El Papa Solitario
Ese amor diferente, como las nuevas familias, es una de las peque?as alegr¨ªas en esta ¨¦poca del neoimperialismo del miedo
YO TAMBI?N ESTUVE a solas con el Papa. El mismo d¨ªa en que lo entrevist¨® Jordi ?vole. Es lo que tiene la televisi¨®n. Que te puedes colar por el t¨²nel cat¨®dico, y cat¨®lico, en el caso, atravesar la pantalla sin armar ruido y permanecer all¨ª como un furtivo virtual. Hay programas de televisi¨®n que juegan a ser cercanos, que te atrapan por esa ley de especias picantes que consiste en condimentar una nader¨ªa hasta convertirla en un gran cotilleo nacional. O peor todav¨ªa, hipnotizado por la ch¨¢chara incesante de tipos expertos en el silencio selectivo. Tenemos m¨¢s que un Watergate, la ci¨¦naga de la polic¨ªa patri¨®tica operando para chulear la democracia, pero he ah¨ª que los proveedores de la falsa informaci¨®n siguen cacareando en los lugares del crimen. ?Ah, lo que echo de menos un Uri Geller que doble cucharas con la mirada!
As¨ª que me fui con el Papa, que es m¨¢s moderno. Tengo la sensaci¨®n de que este Papa desacomoda a una parte de la propia Iglesia. No comercia, de entrada, con miedos antiguos. No es el superh¨¦roe que encarn¨® Wojtyla con kriptonita ortodoxa, enriquecida por la ingenier¨ªa neocon. Parece m¨¢s apesadumbrado que ?infalible. No se le ve a gusto con la maquinaria pesada de la vieja guardia, acostumbrada a vigilar desde el poder pan¨®ptico los vicios y pecados del mundo, siempre que no sean los propios.
Francisco se ha encontrado con el ¡°anticristo¡± donde solo algunos sospechaban que estaba. En el mejor escondite posible, dentro del establecimiento, como un guardi¨¢n de las esencias. Los superh¨¦roes, Wojtyla (Juan Pablo II) y Ratzinger (Benedicto XVI), hab¨ªan sido implacables con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n y la llamada Iglesia de los pobres. Se expuls¨® o margin¨® ese cristianismo de base, perseguido a la vez por dictaduras confesionales y tiranos que entraban en los templos bajo palio. ?Wojtyla se neg¨® a recibir a las Madres de Mayo, pero le dio la comuni¨®n y bendijo a Pinochet. Ha sido con Francisco que se canoniz¨® por fin a monse?or Romero, el arzobispo m¨¢rtir de El Salvador. Aquel hombre inteligente, tartamudo por t¨ªmido, tuvo el valor no solo de denunciar la desigualdad extrema, sino tambi¨¦n los ¡°escuadrones de la muerte¡± de oligarcas y militares. Un francotirador le dispar¨® al coraz¨®n cuando iba a consagrar la misa. A?os despu¨¦s, el esbirro confes¨® que le hab¨ªan pagado 114 d¨®lares por matar a san Romero de Am¨¦rica.
Mientras todo esto ocurr¨ªa, las Iglesias evang¨¦licas y neopentecostales ocupaban el vac¨ªo cat¨®lico en Latino?am¨¦rica, aprovechando la secesi¨®n de la jerarqu¨ªa y los ricos desentendi¨¦ndose de la pobreza y la desesperanza. En realidad, esa secesi¨®n social y moral es un movimiento de fondo en todo el orbe. Adem¨¢s, aquel poder vigilante, el gran establecimiento pan¨®ptico eclesi¨¢stico, se revel¨® a la manera dantesca como ¡°un maldito sitio triste¡±. Manten¨ªa oculto un estado de inmoralidad, una realidad de pesadilla criminal, con abusos sistem¨¢ticos a menores, explotaci¨®n de mujeres j¨®venes y ventas de ni?os.
Comprendo la pesadumbre de Francisco. Trata de rehabilitar un establecimiento en ruinas. Da la impresi¨®n de que no solo ve cosas, sino c¨®mo funcionan verdaderamente las cosas. Se agradece su preocupaci¨®n por los refugiados e inmigrantes, y m¨¢s desde un pa¨ªs donde vuelven a cabalgar los fantasmas del ¡°Santiago y cierra, Espa?a¡±. Se agradece la sensibilidad hacia las v¨ªctimas y los desaparecidos del holocausto espa?ol, que contrasta con la brutal indiferencia del episcopado aut¨®ctono. Se agradece la enc¨ªclica Laudato si (Alabado seas), un prodigio de sensibilidad ecol¨®gica, donde podemos sentir ¡°un gemido de la hermana Tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo¡±. Tiene una corriente de simpat¨ªa, pero parece mayor fuera que dentro de la Iglesia, con esas jefaturas hier¨¢ticas que parecen rostros seriados en gris por Andy Warhol. L¨¢stima de sacerdotisas, eso s¨ª que ser¨ªa rehabilitaci¨®n.
Este Papa parece devoto de la vida. Se le ve apasionado hablando de los nuevos pecados, como la depredaci¨®n de la naturaleza por el capitalismo impaciente. L¨¢stima que, en las ruinas pan¨®pticas, se enrede con la misma obsesi¨®n punitiva de los carcamales y siga viendo anomal¨ªa, desperfecto, aver¨ªa o enfermedad donde lo que hay es diversidad y diferencia. No, homosexuales o lesbianas no necesitan una cura, Francisco. Ese amor diferente, como las nuevas familias, es una de las peque?as alegr¨ªas en esta ¨¦poca del neoimperialismo del miedo.?
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