La vela y la caja de chinchetas
La especializaci¨®n del conocimiento, sin embargo, nos conduce a cada uno por los borgianos senderos que se bifurcan
Es un viejo truco de la psicolog¨ªa experimental. Te dan una vela, una caja de cerillas y otra de chinchetas, y te piden que enciendas la vela de modo que la cera no caiga al suelo. T¨² te vuelves loco intentando clavar la vela a la pared con distintas configuraciones de chinchetas y ¨¢ngulos variables. Lo m¨¢s que consigues es que la cera no solo manche el suelo, sino tambi¨¦n el maldito gotel¨¦ de la pared. La soluci¨®n, sin embargo, es tan simple que hasta da verg¨¹enza explicarla: lo que tienes que clavar a la pared no es la vela, sino la caja de chinchetas, para poner la vela encima y convertirla en un recipiente que recoja la cera antes de que arruine el gotel¨¦. Si es que es posible arruinar una ruina.
No te preocupes, casi nadie logra resolver el enigma de la caja de chinchetas, seg¨²n han comprobado repetidamente los psic¨®logos experimentales. Y tambi¨¦n han deducido una explicaci¨®n simple y coherente de esa forma de necedad que padecemos las personas. Se llama ¡°fijaci¨®n funcional¡±, y quiere decir que, cuanto m¨¢s sabemos de algo (una caja de chinchetas), menos pensamos en su naturaleza (un cart¨®n doblado que puede clavarse a la pared) y m¨¢s en su utilidad (un mero envase para las chinchetas). Estar familiarizado con la caja de chinchetas no te facilita resolver el problema de la vela, sino que te lo impide. He aprendido este truco en el ¨²ltimo libro de Steven Pinker, El sentido del estilo; la gu¨ªa de escritura del pensador del siglo XXI, que acaba de publicar Capit¨¢n Swing.
Uno puede aprender un concepto en una definici¨®n de diccionario, pero rara vez llegar¨¢ as¨ª a un entendimiento real de la idea. Los Homo sapiens solemos aprender los conceptos desde abajo, partiendo de los elementos de la experiencia y ascendiendo por una jerarqu¨ªa de abstracci¨®n sucesiva que acaba conformando una idea. De l¨ªneas a pol¨ªgonos a poliedros y, de ah¨ª, a una gram¨¢tica de las formas. De notas a melod¨ªas a acordes y a la armon¨ªa del Giant Steps de John Coltrane. Del ruido al fonema y la s¨ªlaba, la palabra y la frase y una oraci¨®n que se ramifica de manera recursiva y acaba expresando cualquier concepto imaginable. La magia del lenguaje.
Algunos de los mejores f¨ªsicos te¨®ricos ¡ªlas inteligencias m¨¢s abstractas de nuestro tiempo¡ª han disfrutado metiendo las zarpas en el fondo cenagoso de sus disciplinas. Einstein absorbi¨® hasta la m¨¦dula el electromagnetismo de Maxwell, que tan esencial ser¨ªa luego para formular la teor¨ªa de la relatividad, metiendo las narices en el taller el¨¦ctrico de su t¨ªo. Tambi¨¦n ocurre en la biolog¨ªa. Francis Crick no solo concibi¨® un experimento clave para averiguar la naturaleza del c¨®digo gen¨¦tico ¡ªlo que, por cierto, le arruin¨® unas vacaciones en T¨¢nger¡ª, sino que lo hizo con sus propias manos, en una de las etapas de su vida que ¨¦l consideraba m¨¢s felices.
No es dif¨ªcil inferir moralejas para la vida de este cap¨ªtulo de la ciencia cognitiva. La experiencia cotidiana es f¨¢cil de comunicar porque nos es com¨²n a todos. La especializaci¨®n del conocimiento, sin embargo, nos conduce a cada uno por los borgianos senderos que se bifurcan. Con la suficiente experiencia, un jefe de recursos humanos empieza a ver fuerzas de trabajo en vez de trabajadores, racionalizaci¨®n salarial en vez de facturas de la luz, cajas que solo sirven para guardar chinchetas.
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