Repolitizar el centro
Se abre la posibilidad de un nuevo espacio alejado de los extremos: muchos ciudadanos empiezan a pedir moderaci¨®n
La l¨®gica demosc¨®pica hace que contemplemos los espacios de oportunidad pol¨ªtica como esa porci¨®n electoral que las encuestas atribuyen a los partidos, como si hubiera un encaje natural entre los contendientes y los votantes en funci¨®n de los porcentajes que atribuyen los sondeos. Esta idea contrasta con aquella famosa met¨¢fora futbol¨ªstica de Errej¨®n para explicar la irrupci¨®n de Podemos: ¡°A m¨ª, de peque?o, me encantaba Laudrup, un jugador del Real Madrid que no es que hiciera pases en los huecos que ya exist¨ªan, sino que los inventaba: daba pases fabricando espacios¡±. Existen pol¨ªticos que adaptan pasivamente sus estrategias a los quesitos que marca la demoscopia, mientras otros disputan el terreno de juego de la contienda pol¨ªtica. Y a eso le llamamos liderazgo.
Los terremotos pol¨ªticos de nuestra era han liberado una enorme energ¨ªa contenida en forma de ira, y parece que la posici¨®n m¨¢s c¨®moda para los partidos es situarse en los extremos de la polarizaci¨®n que aquella furia provoca. Ese movimiento pendular que estimula la rabia ciudadana ofrece facilones incentivos para desplazarse hacia los lindes del tablero. La pregunta es si existe la posibilidad de que el p¨¦ndulo regrese al centro, pues sabemos bien que, cuando los movimientos extremos impactan contra la realidad, tienen un problema de ejecuci¨®n. Trump no puede construir su muro; el Brexit no ha devuelto el control a Reino Unido; la Rep¨²blica de Puigdemont no existe y la ira de los chalecos amarillos produce monstruos propios. Curiosamente, estos escenarios abren la posibilidad de un nuevo espacio alejado de los extremos: muchos ciudadanos empiezan a pedir moderaci¨®n.
Lo vemos en Francia con la subida de la popularidad de Macron, y en Europa, donde su grupo parlamentario ser¨¢ la pieza clave para el reparto de poder en Bruselas. Lo fascinante es que no es el centro del debate tecnocr¨¢tico precrisis el que Macron est¨¢ abriendo con fuerza: su discurso siempre ha sido pol¨ªticamente en¨¦rgico, aunque lidere el espacio de la moderaci¨®n. Lo que lo distingue es su capacidad para leer la cr¨ªtica populista y dar una respuesta pol¨ªtica, aprovechar el potencial del descontento para evidenciar las grietas del sistema y dar un paso que el populismo no puede hacer: reaccionar pol¨ªticamente para curar esas heridas. Frente a la emoci¨®n demag¨®gica, Macron opone una raz¨®n politizada que en ning¨²n caso pretende volver a esquemas tecnocr¨¢ticos pasados. Es, de hecho, un centro con mucho discurso. No sabemos si triunfar¨¢, pero al menos tenemos una cosa clara: hay l¨ªderes que aprovechan la polarizaci¨®n para explorar otros espacios pol¨ªticos, y luego est¨¢n los arribistas que se dejan arrastrar por la corriente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.