno puede rivalizar con el ¨¦xito de ?ric Dupond-Moretti, uno de los abogados penalistas m¨¢s reputados del pa¨ªs, que lleva dos meses subi¨¦ndose al escenario con las entradas agotadas. El mon¨®logo ? la barre (En el estrado) tiene lugar en el Teatro de La Madeleine, una de esas viejas salas parisienses embriagadas de perfume burgu¨¦s en la sobremesa de los domingos. Cada noche, dejando atr¨¢s el Palacio de Justicia, el abogado que defendi¨® al futbolista Karim Benzema, al br¨®ker J¨¦r?me Kerviel o a la familia del terrorista Mohamed Merah aparece detr¨¢s del tel¨®n para pronunciar un largo mon¨®logo sobre su vida, su obra, su manera de ejercer el oficio. Es todo un espect¨¢culo de oratoria, esa disciplina de la que los franceses nunca se cansan. Y una prueba adicional de que abogac¨ªa e interpretaci¨®n son mundos interconectados.
¡°En la sala de un tribunal tambi¨¦n hay gente disfrazada. Un timbre anuncia el inicio de la audiencia. Un protagonista sale al escenario. En los juzgados hay teatralidad¡±, admite Dupond-Moretti, que se enorgullece de no haber rechazado nunca a un cliente por motivos ideol¨®gicos. A ratos, esta mole de ojos azules y verbo fogoso parece la reencarnaci¨®n del fallecido Jacques Verg¨¨s, el llamado abogado del diablo, que defendi¨® a figuras de la lucha anticolonialista en Argelia, pero tambi¨¦n a Klaus Barbie y a negacionistas del Holocausto. En 2008, Verg¨¨s ya tuvo la idea de subirse al escenario para relatar sus batallas. Y lo hizo, sin ir m¨¢s lejos, en este mismo escenario.
Ambos comparten un pronunciado gusto por la pol¨¦mica, segundo deporte nacional franc¨¦s despu¨¦s de la petanca. Con el fragor de su voz de ultratumba, alternado con largos silencios que saborea a conciencia, Dupont-Moretti denuncia una sociedad polarizada en clanes. Carn¨ªvoros contra veganos, cazadores contra animalistas, fumadores contra ayatol¨¢s del humo. No cuesta adivinar en qu¨¦ bando se sit¨²a ¨¦l. Enemigo confeso de lo pol¨ªticamente correcto, este abogado de 57 a?os tambi¨¦n entona su oposici¨®n al #MeToo y a cualquier otro movimiento social precedido de una almohadilla. ¡°Que silbar a una mujer se convierta en una infracci¨®n penal me parece espantoso¡±, reza una de sus citas c¨¦lebres. Niega ser nost¨¢lgico o reaccionario, pero ya no se reconoce en una sociedad liberticida que transforma cualquier nimiedad en un esc¨¢ndalo. La platea aplaude a rabiar y el protagonista se marcha satisfecho, pese a ser consciente de estar predicando a los conversos. As¨ª funciona tambi¨¦n ese mundo abominable.
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