La crisis africana de la que no hablaremos en las campa?as europeas
La respuesta a la tragedia provocada por el cicl¨®n Idai depende de decisiones tomadas mucho m¨¢s lejos
Mientras escribo estas l¨ªneas, las consecuencias del cicl¨®n Idai sobre el sureste africano alcanzan proporciones dram¨¢ticas. La ONU ha elevado el nivel de emergencia en Mozambique, Zimbabue y Malawi, donde el n¨²mero de v¨ªctimas mortales no para de crecer y el de afectados directos se cuenta por cientos de miles. Solo en el caso de Mozambique, donde Idai golpe¨® primero y con m¨¢s fuerza, el n¨²mero de muertos podr¨ªa haber superado el millar, 100.000 personas han tenido que ser evacuadas de la ciudad de Beira y no menos de 1,8 millones han sido directamente golpeados por la tragedia. El estado de algunas presas y la expansi¨®n de enfermedades como el c¨®lera mantienen en vilo a las autoridades nacionales y las agencias humanitarias.
Los mimbres de esta tragedia replican el patr¨®n que hemos visto tantas veces en el pasado: fen¨®menos naturales extremos golpean sobre poblaciones e infraestructuras vulnerables, multiplicando las consecuencias humanitarias y condicionando durante d¨¦cadas el desarrollo de sus comunidades. Pero la crisis provocada por el cicl¨®n Idai no es un castigo divino, sino el recordatorio dram¨¢tico de tres grandes desaf¨ªos de la comunidad internacional: las consecuencias presentes del calentamiento global, la fragilidad de los sistemas de ayuda internacional y la caducidad del modelo de protecci¨®n para los desplazados forzosos.
El primero de ellos es bien conocido. Los fen¨®menos naturales extremos no son diferentes de lo que eran hace cien a?os, pero su recurrencia y virulencia s¨ª han cambiado. En tan solo tres d¨¦cadas (1970-2000) el n¨²mero de desastres naturales lleg¨® a multiplicarse hasta por seis (ver gr¨¢fico). Algunos de estos fen¨®menos ¨Ccomo los terremotos o la actividad volc¨¢nica¨C escapan al control del ser humano, pero la inmensa mayor¨ªa est¨¢n directamente ligados a la actividad humana y a las consecuencias del calentamiento global. El sureste africano es el recordatorio m¨¢s reciente de la necesidad de una transici¨®n ecol¨®gica que convierta este tipo de tragedias en la excepci¨®n, antes que en la norma.
El segundo desaf¨ªo es la consecuencia l¨®gica y ¨¦tica del anterior. En la medida en que las necesidades humanitarias tienden a crecer, nuestro sistema debe transformarse para responder adecuadamente a ellas. Los informes del IPCC y las negociaciones del clima incorporaron desde sus inicios un principio fundamental de compensaci¨®n: reparar la responsabilidad hist¨®rica de los contaminantes en la tragedia, que sufren decenas de pa¨ªses pobres que no han tenido ninguna culpa en la generaci¨®n del problema. El reto de la adaptaci¨®n y la reconstrucci¨®n es al mismo tiempo presupuestario ¨Cla brecha entre necesidades humanitarias y recursos disponibles alcanz¨® en 2018 la cifra r¨¦cord de 10.000 millones de d¨®lares, el 40% de lo solicitado¨C y pol¨ªtico. El desaf¨ªo del clima exige concebir intervenciones y tecnolog¨ªas plenamente adaptadas al nuevo contexto.
Y un tercer asunto, a¨²n menos popular. A lo largo de los pr¨®ximos meses seremos testigos del desplazamiento de cientos de miles de personas cuyos medios de vida han sido literalmente borrados del mapa por el cicl¨®n Idai. Estos desplazados pertenecen a una categor¨ªa que algunos analistas han bautizado como migrantes de supervivencia: personas que se ven forzadas a abandonar sus lugares de origen ¨Ccruzando una frontera, en algunos casos¨C pero que no encajan en ninguno de los r¨ªgidos supuestos legales que permiten a un ciudadano solicitar protecci¨®n dentro o fuera de su pa¨ªs. Los n¨²meros bailan preocupantemente, pero solo en la categor¨ªa de ¡®migrantes clim¨¢ticos¡¯, y en las estimaciones m¨¢s conservadoras, las magnitudes podr¨ªan multiplicar por dos el volumen actual de refugiados. ?frica es el escenario principal de este limbo jur¨ªdico.
Clima, ayuda internacional y migraciones. Si se paran a pensarlo, la respuesta a cada uno de estos desaf¨ªos est¨¢ directamente ligada a las acciones y omisiones de un pa¨ªs como Espa?a y de una regi¨®n como la UE. Pero ser¨¢ un verdadero milagro si escuchan hablar de cualquiera de ellas en nuestras campa?as electorales, salvo que sea para lanz¨¢rsela a la cabeza del contrario o para justificar barrabasadas como los acuerdos de control de fronteras. Y eso es un problema, no solo para los africanos.
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