La nueva ruta del ¡°coche del diablo¡±
China reactiva la legendaria Ruta de la Seda en su expansi¨®n del comercio
Cuenta el novelista y gran escritor de viajes ingl¨¦s Colin Thubron que cuando el ferrocarril se expand¨ªa por Uzbekist¨¢n los perniciosos ra¨ªles ten¨ªan que esquivar la ciudad santa de Bujara y mantenerse a 16 kil¨®metros. La gente de la que un d¨ªa fue la m¨¢s secreta y fan¨¢tica de las ciudades caravana, apuntalada en la firmeza de su desierto contra el tiempo y los cambios, dio por llamar al tren ¡°el coche del diablo¡±. Bujara hab¨ªa sido un punto estrat¨¦gico de la Ruta de la Seda, una red de caminos comerciales que hace dos milenios se fue extendiendo desde China hasta las puertas de Europa, atravesando Asia Central.
Aquel esp¨ªritu alimenta la nueva Ruta de la Seda impulsada por China para desplegar a lo largo de los cinco continentes gigantescas infraestructuras ferroviarias y mar¨ªtimas a trav¨¦s de la cuales viajan colosales contenedores cargados de mercanc¨ªas variopintas. Aunque Espa?a no ha suscrito el memorando para su adhesi¨®n, hace cinco a?os arranc¨® el primer convoy que conectaba la costera metr¨®poli Yiwu con Madrid. M¨¢s de 13.000 kil¨®metros arrastrando a trav¨¦s de China, Kazajist¨¢n, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia y Espa?a toneladas de embalajes repletos de los t¨ªpicos productos que se apilan en los estantes de los todo a cien. Las ricas telas de seda y pashmina, las piedras preciosas, los objetos de fina porcelana o cloisonn¨¦ o las codiciadas especias han sido sustituidas por chillonas fundas de m¨®vil, camisetas baratas con el 7 de CR a la espalda o coladores de pl¨¢stico.
En los talleres de la legendaria Samarkanda se produc¨ªa en tiempos de Tamerl¨¢n el mejor papel del mundo, una t¨¦cnica que, recuerda Thubron, aprendieron de los chinos siete siglos atr¨¢s. Ten¨ªa, adem¨¢s, reputados astr¨®nomos y matem¨¢ticos que estudiaban acimuts y planisferios. Hoy, Samarkanda exhibe para los turistas deslumbrantes c¨²pulas azules de mezquitas, madrasas y mausoleos, encapsuladas y ajenas a la polvorienta y descolorida urbe donde viven, casi escondidos, los uzbekos.
Mientras Espa?a se resiste a entrar, Italia est¨¢ ultimando su incorporaci¨®n al club de la Ruta de la Seda, que ya cuenta con el respaldo de Hungr¨ªa, Grecia, Portugal o Malta. Las locomotoras del proyecto europeo, Francia y Alemania, se mantienen al margen de este febril trasiego, claramente ventajoso para los anfitriones.
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