La victoria de la II Rep¨²blica
Es verdad que la democracia de 1931 se llamaba rep¨²blica y la de 1978 se llama monarqu¨ªa, pero lo esencial es que ambas son democracias
HAY UNAS PALABRAS de Antonio Machado que siempre me intrigaron. Las escribi¨® en las postrimer¨ªas de la Guerra Civil, en Barcelona, a punto ya de partir hacia el exilio y la muerte tras haber defendido hasta el ¨²ltimo aliento la II Rep¨²blica. ¡°Esto es el final¡±, anot¨®. ¡°Cualquier d¨ªa caer¨¢ Barcelona. Para los estrategas, para los pol¨ªticos, para los historiadores, todo est¨¢ claro: hemos perdido la guerra. Pero, humanamente, no estoy tan seguro¡ Quiz¨¢ la hemos ganado¡±. ?Qu¨¦ quer¨ªa decir Machado? ?En qu¨¦ sentido pensaba que la rep¨²blica derrotada pod¨ªa haber ganado la guerra? ?O esas palabras terminales eran s¨®lo un voluntarioso intento de dar sentido a tanto espanto, tanta decepci¨®n y tanto sufrimiento?
En Espa?a parece casi imposible reivindicar hoy, al mismo tiempo, la II Rep¨²blica y la democracia actual, o al menos la Transici¨®n, que fue su comadrona. Quien revindica la II Rep¨²blica ¡ªla izquierda¡ª tiende a abominar de la Transici¨®n, y quien reivindica la Transici¨®n ¡ªla derecha, sobre todo¡ª abomina de la II Rep¨²blica. Esto es curioso, porque, aunque es verdad que la derecha o gran parte de la derecha destruy¨® la II Rep¨²blica, tambi¨¦n es verdad que la construy¨®; igualmente curioso es que ahora reivindique una Transici¨®n que, tal y como se produjo, no deseaba, porque supon¨ªa renunciar al poder omn¨ªmodo que hab¨ªa detentado durante 40 a?os y construir una democracia como la que contribuy¨® a destruir en 1936. En cuanto a la izquierda, llama la atenci¨®n que reivindique con fervor excluyente la II Rep¨²blica, una democracia en la que muchos izquierdistas no cre¨ªan, y menosprecie una Transici¨®n que engendr¨® una democracia semejante a la de 1936 y que, tal y como se produjo, sin la izquierda hubiera sido imposible. Es verdad que la democracia de 1931 se llamaba rep¨²blica y la de 1978 se llama monarqu¨ªa, pero lo esencial es que ambas son democracias: es un hecho que ahora mismo la calidad de una democracia no depende de si es una monarqu¨ªa o una rep¨²blica, seg¨²n demuestran algunas de las mejores democracias del mundo, como las escandinavas. En este sentido la democracia de 1978 es heredera de la de 1931, aunque una se llame monarqu¨ªa y la otra rep¨²blica; una heredera mejorada: pese a que la democracia espa?ola figura en cabeza de todos los rankings internacionales de calidad democr¨¢tica, todos sabemos que es una democracia pobre, d¨¦bil e insuficiente, pero quien no sepa tambi¨¦n que es mucho mejor que la de la II Rep¨²blica no sabe lo que es la democracia actual, a pesar de sus muchos defectos, ni lo que fue la II Rep¨²blica, a pesar de sus muchas virtudes. Esto no es triunfalismo baboso, sino terca realidad (y sin conocer la realidad es imposible mejorarla). Una de las cosas que demuestra que la democracia actual es mejor que la de 1931 es que, a diferencia de la de 1931 ¡ªque fue acosada desde el principio por sectores muy poderosos¡ª, la de hoy s¨®lo es cuestionada por minor¨ªas que, de la CUP a Vox, apenas en los ¨²ltimos a?os han cobrado relevancia, y que adem¨¢s critican esta democracia en nombre de la democracia (sea ¨¦sta lo que sea para ellos): ni siquiera Vox, que defiende la herencia del franquismo, se atreve a proponer nada semejante al franquismo como alternativa a la democracia. Este descr¨¦dito casi total de lo que destruy¨® la II Rep¨²blica e instaur¨® una dictadura de 40 a?os, este prestigio de la democracia que encarnaba la II Rep¨²blica y que los republicanos ¡ªcreyeran o no en ella¡ª defendieron en la guerra con las armas, constituye el gran triunfo p¨®stumo de la II Rep¨²blica.
Se dice con frecuencia que la historia la escriben los vencedores; pese a que la frase se haya convertido en clich¨¦, es verdad. Pero con la misma frecuencia se olvida que la derrota de los perdedores debe ser total y absoluta, sin remisi¨®n; la de la II Rep¨²blica no lo fue. Al menos yo apuesto a que, si Machado viviera, no tendr¨ªa ninguna duda: pensar¨ªa que, aunque sea pobre, d¨¦bil e insuficiente, la democracia de hoy es, humanamente, la victoria de la II Rep¨²blica. Y pensar¨ªa que su espanto, su decepci¨®n y su sufrimiento, igual que el de tantos otros republicanos como ¨¦l, hab¨ªan merecido la pena.
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