Agua de lluvia
Hoy la mayor¨ªa de las pel¨ªculas no dejan poso, adem¨¢s de por carecer de ¨¦l, porque se consumen sin ritual
Se cuenta que hay bastantes enfermos de Alzheimer que disfrutan viendo a diario Cantando bajo la lluvia. Su laguna de memoria les permite ver esa pel¨ªcula una y otra vez como si fuera, en cada ocasi¨®n, la primera. Un placer que se debe asemejar a cuando de ni?o, y por tanto tambi¨¦n sin memoria, descubres Cantando bajo la lluvia. Los especialistas cognitivos dicen que el tama?o y las condiciones de la proyecci¨®n son fundamentales para sustentar el recuerdo. Hoy la mayor¨ªa de las pel¨ªculas no dejan poso, adem¨¢s de por carecer de ¨¦l, porque se consumen sin ritual. El ritual de ir al cine comprend¨ªa el viaje en metro, la compa?¨ªa familiar, el proceso de acceso a la sala, la dimensi¨®n de la pantalla. Al disminuir el esfuerzo y renunciar a la combinaci¨®n de sala oscura e irrupci¨®n del haz de luz m¨¢gica, la impronta sobre el espectador es m¨¢s reducida. As¨ª que quiz¨¢ descubrir hoy en d¨ªa Cantando bajo la lluvia tenga poco de experiencia inolvidable. El tiempo lo dir¨¢. Pero para varias generaciones desde su producci¨®n en 1952 ha significado una explosi¨®n irracional de euforia, de encantamiento, de deseo de vivir.
Su director, Stanley Donen, muri¨® este fin de semana. La codirigi¨® con su protagonista, Gene Kelly. Eran ¨ªntimos y estaban amparados bajo la unidad de producci¨®n de Arthur Freed en la Metro. Entonces un estudio de cine combinaba jefes financieros con productores creativos. Freed hab¨ªa sido compositor de canciones con Herb Brown y encarg¨® a los guionistas Betty Comden y Adolph Green que tejieran con las piezas de su cat¨¢logo una historia coherente. Es curioso que uno de los mayores gozos de la historia del cine tomara como idea germinal una de las tragedias de ese mismo negocio, la ca¨ªda en desgracia del gal¨¢n del cine mudo John Gilbert. Al parecer, cuando pronunciaba en una de sus primeras pel¨ªculas habladas, His Glorious Night, su intenso mon¨®logo de ¡°Te quiero, te quiero, te quiero¡±, el p¨²blico se mofaba de la sonoridad rid¨ªcula de aquel formato naciente. Alcoholizado y roto, el gal¨¢n de la Metro no tardar¨ªa en morir. La transici¨®n al sonoro sirvi¨® de base argumental, pero fue la coreograf¨ªa de la antigua canci¨®n Cantando bajo la lluvia la que gener¨® el momento ic¨®nico por el cual el amor, la lluvia y el silbar se asociaron para siempre a las experiencias emocionales de millones de personas.
Dicen que Stanley Donen ten¨ªa un coj¨ªn en casa que dec¨ªa: ¡°Come, bebe y vu¨¦lvete a casar¡±. ?l lo hizo cinco veces, y aun cumplidos los 90 viv¨ªa con la genial c¨®mica Elaine May porque re¨ªr juntos es lo m¨¢s parecido a hacer el amor. Ella le regal¨® una medallita para que llevara al cuello por si se perd¨ªa por la calle que dec¨ªa: ¡°Devolver a Elaine May¡±. Donen hizo pel¨ªculas geniales. Algunas de ellas hoy estar¨¢n prohibidas por la liga de la moralina. Pero las que mejor le salieron carecer¨¢n de efectos euforizantes si no se consumen de la manera adecuada. Stanley Donen fue un core¨®grafo de la alegr¨ªa. Puso en escena elementos intangibles que se interiorizan para siempre y convierten al espectador en un buscador de cl¨ªmax. En los miles de instantes en que uno necesita confundir la realidad con la ficci¨®n, Cantando bajo la lluvia renace de entre los recuerdos imborrables y silbar es entonces una ¨ªntima apoteosis. No lleg¨® a ser Leonardo da Vinci, como pretend¨ªa, pero Donen leg¨® a la humanidad un regalo inmarchitable que a¨²n agradecemos como el agua de lluvia.
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