Soy racista
Reflexiones de un trotamundos sobre las relaciones desiguales entre el Norte y el Sur
Dicen que quien viaja pierde sus prejuicios, que recorrer mundo brinda la oportunidad de comprender que todos somos iguales, una gran familia esparcida de Norte a Sur y de Este a Oeste; y que una vez vislumbrada esta realidad, no es posible albergar animadversi¨®n alguna.
Sin embargo, aqu¨ª estoy yo y esta mochila: 25Kg de comida, agua y equipo de primera necesidad. Las experiencias no ocupan espacio ni pesan sobre la espalda, aunque algunas de ellas s¨ª lo hacen sobre la conciencia. Las vivencias y recuerdos de una d¨¦cada de vagabundeos recorriendo Europa, Asia y ?frica me hacen al fin reconocer, no sin cierta sorpresa, que soy racista.
He visto demasiado como para que este sentimiento de repulsa sea reversible, dudo que haya marcha atr¨¢s.
Los ciudadanos occidentales somos la causa de la desigualdad, de las guerras y del cambio clim¨¢tico que azota vuestras vidas y os empuja a huir
Por ello, abogo por frenar desde ya, y de una vez por todas, a los inmigrantes subsaharianos, sirios, sudamericanos¡ y a cualquiera que llegue huyendo de la pobreza, de los desastres naturales o las guerras.
Europa no debe seguir acogi¨¦ndolos. Sencillamente no nos lo podemos permitir.
Cuando vosotros, inmigrantes, lleg¨¢is a nuestros pa¨ªses, a nuestros barrios, a nuestras vidas; os forzamos a que dej¨¦is atr¨¢s vuestras costumbres, culturas, lenguas... y que os adapt¨¦is a las nuestras. Os instamos a que busqu¨¦is un trabajo, que pagu¨¦is vuestros impuestos y que obedezc¨¢is nuestras leyes.
Pero si os dejamos venir, vendr¨¦is m¨¢s, much¨ªsimos m¨¢s, millones de vosotros. Yo os digo que no, que no lo hag¨¢is, que os qued¨¦is en vuestras regiones.
No quer¨¦is una tarjeta de cr¨¦dito, no quer¨¦is un coche, no quer¨¦is comprar comida en nuestros supermercados, no quer¨¦is llevar a vuestros hijos a nuestras escuelas.
Y os dir¨¦ por qu¨¦. Porque nosotros, los ciudadanos occidentales, somos la causa de la desigualdad, de las guerras y del cambio clim¨¢tico que azota vuestras vidas y os empuja a huir.
Si ven¨ªs aqu¨ª, os convertir¨¦is a su vez en el azote de vuestros propios pueblos.
Vuestra tarjeta de cr¨¦dito reforzar¨¢ el poder de las corporaciones bancarias, esas que invierten en armamento, las mismas que indirectamente redujeron vuestros hogares a escombros.
Vuestro coche consumir¨¢ el petr¨®leo que se bombe¨® desde el suelo de vuestra patria y se volatilizar¨¢ en los mismos gases responsables de que vuestros cultivos se secasen y el nivel de los mares se elevase.
Vuestra comida ser¨¢ el hambre de quienes la produjeron, ser¨¢n suelos exhaustos, selvas taladas y caladeros agotados,
La educaci¨®n de vuestros hijos ser¨¢ la que normalice y perpet¨²e el modelo dominante, el mismo que promueve todo lo anterior y otros tantos cientos de aberraciones inherentes al sistema capitalista.
No veng¨¢is pero¡ dejadnos ir.
Abridles a mis conciudadanos vuestras fronteras, vuestros hogares y vuestras vidas como lo hab¨¦is hecho tantas y cu¨¢ntas veces conmigo.
Ense?adnos sobre humildad, respeto y apoyo mutuo. A vivir con menos pero con libertad, a morir sin nada pero con plenitud.
Recordadnos por ¨²ltimo, el significado de la igualdad y la solidaridad.
Tal vez as¨ª entendamos al fin que, nuestras acciones personales, tienen consecuencias globales. Que sin un Norte enriquecido no hay un Sur empobrecido y que sin un explotador no hay un oprimido.
Hasta que no lo comprendamos y actuemos en consecuencia, yo seguir¨¦ siendo racista: racista para con mi propia raza.
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