Cuadros de un tiempo que no existe en un museo de relojes
Jorge Diezma expone una obra que se averigua en la penumbra y cambia seg¨²n la luz: jarrones barrocos y relojes antiguos dialogan en un entorno artificial y ¨²nico
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/I5LBOACDSEQEZZQTFTEIAMDZKI.jpg?auth=55841a8f9c993595409cd9cc5ba656ea28c1a5f6d40b25b28b7648b733f61487&width=414)
Hay en Madrid un lugar que es un para¨ªso para los aficionados a los relojes. O un para¨ªso en general, pues all¨ª es dif¨ªcil no sentirse en la gloria. El Museo del Reloj Antiguo Grassy, ubicado en la planta baja de la joyer¨ªa de la Gran V¨ªa madrile?a que Antonio L¨®pez pintara en un c¨¦lebre cuadro de 1980, no da descanso al ojo.
Hay un mono de bronce del siglo XVI que da las horas mientras abre y cierra la boca al ritmo del tictac, refinad¨ªsimos relojes franceses de consola envueltos en filigrana y minuciosas maquinarias inglesas en sus cajas de ebanister¨ªa. Hasta un reloj solar hay, aunque all¨ª no tenga uso dado que nos encontramos bajo tierra. Todas estas piezas las reuni¨® en su d¨ªa Alejandro Grassy, el fundador de la casa, cuya segunda sede abri¨® en 1953 en ese emblem¨¢tico edificio con la intenci¨®n de que alojara tambi¨¦n su museo. Y temporalmente se han sumado a ellas los cuadros del pintor Jorge Diezma (Madrid, 1973), en una exposici¨®n que acaba este fin de semana.
Diezma hab¨ªa pedido prestados a Grassy varios objetos para llevarlos a su estudio e incluirlos en los bodegones que all¨ª pinta, hasta que un d¨ªa decidi¨® trasladar directamente su caballete al museo y pintar del natural algunos de los relojes de la colecci¨®n. Despu¨¦s cambi¨® de tercio para realizar una serie con jarrones de cer¨¢mica casi engullidos por la oscuridad, y pens¨® que ser¨ªa una buena idea exponerla en aquel lugar en el que hab¨ªa pasado tantas horas trabajando.
![Jarra de lat¨®n. |](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IIWMGJOGFEOULUTLE5Y2YA2RQ4.jpg?auth=5a8cba3ed1681437d28942908c36d350233366d86b8dfdb927eb2bb85ae3ea31&width=414)
Llev¨® su propuesta a Patricia Reznak, nieta de Alejandro Grassy y actual directora art¨ªstica de la compa?¨ªa, que la recibi¨® con entusiasmo. A ¨¦l tambi¨¦n se sumaron Jacobo Fitz-James Stuart y Asela P¨¦rez Becerril, propietarios de la galer¨ªa Espacio Valverde, que representan la obra de Diezma y eran conscientes de que exponer aquellas piezas en su local no habr¨ªa jugado precisamente a su favor por diferentes motivos. Entre otros, porque la iluminaci¨®n blanca y uniforme que se suele aplicar al arte contempor¨¢neo los sumir¨ªa en la oscuridad m¨¢s absoluta (de la luz natural ni hablamos).
"All¨ª ten¨ªa problemas para que los cuadros se vieran adecuadamente, porque el concepto de cubo blanco de una galer¨ªa de arte convencional no les podr¨ªa ir peor", nos cuenta Jorge. "Aunque tambi¨¦n es verdad que el museo estaba muy recargado, lo que tambi¨¦n implicaba sus riesgos. En realidad tampoco ten¨ªa nada claro que aquello fuera a funcionar".
![Jarr¨®n adquirido, como el resto de la serie, por menos de 30 euros en el ?rastro. No eran los m¨¢s bonitos, sino los que mejor se prestaban a ser elevados en la pintura. |](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ERLS3NGMPMFPXGTJBY7OSAUIDQ.jpg?auth=98c7b60f4bb4823ac92823639cb8200976f32dd2ebbd31672742105234c99c88&width=414)
Y sin embargo funciona. Cada uno de los 18 cuadros que ahora se exponen en el Museo Grassy (hasta el 10 de abril) altern¨¢ndose con los relojes, o a veces sustituy¨¦ndolos en las hornacinas, se nos presenta como un ejercicio de tenebrismo extremo. Bajo la luz artificial de unos focos que normalmente iluminan otro tipo de piezas, percibimos perfectamente las formas de los jarrones, matizadas por la negrura lisa y uniforme que las rodea. Algunos parecen piezas de una arqueolog¨ªa futura, otros recuerdan a la decoraci¨®n de una casa patricia de la antigua Roma, y los hay que por sus extra?as formas org¨¢nicas nos llevan directamente al terreno de la ciencia-ficci¨®n. En cada obra nos asomamos, como si fueran ventanas, a un mundo completamente distinto dentro del mundo ¡ªya de por s¨ª bastante peculiar¡ª del Museo del Reloj.
?Cuadros que son como vampiros?
La impresi¨®n de encontrarnos ante una naturaleza fr¨¢gil que quiz¨¢ no sobrevivir¨ªa fuera de ese h¨¢bitat artificial es uno de los elementos m¨¢s especiales y fascinantes de la exposici¨®n, el que le otorga gran parte de su rara poes¨ªa. "Es verdad que as¨ª los cuadros aparecen un poco como flores de invernadero", admite Diezma. "Pero yo tengo uno de ellos en casa, y lo interesante es precisamente ver c¨®mo va cambiando a lo largo del d¨ªa; a veces ves el jarr¨®n y a veces no, a veces es de una forma y a veces, de otra".
"A mis cuadros les va bien el entorno [el Museo del Reloj Antiguo de Grassy], que con esos relojes parados est¨¢ como fuera del tiempo" (Jorge Diezma)
Otro dato: todas las vasijas han sido adquiridas en el Rastro por menos de 30 euros. Y el artista las eligi¨® no por su belleza, sino por su capacidad para elevarse sobre s¨ª mismas al ser representadas en una pintura: "Un objeto cualquiera puedes transformarlo en algo superior al pintarlo, lo transmutas. Y si eliges algo que de por s¨ª es muy bonito, esa transmutaci¨®n tiene menos recorrido. Adem¨¢s quer¨ªa objetos que no fueran rar¨ªsimos, que en su peculiaridad la gente los pudiera reconocer".
Podr¨ªa pensarse que la apuesta de Diezma por la pintura, la figuraci¨®n y las referencias al barroco, tiene algo de anacr¨®nico. Y ¨¦l mismo es el primero en apoyar la moci¨®n: "Tambi¨¦n por eso a los cuadros les va bien el entorno, que con esos relojes parados est¨¢ como fuera del tiempo".
!['El bouquet', la obra que present¨® Diezma en la pasada edici¨®n de ARCO, dentro del espacio de Galer¨ªa Alegr¨ªa, es mucho m¨¢s colorista que esta ¨²ltima serie de jarrones. |](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/3ATBEJSAWAOETX4QBILCSG72WY.jpg?auth=7c64b19079b6d2498f7c06839c65dfd1cdb1751cf7c95fd846bab3a8341bd50a&width=414)
A¨²n as¨ª, del mismo modo que ahora apuesta por la representaci¨®n figurativa, el trabajo pict¨®rico de Diezma cambia de forma seg¨²n sus intereses y ha transitado por una abstracci¨®n igual de radical, o por fascinantes ejercicios de apropiacionismo y kitsch deliberado, como el que en la ¨²ltima edici¨®n de ARCO ofrec¨ªa el estand de Galer¨ªa Alegr¨ªa (su otra casa madrile?a), un bodeg¨®n floral "robado" al pintor franc¨¦s del siglo XIX Fantin Latour. Lo que siempre permanece es el empe?o por hacer exactamente lo que quiere, por encima de las modas o las exigencias del mercado. Que es a lo que deber¨ªa consagrarse un artista, en todos los tiempos.
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