El se?or de los anfibios
El investigador espa?ol Ignacio de la Riva ha descrito 70 especies de anfibios entre ?frica y Am¨¦rica, algunas de ellas dadas por desaparecidas
Durante buena parte de 2018 y hasta el 14 de febrero pasado, Romeo, un macho al que se cre¨ªa ¨²nico ejemplar vivo de rana de Sehuencas (Bolivia), tuvo un gran protagonismo medi¨¢tico porque casi in extremis se encontraron varias julietas de su misma especie. Sin embargo, en casi ninguna informaci¨®n se resaltaba el papel de un investigador espa?ol, Ignacio de la Riva, quien encontr¨® y describi¨® la especie a finales del pasado siglo y es testigo directo de uno de los mayores declives recientes del reino animal: el de los anfibios.
¡°En la misma zona de Bolivia en la que descubr¨ª y describ¨ª a la rana de Sehuencas (Telmatobius yuracare) hay otras especies del mismo g¨¦nero que han desaparecido. Se acab¨®. Se describieron a finales del siglo pasado y principios de este y ya se las da por desaparecidas¡±. Ignacio de la Riva, investigador cient¨ªfico del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC), habla del terrible drama que hay detr¨¢s del medi¨¢tico caso de Romeo, con el que, por cierto, se frustr¨® el primer intento de apareamiento con las hembras felizmente encontradas que quer¨ªan que coincidiera con el D¨ªa de San Valent¨ªn.
Ya en 2006, junto a su colega Jaime Bosch tambi¨¦n del MNCN/CSIC, alertaba en EL PA?S sobre la causa de esta devastaci¨®n, un hongo denominado Batrachochytrium dendrobatidis que provoca la enfermedad de la quitridiomicosis. Bosch y De la Riva formaron parte del grupo de investigadores que certific¨® en 1998 el primer caso registrado en Europa. Fue en la sierra de Guadarrama (Madrid), y m¨¢s concretamente en las lagunas de Pe?alara, donde encontraron una anormal ausencia de larvas de sapo partero com¨²n. ¡°El hongo quitridio es m¨¢s pat¨®geno en un rango de temperatura no m¨¢s all¨¢ de los 23 grados, y en Europa afecta sobre todo a especies de monta?a, pero est¨¢ sumamente extendido por el resto de continentes¡±, explica el herpet¨®logo, que tambi¨¦n recuerda que la voz de alarma sobre el declive global de anfibios se dio en 1989, durante el primer Congreso Mundial de Herpetolog¨ªa.
Si en la informaci¨®n de 2006 los anfibios ya aparec¨ªan como la clase de vertebrados con mayor presencia en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza, con el 32% de sus especies dentro de la lista, la situaci¨®n ha empeorado notablemente y ahora son el 41%, y subiendo. Son la clase de vertebrados que m¨¢s especies aporta (551) a la categor¨ªa de ¡°en peligro cr¨ªtico de extinci¨®n¡±, cerca de los peces, que tienen 485, pero con la salvedad de que en el mundo hay registradas unas 30.000 especies de peces y 8.000 de anfibios.
Es raro comenzar a leer las causas de regresi¨®n constante de algunas de estas 551 especies escogidas al azar y no dar en las fichas con las palabras chytrid fungus o chytridiomycosis, t¨¦rminos en ingl¨¦s del hongo y la enfermedad, respectivamente. Ignacio de la Riva, entusiasmado por lo que encontr¨® en su primera visita al lugar del descubrimiento de la rana de Sehuencas y desilusionado con la escasez que hall¨® cuando volvi¨® poco despu¨¦s, se ha dedicado en los ¨²ltimos a?os a investigar esta amenaza. Incluso detect¨® con una de las mayores expertas en la infecci¨®n, Patricia Burrowes, de la Universidad de Puerto Rico, el registro conocido m¨¢s antiguo de la enfermedad.
Ocurri¨® mientras revisaban la colecci¨®n de anfibios correspondiente a la Comisi¨®n Cient¨ªfica del Pac¨ªfico, la principal expedici¨®n cient¨ªfica ultramarina de la Espa?a isabelina, llevada a cabo entre 1862 y 1866, y que cont¨® con seis profesores vinculados al MNCN. ¡°Ah¨ª ya apareci¨® un ejemplar infectado de quitridiomicosis; en concreto lo detectamos en una rana gigante del lago Titicaca de Bolivia que fue capturada en 1863. Antes hab¨ªan aparecido ejemplares con infecciones en Jap¨®n datados en 1901 y en Sud¨¢frica en 1938, por ejemplo¡±, relata De la Riva.
Pero lo que le removi¨® en sus entra?as fue el caso de la zona de Sehuencas, donde encontr¨® al primer ejemplar de Telmatobius yuracare: ¡°en los primeros d¨ªas de enero de 1990 viaj¨¦ con colegas del Museo Noel Kempff de Santa Cruz de la Sierra y dos amigos de Espa?a hacia varios lugares a lo largo de los Andes de Santa Cruz y Cochabamba, entrando en el valle de Sehuencas. Era un exuberante y pr¨ªstino bosque nuboso, donde ning¨²n herpet¨®logo hab¨ªa colectado nunca. En un r¨ªo que cruzaba la carretera, con impresionantes cascadas aguas arriba, uno de mis amigos (Jes¨²s Dorda, tambi¨¦n del MNCN) vio una rana saltando a una peque?a poza¡±.
Era un gran ejemplar macho de lo que De la Riva identific¨® inmediatamente como una nueva especie de Telmatobius. ¡°Nunca hab¨ªa visto ninguna que tuviera tales espinas humerales, que sobresal¨ªan de la parte anterior del brazo¡±. En los meses siguientes, colect¨® nuevos ejemplares y renacuajos en tres localidades distantes entre s¨ª 140 kil¨®metros. En julio de 1990 cont¨® 86 individuos en menos de un kil¨®metro de r¨ªo en una de esas localidades (El Ca?ad¨®n). Y lleg¨® la desilusi¨®n: ¡°era una especie muy com¨²n, pero en otra visita en 1994 no encontr¨¦ nada all¨ª; ni adultos, ni juveniles ni renacuajos ni de esta especie ni de otra nueva que encontr¨¦ igualmente en la primera visita, Telmatobius espadai¡±.
Los anfibios son la clase de vertebrados que m¨¢s especies aporta (551) a la categor¨ªa de ¡°en peligro cr¨ªtico de extinci¨®n¡±
Afortunadamente, el caso de Romeo y sus julietas ha demostrado que quedan ejemplares aislados en al menos otra localidad y que se mantiene un hilo de esperanza para la supervivencia de la rana de Sehuencas. Todo lo contrario que para T. edaphonastes y T. sibiricus, tambi¨¦n descritas por Ignacio de la Riva: ¡°no se han vuelto a ver desde 1998 y 2003, respectivamente¡±. No duda en se?alar a la quitridiomicosis como responsable de esta hecatombe, pero tambi¨¦n denuncia que, al mismo tiempo que el presidente de Bolivia, Evo Morales, se mostr¨® satisfecho con el hallazgo de las julietas, ¡°el valle de Sehuencas est¨¢ siendo destruido por la construcci¨®n de una represa hidroel¨¦ctrica y las infraestructuras que la acompa?an, promovidas por el gobierno boliviano; una contradicci¨®n dram¨¢tica¡±.
En total, este investigador del MNCN ha descubierto y descrito setenta nuevas especies de anfibios, siete de ellas del g¨¦nero Telmatobius entre Bolivia y Per¨². Todo un logro, aunque sigue primando la desaz¨®n cuando lo rememora: ¡°Descubrir especies nuevas para la ciencia y verlas desaparecer ante tus propios ojos es, para un naturalista, algo desolador y deprimente. Lo que est¨¢ ocurriendo con los anfibios y quienes los estudiamos es comparable a viajar al Cret¨¢cico y estudiar dinosaurios justo antes de la ca¨ªda del famoso meteorito que acab¨® con ellos¡±.
De d¨®nde viene y a d¨®nde va la quitridiomicosis
La terrarofilia y el consecuente tr¨¢fico de anfibios como mascota, el uso y traslado de ejemplares entre laboratorios, el comercio para extraer sustancias supuestamente curativas o para determinar el embarazo de las mujeres¡ Son variadas las causas que se aducen como propagadoras de una enfermedad que ataca sobre todo a un ¨®rgano sensible e importante para los anfibios como es su piel, y cuyo registro m¨¢s antiguo data de 1863. Ha sido la extensi¨®n del comercio mundial (el hongo es capaz de sobrevivir incluso fuera del anfibio hospedador, en una planta, en un ave¡) el que ha propiciado la extensi¨®n de la quitridiomicosis.
¡°A principios de los noventa entr¨® en Bolivia la cepa patog¨¦nica asi¨¢tica, una nueva variante que atac¨® a especies de ranas que no hab¨ªan sido afectadas anteriormente. Otro ejemplo son los tritones asi¨¢ticos que se llevaron al centro de Europa y contagiaron a nuestras especies end¨¦micas con otra especie de quitridio¡±, relata Ignacio de la Riva. Estas variaciones y mutaciones hacen muy complicado luchar contra el hongo y la enfermedad. Se han hecho actuaciones puntuales, secando pozas, capturando individuos para tratarlos con fungicidas o mantenerlos a una temperatura a la que el hongo no sobreviva, pero ninguna ha conseguido frenar el declive a escala de poblaciones.
Todos los investigadores tambi¨¦n concluyen que hay otros impactos que coadyuvan, como el cambio clim¨¢tico, que hace a los anfibios a¨²n m¨¢s sensibles y proclives a ser atacados por el hongo. Y por supuesto se citan otras amenazas: destrucci¨®n del h¨¢bitat, contaminaci¨®n del agua e introducci¨®n de peces ex¨®ticos e invasores que devoran sus huevos y larvas.
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