?A veces el coraje no tiene recompensa?
Hace 80 a?os, una abigarrada multitud de fugitivos, entre ellos el poeta Antonio Machado, cruzaron la frontera hacia Francia. La democracia y la libertad por la que lucharon se ha asentado en Espa?a
Por estas fechas hace 80 a?os, entre mediados de enero de 1939 y finales de febrero, cerca de medio mill¨®n de espa?oles cruzaron la frontera francesa. Conformaban una abigarrada multitud de fugitivos que llenaba todas las carreteras que conduc¨ªan al pa¨ªs vecino. Una marea humana. Nunca Espa?a, en su larga historia de migraciones, hab¨ªa conocido un ¨¦xodo de tales dimensiones.
Todas las v¨ªas y caminos comarcales que conduc¨ªan a la frontera francesa se atiborraron de gente. La mayor¨ªa iban a pie, pero tambi¨¦n abundaban los m¨¢s diversos medios de transporte, camionetas, coches, veh¨ªculos militares, ambulancias, carros, mulas, caballos... Muchos de los fugitivos eran soldados con una manta enrollada y cruzada en banderola y sus fusiles al hombro. Otros muchos eran civiles, ancianos caminando con dificultad, llevando a un ni?o de la mano, j¨®venes mujeres con peque?os en brazos, algunos mutilados apoy¨¢ndose en muletas.
Derrotados, agotados por las duras jornadas vividas, desmoralizados, hostigados por la aviaci¨®n franquista, italiana y alemana, que en vuelos rasantes, atac¨¢ndoles por la espalda, les ametrallaba sin piedad. Caminaban acogidos a un tenso silencio, tan solo roto por el alboroto y la estampida que ocasionaban los ametrallamientos de la aviaci¨®n. Se sab¨ªan derrotados pero tambi¨¦n que hab¨ªan luchado por una causa justa. Su caminar quer¨ªa ser apresurado, sent¨ªan prisas empujadas por el p¨¢nico que se hab¨ªa propagado tras recibir la noticia de la ca¨ªda de Barcelona y de las brutales represalias, pero resultaba ralentizado por el embotellamiento de fugitivos y veh¨ªculos en las carreteras.
Todo estaba perdido. Se trataba de escapar como fuera. Era una huida ca¨®tica, masiva, improvisada
Todo estaba perdido. Se trataba de escapar como fuera. J¨®venes soldados, impacientes, abandonaban las carreteras por las que era dificultoso avanzar y optaban por trochas rurales que ascienden por las monta?as. Era una huida ca¨®tica, masiva, improvisada. El objetivo era alcanzar cuanto antes la frontera francesa donde esperaban protecci¨®n. Tardar¨ªan varios d¨ªas en llegar a territorio franc¨¦s.
Se tomaron algunas fotograf¨ªas que documentan aquella descomunal cat¨¢strofe. Est¨¢n reproducidas en libros como el de Antonio Vilanova, Los olvidados; el de Genevi¨¨ve Dreyfus-Armand, L¡¯exil des r¨¦publicains espagnols en France, o el de Ian Gibson, Ligero de equipaje. En ellos vemos soldados republicanos avanzando por una ladera nevada de los Pirineos; hombres con un hatillo al brazo y un peque?o de la mano o sobre los hombros; hombres con maletas y de la mano un ni?o sin una pierna, con muleta; una apretada muchedumbre en Le Perthus; mujeres con maletas y cr¨ªos; un cami¨®n cargado con un ca?¨®n, rodeado de fugitivos; una columna de soldados republicanos cruzando un puente, ya en la frontera; joven mujer con ni?os tapados con mantas; columna de camiones sobre los que viajan hombres cubiertos con mantas; montones de fusiles entregados, ya en suelo franc¨¦s, por los soldados republicanos espa?oles bajo la mirada de gendarmes franceses...
Entre aquellos fugitivos iba el poeta Antonio Machado. Las autoridades republicanas le hab¨ªan facilitado un coche en el que viajaba con su anciana madre, su hermano Jos¨¦ con su mujer y alg¨²n otro amigo. La ¨²ltima noche que el poeta pas¨® en Espa?a lo hizo en la cocina de una mas¨ªa situada entre Orriols y Viladasens. Su hermano Jos¨¦ describi¨® meses despu¨¦s, en el exilio, aquella ¨²ltima aciaga noche que pasaron en suelo espa?ol:
Ya en territorio franc¨¦s, un viejo coche recogi¨® al poeta y a su familia y los condujo a Collioure
¡°El Poeta, en esta noche de horrible pesadilla, parec¨ªa una verdadera alma en pena entre aquella desasosegada multitud. Miraba en silencio aquellos diversos corrillos que se hab¨ªan formado aqu¨ª y all¨ª... El alba nos iba a encontrar a todos mucho m¨¢s viejos que cuando llegamos... En aquella noche demoniaca entraban y sal¨ªan milicianos con sus mantas y fusiles, cargados adem¨¢s con grandes ramas para revivir el fuego, ya casi extinguido. El fr¨ªo del amanecer se sent¨ªa hasta la m¨¦dula de los huesos... El Poeta, entumecido y agobiado, guardaba el m¨¢s profundo silencio vi¨¦ndose rodeados de todas estas gentes que, como en una ¨²ltima oleada de un baile infernal y en un postrer espasmo de movimiento, recog¨ªan sus pobres bagajes de maletas, sacos y bultos de las m¨¢s extra?as formas, para seguir el triste camino del destierro¡±.
Los ¨²ltimos 500 metros antes de llegar a la frontera, Machado y sus familiares tuvieron que hacerlos a pie, porque la aglomeraci¨®n era tal que imped¨ªa avanzar a los veh¨ªculos. Era una pendiente atroz. Ya en la l¨ªnea fronteriza siguieron agolpados entre miles de refugiados. Los gendarmes franceses, desbordados, actuaban con gran dureza. Ya en territorio franc¨¦s, un viejo coche recogi¨® a Antonio Machado y a su familia y los condujo a Collioure, una localidad del litoral. All¨ª, se instalaron en la Pensi¨®n Quintana. A los pocos d¨ªas fallecer¨ªan, rotos de tristeza, la madre y el hijo.
Al evocar ahora aquellas dram¨¢ticas escenas de la Espa?a derrotada, me viene a la memoria lo que dijera Albert Camus sobre la guerra civil espa?ola: ¡°Fue en Espa?a donde mi generaci¨®n aprendi¨® que uno puede tener raz¨®n y ser derrotado, golpeado; que la fuerza puede destruir el alma y que, a veces, el coraje no tiene recompensa¡±.
Pero la Historia sigui¨® su curso y, a la vista de la Espa?a de hoy, no podemos asegurar que el coraje de aquellos combatientes republicanos no consiguiera a largo plazo sus objetivos. Ochenta a?os despu¨¦s de aquel desastre, la democracia y la libertad por la que aquellos fugitivos hab¨ªan luchado se ha asentado en nuestro pa¨ªs. El fascismo y el totalitarismo que inspiraron a los vencedores de entonces, pronto qued¨® derrotado en Europa, y tard¨ªamente, tras la muerte de Franco, en Espa?a. Y aunque ahora, en estos ¨²ltimos a?os, se hayan producido retrocesos en la calidad de nuestra democracia, y aunque perduren sectores de la sociedad espa?ola, residuales pero ruidosos, que se resisten a condenar el franquismo, a eliminar todo reconocimiento y homenaje a sus protagonistas, a retirar sus s¨ªmbolos y dar una justa satisfacci¨®n a las demandas de las v¨ªctimas, de ese combate tambi¨¦n saldr¨¢ victoriosa la democracia. Aunque con r¨¦moras, esa victoria ya est¨¢ ocurriendo. El retardo de ese logro supondr¨¢ el creciente desprestigio y bald¨®n de las fuerzas pol¨ªticas, y de las autoridades religiosas, que siguen amparando a los nost¨¢lgicos del franquismo.
F¨¦lix Santos es periodista y escritor.
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