?chele la culpa al inmigrante, es bien f¨¢cil
La pulsi¨®n de defensa de una sociedad conduce a la b¨²squeda de un chivo expiatorio. Es hora de romper la perversa din¨¢mica contra quienes vienen de fuera, y de frenar la explotaci¨®n de los temores que suscitan
Cuentan que un famoso intelectual turco, al ser preguntado sobre por qu¨¦ la UE rechazaba constantemente la integraci¨®n de su pa¨ªs en el bloque europeo, contest¨®, con iron¨ªa: ¡°No s¨¦, ?quiz¨¢s porque somos cabezas de turcos?¡±.
Sus oportunas palabras apuntaban al papel que cumplen las cabezas de turcos o chivos expiatorios, esos seres o grupos humanos (los inmigrantes, por ejemplo) que cargan con una culpa y sufren un castigo por una situaci¨®n de la que no son responsables. Los criterios que designan a un individuo o a un grupo como objetos de la agresi¨®n son concretos y espec¨ªficos, pero necesitan indefectiblemente de una condici¨®n previa: la debilidad e impotencia de la v¨ªctima para defenderse.
A esto se a?ade que los criterios de elecci¨®n del chivo expiatorio responden a pulsiones de defensa que tratan de satisfacer conflictos internos del propio grupo acusador. Estos conflictos que surgen en las relaciones interpersonales o intersociales (en las familias, en las estructuras sociales o en cualquier modelo de agrupamiento) se legitiman a trav¨¦s de la construcci¨®n de ese chivo expiatorio que padece la violencia, simb¨®lica o real.
La expresi¨®n misma ¡°chivo expiatorio¡± deriva de una antigua leyenda hebraica seg¨²n la cual los jud¨ªos expiaban sus pecados transfiriendo su culpa sobre un chivo que transportaban y abandonaban en el desierto (Azazel). Por extensi¨®n, la met¨¢fora hoy se refiere a cualquier sujeto inocente que padece la violencia punitiva de la otredad. Es una representaci¨®n antropol¨®gica universal.
Entre las m¨²ltiples teor¨ªas para analizar este fen¨®meno, destaca la aportaci¨®n de Ren¨¦ Girard, quien elabor¨® una teor¨ªa al respecto en su libro La violencia y lo sagrado. Girard estudia el sentido original de la noci¨®n de ¡°chivo expiatorio¡± como una tendencia inherente al ser humano. En primer lugar, advierte que, en la l¨®gica del chivo expiatorio, se pone de relieve, m¨¢s all¨¢ de la depreciaci¨®n y desvalorizaci¨®n del objeto estigmatizado, una pulsi¨®n de envidia basada en un deseo mim¨¦tico. Es decir, ese anhelo por conseguir el objeto codiciado por otro; un deseo por el deseo del otro (por ejemplo, un puesto de trabajo).En l¨ªnea con la idea de Girard, este rasgo inherente al ser humano genera una violencia incontrolable en s¨ª misma porque sit¨²a en el coraz¨®n del v¨ªncu?lo social una guerra de todos contra todos, capaz de arrasar cualquier forma de comunidad civilizada. Para limitar esta lucha y controlar el deseo mim¨¦tico, las sociedades han inventado el chivo expiatorio, que carga con esa violencia y la paga con su inmolaci¨®n.?
Ante una crisis profunda se forja la b¨²squeda de un culpable y frente a ¨¦l se reconstituye la solidaridad colectiva
Un ejemplo ser¨ªa el de la figura de Cristo, que asume conscientemente expiar los pecados de los hombres; pero el m¨¦todo m¨¢s corriente en la din¨¢mica de creaci¨®n de los chivos expiatorios es el de la producci¨®n por la sociedad de v¨ªctimas inocentes que encarnan ¡ªsiempre a su pesar¡ª, temporal o eternamente, las debilidades del grupo social que las se?ala.
La necesidad del chivo y del sacrificio surge cuando una sociedad padece una crisis profunda que afecta a su equilibrio interno. Entonces se forja la b¨²squeda de un culpable y frente a ¨¦l se reconstituye la solidaridad colectiva. Toda la historia, antigua y moderna, est¨¢ atravesada por esa pulsi¨®n del sacrificio del otro, tanto para reforzar el v¨ªnculo de una sociedad debilitada como para saciar la violencia mim¨¦tica.?
Los jud¨ªos ocuparon, espiritual y secularmente, el rol de chivo expiatorio en la historia del cristianismo durante siglos. En el imaginario (y desgraciadamente tambi¨¦n con frecuencia en la pr¨¢ctica) han sido sistem¨¢ticamente estigmatizados. Si eran ricos, eran temidos y envidiados por los ricos, que los despreciaban y detestaban; y tambi¨¦n odiados por los pobres, por manejar la circulaci¨®n del dinero. Su cultura les hac¨ªa ser percibidos como malignos; y la solidaridad entre su grupo religioso, en respuesta a la marginaci¨®n padecida, les ha hecho padecer un sinf¨ªn de acusaciones de complots y traiciones. La violencia mim¨¦tica pudo llegar, en una situaci¨®n de crisis parox¨ªstica de la sociedad, hasta el intento de aniquilarlos. El texto que mejor representa esa patolog¨ªa es Mein Kampf, de Adolf Hitler, y el que m¨¢s culpa a los jud¨ªos solo por el hecho de serlo es el ap¨®crifo Los protocolos de los sabios de Sion.
Hoy en d¨ªa, el extranjero, el inmigrante, representa, por varias razones, el chivo expiatorio ideal. Primero, porque la desintegraci¨®n del contrato social ¡ªfruto de la globalizaci¨®n an¨¢rquica actual¡ª desagrega los principales pilares que equilibran la sociedad, agudiza la brecha de desigualdad y acent¨²a la competici¨®n entre los m¨¢s necesitados, creando as¨ª mecanismos conflictivos de deseos mim¨¦ticos. En esta competici¨®n, los inmigrantes est¨¢n desde el principio en situaci¨®n de desventaja por venir de fuera.
De ah¨ª la segunda raz¨®n, autom¨¢ticamente subyacente: la ¡°no pertenencia¡± del inmigrante a la naci¨®n donde vive. Es un outsider percibido como un elemento exterior, ileg¨ªtimo, y por esto el trueno del estigma puede f¨¢cilmente caer sobre ¨¦l. En tercer lugar, al competir con nosotros, codicia nuestra misma condici¨®n. Y eso acaba por cambiar nuestra propia identidad. Aflora entonces la justificaci¨®n de la violencia, al alegar que se trata de evitar la alteraci¨®n de la identidad original. EL PA?S recog¨ªa en sus p¨¢ginas, por ejemplo, el caso de una mujer en Madrid que le recriminaba a un inmigrante: ¡°?Es usted un extranjero!¡±, record¨¢ndole que ¡°?los papeles de nacionalidad se dan pero tambi¨¦n se quitan!¡±. Expresaba una tendencia pesada al racismo instintivo. Pues la explosi¨®n de violencia expiatoria siempre se basa en una visi¨®n salvaje del otro, relacionada con el instinto, no con la raz¨®n. Los mecanismos racionales de esta visi¨®n siempre surgen a posteriori, para tratar de justificar la exclusi¨®n y la necesidad del sacrificio como algo leg¨ªtimo.
Las pulsiones violentas, incentivadas a menudo por los demagogos pol¨ªticos, se reciclan como medidas de protecci¨®n frente a la ¡°amenaza¡± de los inmigrantes, incluso los ¡°legales¡±, que, en el imaginario, resultan tambi¨¦n ileg¨ªtimos.
En el rechazo que la v¨ªctima expiatoria sufre, aparecen siempre huellas del pasado mezcladas con fantasmas modernos, temores que no han sido atajados por la cultura civilizada. El antisemitismo hist¨®rico y el antiislamismo actual atestiguan prejuicios profundos, aunque no siempre conscientes. Se pueden detectar en las burlas, en el humor, en la descripci¨®n misma de los acontecimientos diarios. Las consecuencias de esto son innumerables, tanto para las v¨ªctimas como para la propia sociedad. Para quienes lo sufren, la vida es una batalla diaria que les enfrenta a una constante mirada despectiva. Para la sociedad, esto es a¨²n m¨¢s grave porque debilita el Estado de derecho y emascula culturalmente su identidad.
Por otra parte, la globalizaci¨®n de la econom¨ªa, que incentiva desplazamientos masivos de poblaciones, genera inevitablemente la cosmopolitizaci¨®n de las sociedades. Esto provoca inquietudes, incomprensi¨®n y, a veces, rechazo. En este contexto, los grupos sociales m¨¢s vulnerables en las sociedades europeas pueden percibir la poblaci¨®n que se mueve como intrusos, enemigos en la competici¨®n social.
En el rechazo aparecen siempre huellas del pasado mezcladas con fantasmas modernos, miedos no atajados
Los partidos pol¨ªticos nacionalpopulistas se han especializado en la manipulaci¨®n de estos temores. Su ret¨®rica gira en torno de ideas simples, primitivas y tremendamente eficaces: los inmigrantes ¡°quitan¡± el trabajo a los nacionales, la porosidad de las fronteras favorece la invasi¨®n migratoria, la UE nos impide actuar, la liberalizaci¨®n de los usos destruye nuestros valores, etc¨¦tera.
Es altamente significativo que Marine Le Pen en Francia y Matteo Salvini en Italia, tras la aprobaci¨®n del pacto sobre la inmigraci¨®n europeo, proclamaran a voz en grito que es un ¡°?pacto con el diablo!¡±. Redundaban as¨ª en el traslado de afectos negativos hacia los inmigrantes, una liberaci¨®n, sin tab¨²es, de la instancia represiva que provoca inmediatamente pasar a la acci¨®n, haciendo fluir, sin inhibici¨®n, la agresi¨®n verbal o f¨ªsica. El nuevo fascismo de hoy en d¨ªa racionaliza estas proyecciones f¨®bicas, utiliza la fragilidad de grupos sociales abandonados ¡ªo que se sienten ninguneados¡ª y oculta las causas reales de esta fragilidad, fomentando sentimientos y explicaciones autocomplacientes, aunque err¨®neas.
El caso franc¨¦s es particularmente elocuente. El partido de Jean-Marie Le Pen naci¨® como fuerza electoral en las elecciones municipales de 1983 a partir de la conjunci¨®n de varios elementos: la crisis (?ya entonces!) del empleo, el desmantelamiento de la industria del autom¨®vil (por el traslado de las plantas de producci¨®n al extranjero), el paro de los inmigrantes que trabajaban masivamente en estas industrias (Renault y Citro?n). Ellos fueron, dicho de paso, los primeros en pagar la ruptura del pacto social. Y a esto se a?ade la existencia de una mirada poscolonial conflictiva sobre ellos, por ser a menudo magreb¨ªes. Por otro lado, la construcci¨®n europea fue presentada como un peligro que minar¨ªa la identidad nacional y banalizar¨ªa la grandeza de la naci¨®n en una Europa vulgarmente mercantil.
Con estos ingredientes prosper¨® la ret¨®rica neofascista francesa, que ha sido perfeccionada y depurada de su racismo m¨¢s grosero por Marine Le Pen, hija del fundador. El Frente Nacional se ha convertido as¨ª en el primer partido obrero de Francia, y se acerca cada vez m¨¢s al poder pol¨ªtico y, sobre todo, ?menuda victoria!, sirve de referente a toda la extrema derecha europea.
La misma topograf¨ªa cabe aplicar a Alemania con: el choque de la crisis del euro, atribuida a la prodigalidad de los pa¨ªses europeos del sur; la crisis larvaria de integraci¨®n de los alemanes del Este; el aumento de la pobreza (m¨¢s de 10 millones ocultos en la pr¨®spera Alemania); y la llegada de los refugiados. Estos son los componentes inflamables que Alternativa para Alemania (AfD) utiliz¨® sin escr¨²pulos, cargando primero contra Europa, y ahora haciendo hincapi¨¦ en el rechazo a los inmigrantes en general y a los musulmanes en particular.
En Italia, la confluencia de los efectos negativos de la pol¨ªtica de austeridad con las cifras de desempleo, la llegada masiva de refugiados y la desagregaci¨®n del sistema de partidos (que se remonta a la irrupci¨®n de Berlusconi en el campo pol¨ªtico en los a?os noventa) provoca el auge populista de Movimiento 5 Estrellas. Y acaba desembocando en la victoria de la extrema derecha lombarda, que manipula al chivo expiatorio de la inmigraci¨®n desde hace d¨¦cadas.
Del caso espa?ol no cabe aventurar mucho todav¨ªa. Es el pa¨ªs m¨¢s tolerante de la Europa actual, pero la ola de nacionalismo que se est¨¢, poco a poco, desatando ¡ªy que se nutre de micronacionalismos y de la crisis del Partido Popular¡ª puede tener consecuencias incontrolables en una sociedad democr¨¢tica joven, con un modelo estatal original que no siempre es objeto de consenso. Frente a los inmigrantes ¡ªen especial los de confesi¨®n musulmana¡ª se activan sentimientos religiosos y viejos prejuicios, convirti¨¦ndolos en objetivos f¨¢ciles para ocupar el rol de chivo expiatorio.
Se podr¨ªa ampliar el n¨²mero de ejemplos (Pa¨ªses Bajos, Austria, Hungr¨ªa, Polonia, etc¨¦tera), pues en todos estos pa¨ªses entra en funcionamiento el mismo mecanismo: se culpa a la inmigraci¨®n, a la UE, se denuncia la p¨¦rdida de valores. En el fondo, estos movimientos nacionalpopulistas saben, cualquiera que sea su programa, que esta es la v¨ªa m¨¢s r¨¢pida de conquistar el poder.
Est¨¢ claro que el estancamiento de la construcci¨®n europea hoy y la ausencia de pol¨ªticas capaces de generar esperanza y solidaridad en la identidad colectiva dejan v¨ªa libre a una propaganda ¨¢cida de todo tipo, que desemboca en sublevaciones sociales espor¨¢dicas, bajo la forma de chalecos amarillos a la francesa o, desgraciadamente, vestida con las camisas del nuevo fascismo.
Frente a la fabricaci¨®n del chivo expiatorio de la inmigraci¨®n, hay tres aspectos que llaman con urgencia a la acci¨®n. Se debe buscar el consenso m¨¢s amplio posible entre las fuerzas democr¨¢ticas para proteger el Estado de derecho amenazado por el nuevo fascismo. La idea en la que debe basarse este consenso es que la inmigraci¨®n es un hecho social, no un asunto pol¨ªtico, que debe gestionarse teniendo en cuenta las necesidades econ¨®micas y los derechos y deberes. La inmigraci¨®n debe salir del campo pol¨ªtico, y esto es algo imperativo para evitar as¨ª herir la identidad colectiva. Es tambi¨¦n imprescindible apostar por una pol¨ªtica educativa que favorezca, en el respeto de los valores de la sociedad de acogida, el encuentro identitario y la creaci¨®n de un nosotros com¨²n. Por ¨²ltimo, hay que vigilar la deontolog¨ªa de los medios de comunicaci¨®n, por el papel que ostentan en la construcci¨®n del imaginario colectivo. Estos son desaf¨ªos dif¨ªciles, pero valen la pena, porque se trata de defender la humanidad de todos.?
Sami Na?r es fil¨®sofo y polit¨®logo, autor de ¡®Refugiados, ante la cat¨¢strofe humana, una soluci¨®n real¡¯ (Cr¨ªtica).
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