Los justos
Si dejamos que silencien a gente que no nos gusta, pueden acabar callando a gente que s¨ª nos gusta
"Nadie tan ferozmente peligroso como el justo cargado de raz¨®n¡±, escribi¨® Rafael S¨¢nchez Ferlosio. Ian Buruma ha publicado en el Financial Times una reflexi¨®n sobre ¡°editar en tiempos de indignaci¨®n¡±. Buruma perdi¨® su empleo como director de la New York Review of Books por publicar un art¨ªculo de un hombre que hab¨ªa sido acusado de abusar de varias mujeres (fue absuelto de unas acusaciones; en otro caso lleg¨® a un acuerdo). Fue uno de los afectados m¨¢s extra?os del MeToo: su castigo no se debi¨® a una acusaci¨®n de acoso o conducta impropia, sino al hecho de haber publicado a la persona equivocada. Hay voces que no se deben o¨ªr.
El MeToo se vivi¨® con especial intensidad en los medios y el sector editorial estadounidenses. Ahora, junto a sus m¨¦ritos ¡ªreparaci¨®n de injusticias, un cambio cultural y generacional¡ª, es m¨¢s f¨¢cil detectar paradojas y errores. Se publicaron reportajes valiosos, pero tambi¨¦n piezas que violaban los est¨¢ndares del oficio. La cobertura fue sesgada: como ha escrito Amber A¡¯Lee Frost, a menudo se centraba en estrellas de cine y periodistas conocidas: parecer¨ªa que ¡°esas mujeres ricas y famosas son las m¨¢s vulnerables del mundo¡±. Masha Gessen se?al¨® que se eliminaron las gradaciones. Se alentaron las acusaciones sin pruebas, a menudo desde el anonimato, y se foment¨® la idea peligrosa de creer siempre a la v¨ªctima. En palabras de Emily Yoffe, ver c¨®mo se destru¨ªa a alguien en directo se convert¨ªa en una especie de deporte: pod¨ªas leer cotilleos y sentirte comprometido con una causa noble. Seg¨²n Sigrid Rausen, aunque el objetivo era la igualdad, presentaba una idea de la mujer fr¨¢gil. A veces los afectados eran hombres de centroizquierda, o mujeres que no eran feministas de la manera correcta. Periodistas o actores deb¨ªan cumplir elevados y cambiantes est¨¢ndares morales, y quienes ten¨ªan otro p¨²blico pod¨ªan presumir de ser unos cafres: como dec¨ªa el New Yorker, no vamos a pedir a nuestros pol¨ªticos que est¨¦n a la altura de nuestros c¨®micos. Algunos de estos errores se han repetido en el MeToo en M¨¦xico, un pa¨ªs con un problema muy severo de violencia y machismo. Para que las buenas causas progresen deben recordar los principios liberales: la libertad de expresi¨®n, la presunci¨®n de inocencia. A veces, cuando protegen a nuestros adversarios, son un engorro. Pero es parte de su valor. Como escribe Buruma, si dejamos que silencien a gente que no nos gusta, pueden acabar callando a gente que s¨ª nos gusta.@gascondaniel
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