A disfrutar del sexo anal tambi¨¦n se aprende
Cambiemos la mala prensa de nuestra tercera opci¨®n m¨¢s elegida en la cama
Poca o mala informaci¨®n sobre el sexo anal provoca reticencias a practicarlo. ?Y si aprendemos a recibirlo como merece?
?Cu¨¢nto hablan ustedes de sexo anal? Entre hombres homosexuales, obvio, s¨ª tratan el tema, no queda otra que comentar esta jugada. Entre parejas heterosexuales, puede, que el hombre se anime a reconocer algo al respecto; ellas, mucho menos. ?En cu¨¢ntas parejas ¨¦l reclama esta sexualidad y ella la rechaza o acepta en funci¨®n del tama?o del que estemos hablando? M¨¢s de una alegr¨ªa hemos dado ante la sutilidad del miembro al que nos enfrent¨¢bamos, cambiando las coordenadas de la incursi¨®n. Por algo es la tercera pr¨¢ctica sexual en todo el mundo. Y, si lo piensan, la mayor¨ªa la descubrimos despu¨¦s de haber practicado el coito y las felaciones. Ya que ponemos el culo en pompa, ?qu¨¦ tal si nos preparamos para la ocasi¨®n?
El sexo anal, de entrada, da miedo. Se asocia a la penetraci¨®n y, por tanto, al dolor. En el sexo anal, la penetraci¨®n es una de las muchas cosas que podemos hacer, pero ni la ¨²nica ni la primera. Marta Torr¨®n, fisiosex¨®loga, recomienda preparar la musculatura del ano para sacarle el m¨¢ximo partido a la entrega. Para ella, el placer postural o colocaci¨®n exacta para que los cuerpos puedan entregarse y disfrutarse en la cama, es la base del sexo. Y para ella el ano tiene su propia liturgia. La fisiosex¨®loga recomienda que, precisamente, la penetraci¨®n sea la ¨²ltima consecuencia de otras muchas caranto?as con el culo de por medio.
A solas es como mejor se empieza. ¡°La musculatura del esf¨ªnter es s¨²per fuerte. Si no tienes conciencia de c¨®mo relajar esta musculatura y la mantienes tensa, la relaci¨®n anal costar¨¢. As¨ª que empezamos a solas, en la ducha, que estamos m¨¢s c¨®modos, acarici¨¢ndonos con los dedos el ano. Rode¨¢ndolo, entrando, conoci¨¦ndolo. Sin estar en situaci¨®n sexual, simplemente jugando. Y observa qu¨¦ sientes. Despu¨¦s, empieza a conocerlo mejor y ¨¢brelo con uno de tus dedos. Lenta y delicadamente; abre, aguanta un segundo, suelta. Este ejercicio de abrir y relajarte, lo que repite es la misma secuencia de los orgasmos, porque la musculatura del ano se contrae con esa cadencia de un segundo.¡± Practicar este ejercicio facilitar¨¢ el orgasmo cuando estemos en faena, pero como la cadencia con la que se practica es la misma que la de las contracciones orgasm¨¢ticas, supone un ejercicio sumamente placentero.
El siguiente paso implica la inclusi¨®n de juguetes. Que cada uno le ponga la parafernalia que quiera, los plug anales, solo por la variedad decorativa de muchos, ya suponen una divertida puesta en escena. ?Qui¨¦n no ha querido mover el rabo de felicidad¡! De ah¨ª a los dildos. Y, por ¨²ltimo, las ya archiconocidas bolas tailandesas. Una ristra de bolas de menor a mayor tama?o que se introducen en el ano. Si despu¨¦s, por ejemplo, nos masturbamos, durante el orgasmo, sacamos una a una las bolas en cada uno de los espasmos. Este entrenamiento, dilata el ano y encima es rico. Aunque simplemente siguiendo el conocido ritmo de una por segundo, al salir la bola, el ano tiende autom¨¢ticamente a contraerse. Justo lo mismo que hace en el posible orgasmo que tendremos con la penetraci¨®n. Entendamos que el ano tambi¨¦n forma parte de la musculatura p¨¦lvica; todos estos entrenamientos repercuten, por tanto, en la tonificaci¨®n del mismo.
La parte higi¨¦nica del asunto ya era conocida por nuestras abuelas. Las famosas lavativas con pera que anta?o se hac¨ªan para los casos de estre?imiento, siguen siendo las m¨¢s firmes aliadas para los que prefieran no dejar ni rastro de la contienda.
Pero, ?qu¨¦ nos pasa con el sexo anal para que seamos reticentes no solo a hablar de ¨¦l, sino tambi¨¦n a practicarlo? M¨®nica Corrales, psic¨®loga cl¨ªnica, determina que la configuraci¨®n del deseo se basa en las bases neurofisiol¨®gicas innatas de la motivaci¨®n sexual, el contexto cultural, los comportamientos que se tengan en la infancia en relaci¨®n al sexo en s¨ª y c¨®mo hayan discurrido nuestros primeros contactos er¨®ticos: ¡°Desde que nacemos formamos nuestras estructuras mentales que generan las actitudes hacia los comportamientos, incluido el sexo anal. Esto no quiere decir que no se puedan moldear nuestras actitudes, pero s¨ª que generan tendencias en nuestro deseo y comportamiento er¨®tico. Es decir, lo que nos atrae y nos gusta¡±.
Corrales tambi¨¦n se?ala lo f¨¢lica que es la masculinidad occidental para relacionarse con la virilidad, de ah¨ª que tantos y tantos hombres se preocupen por el tama?o de sus miembros. A eso se a?ade que la educaci¨®n sexual a la que estamos acostumbrados, se centra sobre todo en la penetraci¨®n. De ah¨ª que muchos hombres heterosexuales sientan rechazo a ser penetrados.
Afortunadamente, cada vez nos atrevemos m¨¢s. Cada vez son m¨¢s las parejas que se animan a practicar pegging, anglicismo con el que se conoce la penetraci¨®n anal del hombre por parte de la mujer, quien arn¨¦s o dildo mediante, rompe los esquemas de m¨¢s de uno. El que prueba, dicen, repite. Y entre mujeres, s¨ª, tambi¨¦n se practica. Arneses y dildos est¨¢n en toda buena caja de juguetes de lesbianas.
Antes de finalizar, recuerden, que quien apetezca de acercarse a todas estas pr¨¢cticas, lo primero a lo que deber¨¢ recurrir es a un buen lubricante, mejor si es al agua para que tambi¨¦n pueda usarse con los juguetes. Entrenamiento, lubricante, artilugios y poca verg¨¹enza, son las armas infalibles para salir por la puerta grande, aunque sea la trasera.
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