M¨¦xico lindo y querido
No quisiera que lo que se avanz¨® en aquellos a?os resulte da?ado por una carta, aunque sea del presidente de los Estados Unidos Mexicanos
Guardo los mejores recuerdos de mi vida profesional del destino a la Embajada en los Estados Unidos Mexicanos. Viv¨ª intensamente y, entre 1990 y 1992, construimos el entramado de la Comunidad Iberoamericana y el esp¨ªritu de cooperaci¨®n del V Centenario del Encuentro entre Dos Mundos. Sin la complicidad de M¨¦xico aquel proyecto no hubiera sido posible. El indigenismo, bajo facetas muy diversas, tom¨®, en aquel momento, carta de naturaleza en el debate cultural, hist¨®rico, pol¨ªtico y jur¨ªdico que inevitablemente no podr¨ªa soslayarse ni dese¨¢bamos soslayar.
La primera Cumbre Iberoamericana de Guadalajara protagoniz¨® el compromiso de M¨¦xico con un proyecto nacido para el di¨¢logo y la cooperaci¨®n de una comunidad de pa¨ªses con una parte de su historia com¨²n y con un objetivo com¨²n: la libertad, la democracia y el respeto mutuo.
Aquella orientaci¨®n contribuy¨® de forma determinante el presidente Carlos Salinas, quien, en aquel per¨ªodo abr¨ªa y modernizaba la econom¨ªa mexicana del mismo modo que abr¨ªa su presencia internacional para equilibrar los arreglos con el vecino del Norte. Pero el presidente Salinas tambi¨¦n ten¨ªa su corazoncito populista. En sus programas nacionales configur¨® viajes institucionales a los diferentes estados de la Rep¨²blica. Su primer viaje fue a Tlaxcala y tuvo a bien invitarme a que le acompa?ara en todos sus actos. Fue una sorpresa indescriptible. Pero a lo que vamos, en el programa figuraba, entre otros actos, una reuni¨®n con una comunidad ind¨ªgena. Ocurri¨® al aire libre, en un lugar que bien me recordaba un teatro romano, de peque?as medidas. El pres¨ªdium, como gustan llamar en M¨¦xico a la presidencia del acto, estaba en el imaginario escenario.
Dejemos a la historia su espacio, un espacio libre, para que progrese y sea ¡°maestra de la vida¡±
El presidente me sent¨® a su derecha, y dio comienzo el acto. Tom¨® la palabra el l¨ªder ind¨ªgena y en su propia lengua vino a decir lo siguiente:
Que el Rey de Espa?a Carlos I por C¨¦dula del a?o (que yo no recuerdo) habr¨ªa otorgado a su pueblo el dominio, uso y disfrute de todos los montes y bosques hasta donde la vista alcanzaba. Que desde entonces hab¨ªan vivido de aquellos recursos, pero que, ¨²ltimamente, unos desalmados ven¨ªan a apoderarse de sus riquezas y les robaban la madera y los pastos; que estando presente el embajador de Espa?a le encomendaba que pidiera al Rey de Espa?a que hiciera lo necesario para poner fin a los robos e interviniera para poder recuperar los derechos que el Rey en su d¨ªa les hab¨ªa otorgado.
Cada lector saque las consecuencias que esta lectura pueda sugerirle.
Yo, simplemente no quisiera que lo que se avanz¨® en aquellos a?os resulte da?ado por una carta, aunque sea del presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Dejemos a la historia su espacio, un espacio libre, para que progrese y sea ¡°maestra de la vida¡± y no la crucemos con la pol¨ªtica, pues esta muchas veces, le ha quebrado la libertad esencial para conocer, dentro de lo humanamente posible, de d¨®nde venimos, qu¨¦ fuimos, qu¨¦ hicimos y con qui¨¦n hemos vivido.
Posdata: He corregido estas l¨ªneas a la luz de una l¨¢mpara. Est¨¢ sobre una mesa lateral, su pie es un bello jarr¨®n de cobre que adquirimos mi mujer y yo en Michoac¨¢n. Es una pieza de artesan¨ªa purepecha, cuya organizaci¨®n est¨¢ ¨ªntimamente ligada al obispo Vasco de Quiroga (S. XVI) recordado con gran respeto, a¨²n hoy, como ¡°Tata Vasco¡±, nombre que le atribuy¨® la comunidad ind¨ªgena.?
Alberto Aza Arias es embajador de Espa?a.
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