Las ¨¦lites no van a esta universidad
Esfuerzo, ¨¦tica y discreci¨®n: la George Mason University de Virginia gana enteros en EE UU bajo el impulso de un espa?ol
El esc¨¢ndalo reciente en las principales universidades de Estados Unidos ha servido para sacar a la luz algunos de los mayores problemas que sufre este pa¨ªs, similares a los de otras muchas democracias avanzadas: desaforada competencia, abuso de privilegios y, sobre todo, una grav¨ªsima p¨¦rdida de valores por parte de una ¨¦lite que, en una sociedad sana, deber¨ªa ser referencia y vanguardia. Muchas de las dificultades a las que hoy hacemos frente tienen que ver con el fracaso de las ¨¦lites, la ruptura entre la ¨¦lite urbana refugiada en su propia burbuja moral y el resto de los ciudadanos, luchando a diario a pecho descubierto por la supervivencia.
Por eso es adecuado mencionar aqu¨ª el ejemplo de la Universidad George Mason, presidida desde hace casi seis a?os por un espa?ol, ?ngel Cabrera, que la ha convertido en un ¨¦xito acad¨¦mico y social. Cerca de 35.000 estudiantes de 130 pa¨ªses del mundo y los 50 estados de Estados Unidos acuden anualmente a este centro, la mayor universidad p¨²blica de Virginia, situada muy cerca de la ciudad de Washington.
El ¨¦xito que se atribuye a la George Mason no est¨¢ ¨²nicamente relacionado con la reputaci¨®n de sus cursos o la cantidad de premios Nobel salidos de sus aulas. Tiene m¨¢s que ver con la b¨²squeda de la excelencia y la valoraci¨®n del esfuerzo, lejos del elitismo intelectual y econ¨®mico que caracteriza a otras entidades acad¨¦micas.
El nombre de George Mason no aparece, por tanto, en esa lista de universidades en las que los padres sobornaban y firmaban cheques millonarios para asegurarse el acceso de sus hijos, lo que les garantizar¨ªa en el futuro su inclusi¨®n en la casta dirigente. Lista en la que s¨ª aparecen Yale, Stanford, Georgetown o UCLA, grandes universidades por lo dem¨¢s, pero atrapadas en esta absurda carrera de las ¨¦lites hacia su autodestrucci¨®n.
George Mason hace su trabajo de forma m¨¢s modesta. Cobra una matr¨ªcula de unos 11.000 d¨®lares anuales a los estudiantes del ¨¢rea ¡ªno existe l¨ªmite para los de otros Estados¡ª, que es alrededor de una quinta parte del precio de las universidades de m¨¢s renombre. Y no compite por la b¨²squeda de apellidos relumbrantes entre sus estudiantes, sino de j¨®venes que quieran verdaderamente aprender y que den despu¨¦s brillo a la universidad con su trabajo y su contribuci¨®n a la sociedad. Cabrera, un ingeniero de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, ha impuesto una filosof¨ªa sencilla: aqu¨ª se viene a estudiar, no a intrigar o medrar.
¡°Una universidad de luchadores, no de conspiradores¡±. As¨ª la define en The Washington Post Petula Dvorak en un art¨ªculo en el que afirma: ¡°Nadie con dinero se pelea para meter a su hijo en Mason. Sin embargo, es un escaparate del sue?o americano, un para¨ªso para las familias de clase media que aspiran a que sus hijos puedan tener un t¨ªtulo universitario sin tener que hipotecarse o sin cargar sobre sus hijos una deuda desproporcionada¡±.
Eso es Mason, la universidad a la que da nombre uno de los menos conocidos y peor comprendidos padres de la patria americana, que hoy, de la mano de un espa?ol, igualmente poco reconocido en su propio pa¨ªs, abre un futuro hacia un nuevo elitismo ¨¦tico.?
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