A todas las feministas
Para serlo hace falta mucho esfuerzo, mucho arrojo y mucho valor
Dicen que cuando llegas al feminismo abres una puerta hacia un camino que no tiene retorno. Te plantas unas gafas de color morado con las que ves la realidad de las mujeres m¨¢s n¨ªtida y aumentada. Como aquellas gafas de cart¨®n que te repart¨ªan en los cines 3D. Como aquellas im¨¢genes que solo ve¨ªas en tres dimensiones si bizcabas un poco los ojos. Y aun as¨ª solo unos pocos acertaban a enfocar.
Para ser feminista hace falta no solo poder. Tambi¨¦n hace falta querer. O quiz¨¢s es al rev¨¦s. Porque es algo m¨¢s dif¨ªcil que plantarte unas gafas de cart¨®n.
Para ser feminista tienes que sentarte y escuchar lo que las feministas vieron antes de que t¨² te pararas a pensar: toda una deconstrucci¨®n de la realidad. Una realidad que, tras sus palabras, se convierte en distop¨ªa.
Para ser feminista hay que abrir la mente y ser capaz de reflexionar y cuestionar sobre todo lo que hasta ahora hab¨ªas dado por cierto. Y una vez hecho esto, volver la mirada hacia atr¨¢s y aceptar que algunas cosas que te contaron no eran exactamente as¨ª. Ni remotamente parecidas.
Para ser feminista hay que hacer un enorme esfuerzo mental para revisar todos y cada uno de los valores y creencias con los que creciste, que cimentaron la imagen que, entre todos, hicieron de ti. Y desprenderte de algunos y abrazar otros.
Para ser feminista hay que revisar todos y cada uno de los estereotipos, a trav¨¦s de los cuales tu entorno personal, familiar y social te explic¨® en qu¨¦ consist¨ªa el mundo. Un esfuerzo que entre muchas otras cosas te obligar¨¢ a enfrentar la inconveniencia de muchas de las decisiones que t¨² misma tomaste, en principio, con toda tu libertad.
Para ser feminista hay que mirar de una manera nueva a las mujeres de tu vida; de lado, y no de frente. Pensarlas como aliadas y no como rivales. Mirarlas por lo que suman, y no por lo que restan. Recordarlas con su luz, y no como sombra. Y venerarlas como hero¨ªnas y no como sirvientas.
Para ser feminista hace falta mucho esfuerzo, mucho arrojo y mucho valor.
Y cuando has franqueado la puerta que separa tu g¨¦nero de tu sexo, ya nada, nunca m¨¢s, vuelve a ser igual. A partir de ese momento la horma en la que hab¨ªas crecido, a la que te hab¨ªas adaptado; la horma en la cual hab¨ªas depositado tu pasado y tu presente, de repente ya deja de servir.
Cuando ya eres feminista tus contadores se ponen a cero y empiezas nuevamente a vivir y observar el mundo con otra mirada, con otra luz y con otro sentido.
Cuando ya eres feminista, el precio que has pagado por revisar tu pasado, tus valores y tu cultura¡.
El enorme precio que has pagado por quedarte hu¨¦rfana de una parte de ti, por alejarte de un mundo que era el tuyo, de muchas personas que eran tu entorno, y de muchas palabras que eran tus recuerdos, lo ganar¨¢s al saberte ¨²nica, al saberte fuerte, al saberte libre, y parte de un ej¨¦rcito de mujeres y hombres poderosos y valientes que caminan a tu lado, que te aceptan como eres, que te apoyan y te cuidan y te ayudan a construir un mundo mucho m¨¢s acorde y mucho m¨¢s justo para la mitad de la humanidad. Y te sentir¨¢s enormemente orgullosa de ello.
Y todo eso solo lo podr¨¢s entender cuando seas feminista.
Esta tribuna es una colaboraci¨®n de un lector en el marco de la campa?a ?Y t¨² qu¨¦ piensas?. EL PA?S anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas ser¨¢n seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicaci¨®n.
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