Construir la paz es m¨¢s dif¨ªcil que silenciar los fusiles
El expresidente de Colombia, cuyo Gobierno forj¨® un hist¨®rico acuerdo con las FARC, reflexiona sobre los retos pendientes a los que hace frente el pa¨ªs
Las elecciones de 2018 fueron la mejor prueba de los cambios que hoy vive Colombia. Hubo elecciones de congresistas, primera vuelta presidencial y segunda vuelta presidencial, y todas se caracterizaron por su seguridad, su transparencia, su tranquilidad y su buena participaci¨®n. Por primera vez en mucho tiempo, en todo el territorio, no tuvimos que trasladar de lugar ninguna mesa de votaci¨®n por razones de seguridad.
Las FARC, ya convertidas en el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Com¨²n, presentaron listas al Congreso y sacaron una votaci¨®n de algo m¨¢s de 85.000 votos para Senado y C¨¢mara, que no les alcanz¨® para elegir ning¨²n congresista, aunque tienen garantizadas 10 curules ¡ª5 en Senado y 5 en C¨¢mara¡ª por los pr¨®ximos dos periodos. Pero lo m¨¢s impactante fue ver a sus antiguos comandantes, como Timochenko, Iv¨¢n M¨¢rquez y Pablo Catatumbo, ejerciendo su derecho al voto, muchos por primera vez en su vida, como cualquier ciudadano.
El 20 de julio de 2018, al dar mi discurso de instalaci¨®n de las sesiones del nuevo Congreso de la Rep¨²blica, y contemplar desde la tarima principal el Sal¨®n El¨ªptico abarrotado por los senadores y representantes que dictar¨¢n las leyes en los siguientes cuatro a?os, no pude menos que alegrarme al ver el fortalecimiento y enriquecimiento de nuestra democracia. El Congreso de 2018 ya no es el Congreso de hace unas d¨¦cadas, cuando liberales y conservadores se divid¨ªan el poder y la burocracia. Ahora est¨¢n representados una decena de partidos, de diversas tendencias, incluido el partido FARC.
All¨ª estaban sentados, como congresistas, los antiguos comandantes de esa guerrilla, respondiendo el llamado a lista, a pocos pasos del expresidente Uribe, que no los miraba ¡ªcomo tampoco me miraba a m¨ª¡ª, aferrado a su celular. All¨ª estaba el senador Gustavo Petro, desmovilizado del M-19 y segundo en las ¨²ltimas elecciones presidenciales, que tiene su curul gracias al estatuto de la oposici¨®n que el acuerdo nos llev¨® a aprobar. (¡)
Se acab¨® y se desarm¨® la m¨¢s antigua y m¨¢s fuerte guerrilla del continente americano, pero subsisten focos de violencia
Hacer la paz es m¨¢s dif¨ªcil que hacer la guerra, construir la paz es m¨¢s dif¨ªcil que silenciar los fusiles. Construir la paz es como edificar una catedral. Hay que hacerlo ladrillo por ladrillo, columna por columna, vitral por vitral, en un proceso que puede tomar a?os o d¨¦cadas, pero que al final concluye en una obra maravillosa y duradera.
Faltan por aprobar algunas leyes importantes para el cabal cumplimiento del acuerdo, como las que tocan el tema de tierras e implementan, en general, el cap¨ªtulo de desarrollo rural integral. Tambi¨¦n el Congreso sigue en deuda con las v¨ªctimas de las zonas m¨¢s afectadas por el conflicto, que esperan la creaci¨®n de las circunscripciones especiales transitorias que les garantiza unas curules en la C¨¢mara de Representantes. Tengo la esperanza de que el Gobierno y los congresistas ¡ªmuchos de los cuales est¨¢n comprometidos sinceramente con la paz¡ª honren la palabra empe?ada del Estado en estas tareas pendientes. (¡)
Muchos se desilusionan al constatar que, a pesar del acuerdo logrado con las FARC, la violencia contin¨²a en algunas zonas del pa¨ªs. Siempre lo supimos y as¨ª lo dijimos: el fin del conflicto con las FARC era un paso indispensable para la paz del pa¨ªs, pero no era la paz total. Se acab¨® y se desarm¨® la m¨¢s antigua y m¨¢s fuerte guerrilla del continente americano, pero subsisten focos de violencia generados por organizaciones criminales al servicio del narcotr¨¢fico; algunos desertores de las FARC que no se acogieron al proceso, a quienes ya no puede considerarse guerrilleros sino simples narcotraficantes, y la guerrilla ¡ªmucho m¨¢s peque?a y focalizada¡ª del ELN, que est¨¢ perdiendo el tren de la paz por persistir en el terrorismo.
Preocupan, de manera particular, los continuos asesinatos de l¨ªderes sociales y comunales, en los que pesa mucho la resistencia de los ocupantes ileg¨ªtimos de tierras a devolverlas a quienes fueron despojados de ellas, as¨ª como los carteles de narcotraficantes preocupados con la sustituci¨®n de cultivos porque se quedan sin materia prima. El Gobierno, la Fiscal¨ªa y la fuerza p¨²blica deben volcar todos sus esfuerzos para poner fin a este desangre y llevar a la justicia a los responsables.
Desde febrero de 2017 instal¨¦ ¡ªy la convoqu¨¦ luego en varias oportunidades¡ª la Comisi¨®n Nacional de Garant¨ªas de Seguridad, encabezada por el presidente de la rep¨²blica, donde concurren entidades estatales con representantes de las FARC desmovilizadas, y organizaciones internacionales y de derechos humanos. El nuevo Gobierno no la convoc¨® durante sus primeros cinco meses de gesti¨®n, a pesar de que segu¨ªan matando l¨ªderes, y solo decidi¨® hacerlo en enero de 2019. Tampoco ha utilizado o puesto en marcha herramientas que dejamos creadas en varios decretos para combatir este flagelo, por ejemplo la Instancia de Alto Nivel del Sistema Integral de Seguridad para el Ejercicio de la Pol¨ªtica, que tambi¨¦n debe estar presidida por el primer mandatario. Ojal¨¢ se corrijan estas omisiones y se pueda frenar esta dolorosa situaci¨®n, para lo cual se requiere, por supuesto, del liderazgo personal del presidente.
Detr¨¢s de la violencia, como ha ocurrido en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, est¨¢ el oscuro negocio del narcotr¨¢fico y la fallida estrategia de la llamada guerra mundial contra las drogas. Mientras este negocio multinacional siga ofreciendo las cuantiosas utilidades que hoy genera ¡ªen gran parte por su prohibici¨®n¡ª, habr¨¢ criminales involucrados en ¨¦l, sembrando muerte y corrupci¨®n a su paso. Se cumpli¨® en 2018 con la estrategia de erradicaci¨®n de cultivos il¨ªcitos que dejamos planteada y en pleno desarrollo: las Fuerzas Armadas erradicaron manualmente 60.016 hect¨¢reas y se sustituyeron por cultivos l¨ªcitos, en cumplimiento de acuerdos con las familias cocaleras, otras 27.555 hect¨¢reas, para un total de 87.571 hect¨¢reas de coca erradicadas, pr¨¢cticamente la mitad de los cultivos il¨ªcitos identificados en 2017 por el sistema de monitoreo de las Naciones Unidas. As¨ª nos acercamos en solo un a?o a cumplir con la meta que se hab¨ªa acordado con Estados Unidos desde comienzos de 2018 para cinco a?os: la reducci¨®n del 50% de los cultivos il¨ªcitos.
Colombia sigue dando la batalla contra las drogas ¡ªcon zanahoria y garrote¡ª, pero esta guerra no terminar¨¢ en tanto el mundo no se comprometa con una revisi¨®n y cambio de la estrategia para combatir este flagelo.
Juan Manuel Santos ocup¨® la presidencia de Colombia de 2010 a 2018 y en 2016 recibi¨® el Premio Nobel de la Paz. Este extracto forma parte de sus memorias, ¡®La batalla por la paz¡¯, publicadas por Pen¨ªnsula a partir del 26 de marzo.
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