Pol¨ªticos florero
?A qu¨¦ se debe esta obsesi¨®n por parte de los ¡°pol¨ªticos de profesi¨®n¡± por incorporar a quienes no lo son?
Estas ¨²ltimas semanas hemos asistido a una verdadera competencia entre los principales partidos de la derecha por ver qui¨¦n incorporaba a gente m¨¢s estupenda en sus listas. No ha sido el caso del PSOE, porque m¨¢s que meter parec¨ªa deseoso por sacar a determinadas personas, pero tambi¨¦n cay¨® en el mismo s¨ªndrome a la hora de elegir a alg¨²n cabeza de lista en las elecciones locales. Ciudadanos lo necesitaba, porque carece de cuadros. Y el PP ten¨ªa que rellenar los huecos dejados por la purga a la generaci¨®n anterior.
Fuera de estas consideraciones internas, ?a qu¨¦ se debe esta obsesi¨®n por parte de los ¡°pol¨ªticos de profesi¨®n¡± por incorporar a quienes no lo son? Hay que tener en cuenta, que, salvo en Podemos, todos nuestros l¨ªderes son hoy profesionales de la cosa. No se les conoce otra actividad laboral relevante. Con esto han hecho buena la predicci¨®n de Max Weber contenida en su famosa conferencia sobre la ¡°pol¨ªtica como profesi¨®n ¡ªo vocaci¨®n¡ª (Beruf)¡± de la que este a?o se cumple su centenario.
Para explicar este fen¨®meno solo se me ocurre una respuesta, el propio desprestigio de la clase pol¨ªtica. No es algo que ocurra ¨²nicamente aqu¨ª. Despu¨¦s del espect¨¢culo del Brexit y de tantos otros casos de l¨ªderes desorientados cuando no err¨¢ticos y enloquecidos, el s¨ªndrome es universal. Como tambi¨¦n lo es el que los pol¨ªticos aparezcan m¨¢s obsesionados por la cultura de la imagen que por cumplir con decoro con sus cometidos. Bajo las condiciones de la econom¨ªa de la atenci¨®n el que los medios se detengan horas y horas a presentarnos a los nuevos ¡°pol¨ªticos florero¡± es ya un bien en s¨ª mismo. Su funci¨®n se realiza por el mero hecho de aparecer, no por lo que vayan a contribuir despu¨¦s.
Pero quiz¨¢ sea el propio Weber quien nos ofrezca la mejor respuesta. Su tesis es que el buen pol¨ªtico es quien siente pasi¨®n por la causa que persigue, pero es capaz de mantener a la vez ¡°un fr¨ªo sentido de la distancia¡±. Coraz¨®n, s¨ª, pero moderado por la cabeza, que le obliga a atender a la realidad de las cosas y a ser responsable en sus decisiones. El problema es que esa pasi¨®n que deber¨ªa ir dirigida a la realizaci¨®n de determinados fines y que inevitablemente requiere del poder para conseguirlo, suele transmutarse en otra bien distinta, la que les impele a buscar el poder como bien en s¨ª mismo. Aparece as¨ª el ¡°mero pol¨ªtico del poder¡±, embriagado de vanidad y obsesionado por la impresi¨®n que produce. Ambiciona la ¡°apariencia brillante del poder¡± m¨¢s que aquello para lo que deber¨ªa servirle.
En cierto modo, el recurso a los pol¨ªticos florero ser¨ªa as¨ª una excusatio non petita, el reconocimiento de que hay alguien ah¨ª en sus listas que s¨ª cree en la causa que los pol¨ªticos dicen defender, que no buscan el poder o los privilegios asociados a formar parte de ese gremio. O sea, que los pol¨ªticos de profesi¨®n son bien conscientes de que ya no nos los creemos.
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