La bipolaridad de Puigdemont
Sab¨ªamos ¡ªeste diario lo public¨® hace mucho¡ª que el lehendakari Urkullu trat¨® de facilitar en 2017 la interlocuci¨®n entre el presidente Mariano Rajoy y el president Carles Puigdemont.
Pero ayer abrum¨®, sobrio y contundente, con su detalle sobre esa tentativa de recomponer los puentes de di¨¢logo, a¨²n rechazando el calificativo de ¡°mediador¡±.
Lo hizo en reuniones y contactos v¨ªa m¨®vil con Rajoy el 19 de julio; el 21 de septiembre; el 4 de octubre. Formaliz¨® hasta ¡°cuatro o cinco propuestas¡± de ¡°distensi¨®n¡±. La ayuda inicial se la hab¨ªa pedido el hoy fugitivo de Waterloo.
Urkullu jur¨® que ¡°en ning¨²n caso¡± su colega catal¨¢n le puso ¡°como condici¨®n el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n¡±. Rajoy era ¡°renuente¡± a todo ¡°lo que pudiese interpretarse como que traspasaba los l¨ªmites de la Constitucion¡±, precis¨®.
¡°Pero en ning¨²n caso hablamos de autodeterminaci¨®n¡±, insisti¨®. El aludido hab¨ªa confesado la v¨ªspera esa actitud a medias prudente, a medias reticente. Mariana.
Pero la versi¨®n del vasco contrapunteaba la ofrecida por la exvicepresidenta, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa. Ella se reuni¨®, relat¨®, con el vice catal¨¢n, Oriol Junqueras, en tres ocasiones.
Aunque este ¡°no quiso abordar otros temas que no fueran el refer¨¦ndum¡± y ¡°yo me negu¨¦ a hablar de ello, porque uno no habla sobre lo que no tiene capacidad de disposici¨®n¡±. Ning¨²n Gobierno ¡°puede disponer¡± de la soberan¨ªa nacional, remat¨®.
Claro que la memoria de Santamar¨ªa result¨® selectiva. Olvidar¨ªa que mantuvo al menos otra reuni¨®n, en primavera, con otro miembro del Govern ¡ªun almuerzo en la Moncloa¡ª, en la que debati¨® un plan de reconducci¨®n de la cuesti¨®n catalana.
Era el llamado plan Molins (por el exdiputado Joaquim, que lo elabor¨®), con reformas o ajustes de la Constituci¨®n y del Estatut y un voto de autogobierno ¡ªnada de autodeterminaci¨®n¡ª a los cinco a?os. Todo dentro del marco constitucional.
En este asunto Urkullu exhibe credibilidad. No en vano catalaniz¨® Euskadi mientras sus colegas Artur Mas y Puigdemont euskaldunizaban Catalu?a. As¨ª, si sus datosson exactos, el relato tradicional del Gobierno del PP sobre los ultim¨¢tums de la Generalitat queda matizado. El gancho hist¨®rico de la secuencia es notable.
Pero ?qu¨¦ impacto judicial tiene eso? Uno menor, pero gozoso, el pasmo del acusador del partido ultra, que pidi¨® el testimonio de Rajoy y no le aprovech¨® en nada.
Otro, sustantivo para los procesados: retrata voluntad de di¨¢logo. Y la inexistencia de una condici¨®n previa para el mismo (en el plano, digamos, diplom¨¢tico): el referer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n.
Ello descafe¨ªna en principio el factor del unilateralismo. Y sin ese factor poca rebeli¨®n podr¨ªa articularse.
Ahora bien. No hay dos sin tres. Mientras Puigdemont lanzaba a propios y amigos a negociar en serio, ¨¦l clamaba ¡°refer¨¦ndum o refer¨¦ndum¡±, por las buenas (pactado) o las bravas (unilateral). Esta bipolaridad discursiva (que no cognitiva) no beneficia, ay, a quienes fueron los suyos.
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