La democracia era esto
Brexit y Catalexit son los problemas m¨¢s acuciantes para la inmensidad del presente que encaramos los espa?oles. Pero los pol¨ªticos entonan esl¨®ganes con tratamientos simples para problemas complejos
O ya no entiendo lo que est¨¢ pasando o ya pas¨® lo que estaba yo entendiendo¡±. Esta frase del inolvidable intelectual mexicano Carlos Monsivais bien pudiera haberse escrito ahora por cualquier observador de la actualidad pol¨ªtica dom¨¦stica e internacional. Pues casi diez a?os despu¨¦s de su muerte, sigue vigente su aguda visi¨®n de un mundo en el que ¡°si nadie te garantiza el ma?ana el presente se vuelve inmenso¡±. Dicha inmensidad proviene ahora en gran parte de la globalizaci¨®n, que afecta no solo a los flujos financieros sino a la mediocridad pol¨ªtica imperante, el crescendo demag¨®gico y el miedo de las gentes.
Una mirada a la precampa?a electoral y a las declaraciones de nuestros fogosos l¨ªderes basta para comprobar que esa enorme magnitud del momento que vivimos es como la del universo: demasiado grande para las mentes peque?as. Seg¨²n P¨ªo Baroja, el nacionalismo (o el carlismo, ?qu¨¦ m¨¢s da?) es una enfermedad que se cura viajando y leyendo, pero en la ¨¦poca de los grandes jets y la movilidad absoluta lo que muchos gobernantes necesitan es hacer un viaje interior frente al turismo electoral: leer m¨¢s filosof¨ªa y redactar menos tuits. Hay quien puede pensar que las deficiencias de nuestra gobernaci¨®n, tan proclive a la inestabilidad, son peculiares de la raza ib¨¦rica pero no es nuestro caso excepci¨®n sino norma en la oleada de impertinencias, en el m¨¢s puro sentido de la palabra, que a diario tienen que soportar los ciudadanos a cargo de las decisiones de la casta. Fue contra la casta, por cierto, como el nuevo tiempo de la pol¨ªtica comenz¨® a instrumentarse, pero el cartel electoral de Podemos donde se anunciaba que ?L ha vuelto, vendiendo las promesas de futuro como si de un perfume masculino se tratara, sirve para comprobar que la nueva pol¨ªtica, como la vieja, se reduce al egotismo de quienes aspiran al poder.
Otros art¨ªculos del autor
Frente a la insustancialidad de las proclamas, destinadas solo la mayor¨ªa de las veces a meter el dedo en el ojo al contrincante antes que a proponer proyectos de futuro, en los d¨ªas pasados hemos asistido a dos espect¨¢culos televisivos de primer orden, que amenazan con arruinar la audiencia de las plataformas cinematogr¨¢ficas y hasta la de los programas dedicados a las noticias de la entrepierna. Me refiero al debate en los Comunes del Reino Unido sobre el Brexit y a la retransmisi¨®n del juicio contra los separatistas catalanes. Desde Shakespeare no se hab¨ªan escrito guiones tan capaces de expresar las pasiones del g¨¦nero humano como se exhiben en las declaraciones de acusados y testigos de la insurrecci¨®n separatista: la traici¨®n, la mentira, la ambici¨®n, la cobard¨ªa, el miedo, la soberbia, el desd¨¦n y el ensue?o se encarnan en esa sucesi¨®n de confesiones y silencios, de arrogancias y dubitaciones que permiten mantener la tensi¨®n de la obra incluso si la mayor¨ªa de los espectadores dan por hecho que conocen m¨¢s o menos el final. En cuanto al drama representado en el Parlamento brit¨¢nico, el cinismo de los diputados no permite a¨²n descubrir del todo el desenlace, pero empieza a parecerse al de una tragedia griega. Cuando los representantes de la voluntad popular enfatizan que no tienen ni idea de lo que va a pasar en su divorcio con Europa hablan como de un terremoto ajeno a su voluntad, como si el atropellado rosario de decisiones que tomaron la pasada semana, destinado hacer imposible cualquier soluci¨®n, se debiera no a su petulancia sino a las peleas e infortunios de los dioses. Quiz¨¢s por eso la expresi¨®n atormentada de la se?ora May recuerda mucho al gesto desesperado de S¨ªsifo, tantas veces derrotado en su imposible ascensi¨®n a la monta?a.
Aunque muchos no lo sepan Brexit y Catalexit son los dos problemas m¨¢s acuciantes para la inmensidad del presente que encaramos los espa?oles y en no pocas cosas ambos procesos se parecen como un huevo a otro. Hace apenas una semana el presidente S¨¢nchez describ¨ªa con acierto la causa de lo sucedido en el Reino Unido: ¡°Una respuesta sencilla ¡ªs¨ª o no¡ª a preguntas complejas que tienen consecuencias trascendentales... En la campa?a sirvieron todo tipo de exageraciones y mentiras. Se dijo que habr¨ªa recursos adicionales para el Sistema Nacional de Salud; que habr¨ªa acceso al mercado ¨²nico o que decenas de acuerdos comerciales estar¨ªan listos inmediatamente¡¡± A lo mejor, m¨¢s astuto que audaz, pretend¨ªa de paso evocar la cuesti¨®n catalana pero es l¨¢stima que no le hayamos o¨ªdo (al menos no lo recuerdo) palabras ni siquiera similares respecto a la consulta del 1-O, que adem¨¢s de todo lo dicho era ilegal en sus m¨¦todos y en sus fines. En el mismo, art¨ªculo S¨¢nchez trataba de tranquilizar a los espa?oles, desde un cesarismo de andar por casa, asegurando que todo est¨¢ previsto por ¨¦l y su Gobierno para garantizar los derechos e intereses de los ciudadanos a¨²n en el caso de un Brexit duro. Ocultaba, eso s¨ª, que gran parte de las medidas que se proponen en el decreto correspondiente est¨¢n sujetas a un acuerdo de reciprocidad con el Gobierno del Reino Unido, ni negociado ni firmado.
La cuesti¨®n catalana demanda respuestas coordinadas y consensuadas que permitan recomponer la fractura social
Por ignorancia o por perplejidad, el debate sobre cuestiones tan fundamentales permanece ausente de las propuestas que los candidatos enarbolan durante la precampa?a electoral. Si hablamos de Catalu?a cabr¨ªa decir lo mismo, pero con consecuencias considerablemente peores. Aunque abundan las vociferaciones contra los responsables del proc¨¦s y sus compa?eros de viaje, nadie parece ofrecer soluciones de futuro, limit¨¢ndose a entonar esl¨®ganes que proponen de nuevo tratamientos simples para problemas complejos. Cualquiera que sea el desenlace electoral y el personal destino de los rebeldes, la cuesti¨®n catalana, que no es otra que la cuesti¨®n espa?ola, ser¨¢ crucial para nuestra democracia durante al menos una o dos generaciones. Por lo mismo demanda respuestas coordinadas, consensuadas y definidas, que permitan recomponer la fractura del cuerpo social y evitar las consecuencias de la frustraci¨®n de millones de personas. Sucumbieron al espejismo de una posible independencia y se van a dar de bruces contra la realidad del poder y la solidez del Estado democr¨¢tico. Los custodios del mismo est¨¢n obligados, no obstante, a ofrecerles una salida basada en el compromiso y la negociaci¨®n. Nada de esto se vislumbra por el momento. Menos a¨²n tras la espa?olada que mont¨® el se?or Torra el pasado s¨¢bado en la plaza de Cibeles de Madrid. No se puede ser tan cursi cuando se pretende liderar una revoluci¨®n. Y si tuviera algo de seso o de verg¨¹enza renunciar¨ªa como primer representante del Estado en Catalu?a, ya que al fin y al cabo lo quiere destruir.
Estos escenarios de confusi¨®n y agobio, por donde se pasea la facundia de los que mandan y la rabia de los que aspiran a hacerlo, no son exclusivo patrimonio hispano. Mientras Trump se enreda en la construcci¨®n del muro tanto como S¨¢nchez en la exhumaci¨®n de Franco, el sino de Macron se estrella contra los chalecos amarillos, Italia entra en recesi¨®n de la mano del neofascismo, y proliferan la xenofobia y el nacionalismo en una Europa atomizada que no permitir¨¢ a ning¨²n precio un contagio del Brexit en sus ¨®rganos vitales. No pocos empresarios, que presumen de ser los guardianes de la realidad, se horripilan ante la inestabilidad que este panorama supone, aunque por ahora la ineptitud pol¨ªtica no afecta en gran medida al crecimiento econ¨®mico. Espa?a sigue siendo uno de los mejores pa¨ªses para vivir y eso permite al Gobierno sacar pecho y soportar seg¨²n todas las encuestas la lluvia de tomates que se le viene encima. A quienes se quejan de lo imprevisible del porvenir, de las manifestaciones populares y el ruido ambiente, habr¨¢ que recordarles por ¨²ltimo que la democracia era y es esto: un r¨¦gimen de libertades individuales cuyo ¨²nico l¨ªmite permisible es la libertad de los dem¨¢s. De ah¨ª que procure reglamentar conductas sin castigar pasiones. La estabilidad democr¨¢tica la garantiza la solidez de las instituciones frente a los efectos cada vez m¨¢s extendidos de la demagogia de muchos pol¨ªticos. En nuestro caso est¨¢ por ver cu¨¢ndo y c¨®mo se formar¨¢ gobierno despu¨¦s del aluvi¨®n de comicios sobrevenidos, pero mientras aquellas funcionen no importar¨¢n demasiado las veleidades y chorradas que se escuchan en los m¨ªtines. Servir¨¢n solo para demostrar que no sabemos si es que no entend¨ªamos nada de lo que iba a pasar o en realidad ha sucedido ya lo que cre¨ªamos entender que pasar¨ªa.
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