El muy antiguo crimen de un escritor
Cuesta imaginarlo meti¨¦ndose en broncas, pero Giuseppe Baretti mat¨® a un individuo en Londres e hiri¨® a dos m¨¢s. Y fue pendenciero con la pluma.
ESTE ES UN EPISODIO de hace doscientos cincuenta a?os, relativo a un hombre que naci¨® hace justo trescientos (el 24 de abril de 1719) y que por tanto ya hab¨ªa cumplido cincuenta cuando los hechos tuvieron lugar. Era escritor turin¨¦s, Giuseppe Baretti, pero vivi¨® m¨¢s en Inglaterra, redact¨® algunos textos en la lengua de este pa¨ªs y a veces los firm¨® como Joseph Baretti. Pose¨ªa grandes dotes ling¨¹¨ªsticas, fue autor de un Diccionario Anglo-Italiano y, lo que tiene m¨¢s m¨¦rito, de otro Espa?ol-Ingl¨¦s, ya que ninguno de estos dos idiomas era el suyo original. De esta rara obra de 1778 le consegu¨ª un ejemplar a la Real Academia Espa?ola, que no contaba con ¨¦l en su biblioteca. En 2005, en Reino de Redonda, publiqu¨¦ su mejor libro, Viaje de Londres a G¨¦nova, que pese al t¨ªtulo es sobre todo un largo periplo por Espa?a y quiz¨¢ la mejor descripci¨®n de nuestro pa¨ªs en un periodo esperanzador, el del reinado de Carlos III. Apareci¨® en ingl¨¦s en 1770, y en ¨¦l se percibe a un hombre lleno de curiosidad e inter¨¦s, atento a todo (incluso al vascuence), excelente narrador de an¨¦cdotas y muy perspicaz observador. Parece alguien gentil y desde luego muy culto. La obra, aparte de interesant¨ªsima, resulta simp¨¢tica a todas luces, ben¨¦vola y con humor.
Sin embargo un a?o antes, en octubre de 1769, Baretti mat¨® a un individuo en Londres e hiri¨® a uno o dos m¨¢s. Volv¨ªa de noche por Haymarket cuando una furcia le reclam¨® un vaso de vino con tan malos modos que acompa?¨® la petici¨®n de un golpe que le caus¨® gran dolor. Apenas hab¨ªa luz y Baretti era muy cegato, como se aprecia en el retrato que le pint¨® su amigo Reynolds y en otro: en ambos lee con una lente o a muy corta distancia de la p¨¢gina. Se revolvi¨®, no se percat¨® de que era una mujer y le solt¨® un bofet¨®n. Ella y una colega empezaron a gritar y a insultarlo (¡°cabr¨®n franc¨¦s¡±, lo llamaron, tom¨¢ndolo por tal), y al instante surgieron varios chulos o matones que iniciaron su persecuci¨®n, lanz¨¢ndole golpes que lo derribaron al suelo y le ocasionaron, seg¨²n se comprob¨®, contusiones y magulladuras. Baretti se aterroriz¨®. No era joven y ve¨ªa fatal. No portaba estoque ni bast¨®n, tan s¨®lo una navaja para fruta y dulces con hoja de plata, que nunca hab¨ªa usado m¨¢s que para pelar y cortar. En su huida fue tir¨¢ndoles tajos a sus atacantes. Hiri¨® a uno llamado Patman, y a otro m¨¢s pertinaz, Morgan, lo alcanz¨® cuando ¨¦ste iba a asestarle un buen golpe, acuchill¨¢ndolo en la axila y un par de veces m¨¢s. De resultas de estas aventuradas o azarosas pu?aladas, Morgan muri¨®.
Baretti fue detenido y llevado a juicio. Al ser italiano, ten¨ªa derecho a que seis de los doce jurados que pronunciar¨ªan el veredicto fueran compatriotas suyos, pero renunci¨® a ¨¦l ¡°por su honor¡± y permiti¨® que todos fueran ingleses. Los testigos de la reyerta ¡ª¡°unos rufianes¡±¡ª cargaron las tintas contra ¨¦l. Pero Baretti era muy querido por las luminarias de la ¨¦poca. Entre sus amistades se contaban el famos¨ªsimo Doctor Samuel Johnson, el legendario actor Garrick, el mencionado pintor Reynolds, el popular novelista Goldsmith, el ensayista Edmund Burke y algunos Miembros del Parlamento. Todos testificaron a su favor, no porque hubieran presenciado la trifulca, claro est¨¢, sino porque lo conoc¨ªan de antiguo y lo consideraban persona ¡°humanitaria, pac¨ªfica, benigna, preocupada por las condiciones de los pobres, de car¨¢cter tan amable como estudioso¡±; incapaz de buscar camorra, nada dado al alcohol ni a frecuentar prostitutas. Si Baretti sal¨ªa absuelto, todo habr¨ªa terminado. Si culpable, ser¨ªa ahorcado dos d¨ªas despu¨¦s. En vista del aspecto inofensivo del hombre de letras, y de las declaraciones favorables de tantos talentos y eminencias, se dictamin¨® que hab¨ªa actuado en defensa propia y se lo absolvi¨®. Pudo continuar con su vida veinte a?os m¨¢s, hasta 1789, cuando muri¨® a los setenta, en el Londres que lo acogi¨®.
Obviamente, vayan ustedes a saber. El relato del incidente nos ha llegado sobre todo a trav¨¦s del interesado, que se lo cont¨® por carta a sus hermanos de Tur¨ªn, adem¨¢s de narrarlo durante la vista. Las versiones de los asaltantes andan m¨¢s perdidas. No cabe duda de que el escritor gozaba de amistades influyentes, gente de peso en la sociedad londinense. Tambi¨¦n es cierto que cuesta imaginarlo meti¨¦ndose en broncas, con su talante afable del Viaje de Londres a G¨¦nova, su medio siglo de vida, su paup¨¦rrima vista y sus aficiones eruditas. Como ¨¦l adujo, el ¡°arma¡± con la que mat¨® a aquel Morgan no estaba concebida como tal arma, ni ofensiva ni defensiva, simplemente era algo que mucha gente llevaba encima en Europa continental, pues en algunos pa¨ªses no estaba bien visto colocar cuchillos sobre la mesa. Eso s¨ª, Baretti era al parecer pendenciero con la pluma. Se vio envuelto en pol¨¦micas, tanto en Inglaterra como en Italia. Y hasta acab¨® peleado con su gran amigo el Doctor Johnson, poco antes de la muerte de ¨¦ste, porque el chinchoso Doctor se burl¨® por haber perdido Baretti una partida de ajedrez contra un tahitiano que hab¨ªa tra¨ªdo a Londres, tras una de sus expediciones, el tambi¨¦n celeb¨¦rrimo Capit¨¢n Cook. Picajoso ten¨ªa que ser el turin¨¦s.
La conexi¨®n de todo esto con la actualidad, quiz¨¢ un domingo pr¨®ximo, si a ustedes les parece bien.
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