Votar en Catalu?a

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha anunciado que no cumplir¨¢ con el requerimiento de la Junta Electoral para que retire los lazos amarillos y las banderas independentistas de los edificios p¨²blicos en Catalu?a, a fin de que las Administraciones cumplan con el deber de neutralidad cuando los ciudadanos son convocados a las urnas. La negativa de Torra ante razones que cualquier representante electo habr¨ªa tomado en consideraci¨®n por propia iniciativa, revela una vez m¨¢s la distancia que media entre la imagen que el independentismo pretende forjar de s¨ª mismo a trav¨¦s de la propaganda, y la realidad del ventajismo desde el que pretende gobernar unas instituciones que son las de Catalu?a, no las de su Catalu?a imaginaria. Quiz¨¢ sus ensue?os previeran para esta que los ciudadanos voten bajo presi¨®n, bajo un bosque de banderas agitadas ante los colegios por comit¨¦s de adictos a su causa. No, desde luego, en la que al amparo de la Constituci¨®n y del Estatut acudir¨¢ pr¨®ximamente a las urnas.

Recordar al m¨¢ximo representante del Estado en Catalu?a que su deber es cumplir y hacer cumplir la ley podr¨ªa parecer ocioso cuando el ¨²nico programa pol¨ªtico de los independentistas es desafiarla. M¨¢s all¨¢ de las consecuencias legales que pueda conllevar su decisi¨®n, est¨¢n las evidencias pol¨ªticas que han vuelto a quedar al descubierto: si hasta ahora los independentistas repet¨ªan que democracia era votar, con su rechazo del requerimiento de neutralidad de la Junta Electoral han matizado que solo es as¨ª en el supuesto de que se vote sobre lo que ellos deciden, y en las condiciones que a ellos les convenga.

La decisi¨®n de Torra no es ajena a la tortuosa ingenier¨ªa jur¨ªdico-legal con la que su predecesor en el cargo, Carles Puigdemont, intenta seguir presente en una sociedad de la que ha desertado, unidos ambos por el est¨¦ril empe?o de mantener vivo en ella el conflicto que crearon y fantasear con que se propague al resto de Espa?a y de Europa. Ambos parecen haber olvidado que, en este empe?o, no es que no cuenten con Europa ni con el resto de Espa?a, salvo los partidos que replican su ultranacionalismo con m¨¢s ultranacionalismo; es que no cuentan tampoco con Catalu?a, porque las urnas habr¨¢n de decidir amparadas por la neutralidad de los poderes que exige la democracia lo que ellos, ante s¨ª y por s¨ª, dan por decidido.

Los independentistas pretenden hacer de las elecciones un instrumento para provocar la par¨¢lisis del Estado. Hay que estar instalado en el desprecio de la democracia para atreverse a proponer a los catalanes semejante programa. Precisamente a los ciudadanos de Catalu?a, a los que un Govern y un Parlament en manos de independentistas no han sido capaces de ofrecer una sola medida para paliar los efectos de una recesi¨®n sin precedentes, una sola ley para garantizar la convivencia en la discrepancia, o un solo nombramiento que garantice el funcionamiento de los organismos p¨²blicos. Solo el conflicto por el conflicto y la par¨¢lisis por la par¨¢lisis, a ver si de este modo consiguen que prenda el odio por el odio.