La pr¨¢ctica sexual que incomoda y deleita a partes iguales y de la que no se habla en p¨²blico
Un placer inmenso o una pesadilla. Depende de c¨®mo, por qu¨¦ y con qui¨¦n
A m¨ª lo del dedo en el culo me ha costado de siempre. La primera vez que imagin¨¦ que aquello pod¨ªa formar parte de mi vida amatoria andaba yo a horcajadas encima de uno que se empe?¨® por sus santas narices en que aquello ten¨ªa que gustarme. Y no. No me gust¨® un pelo. No me gust¨® porque no lo hizo con cuidado. No me gust¨® porque no me dijo que pretendiera meterme el dedo en el culo. No me gust¨® porque, hasta entonces, yo era como todos esos heterosexuales que encantados entrar¨ªan en un tr¨ªo con una de tus amigas, pero cuando les propones hacerlo con cualquiera de los suyos te sueltan lo de que a ellos, por detr¨¢s, ni el pelo de una gamba. No me gust¨®. Pero, por el simple hecho de ser mujer, ¨¦l dio por hecho que pod¨ªa hacerlo.?
La de veces que los hombres han dado por hecho que cualquier pr¨¢ctica sexual que les gustara a ellos, a m¨ª me volver¨ªa loca. La de veces que me he cagado en todos sus muertos.
Cualquiera a quien le hayan metido lo m¨¢s m¨ªnimo por el culo sabe que mejor saber de antes que te pretendan. Por aquello de relajarte. Por aquello de dejar que las terminaciones nerviosas del mismo (m¨¢s que en la vagina) hagan de las suyas. El dedo es solo el principio de un gran repertorio de instrumentos que facilitan el disfrute del sexo anal. Si antes de cualquier incursi¨®n posterior, entren¨¢ramos, nuestras relaciones anales ser¨ªan mucho m¨¢s placenteras. El m¨²sculo del ano est¨¢ dise?ado para expulsar, no para acoger. Cualquier intenci¨®n de penetrar debe ir precedida de toda una puesta en escena. Culturalmente, muchos hombres heterosexuales rechazan disfrutar del sexo anal y eso que el orgasmo prost¨¢tico es uno de los m¨¢s placenteros. Disculpen, pero la estimulaci¨®n de la pr¨®stata es imposible sin un dedo en el culo. Y puede ser el inicio de toda una sexualidad sumamente placentera.
La muerte de Bernardo Bertolucci me pill¨®, como a todos, a por uvas. Lo primero que hice fue exhalar un ooooooohhhhhhh quejicoso y lastimero en el que resum¨ªa la parte de admiraci¨®n que se tiene por los que son capaces de hacer cosas bellas. Unas bellas y otras nefastas, como dicen los que m¨¢s saben de cine. A Bertolucci se le amaba con locura y su famosa escena con mantequilla no iba a ser menos.
Bertolucci y Marlon Brando utilizaron su situaci¨®n de poder para idear una escena que no aparec¨ªa como tal en el guion. Quisieron rodar a su antojo, aprovech¨¢ndose de Mar¨ªa Schneider Todos los implicados en el rodaje, incluida ella, reconocieron que Marlon Brando jam¨¢s meti¨® su dedo. Para algunos, que no metiera el dedo, es suficiente. Como si la sensaci¨®n de impotencia no fuera motivo para sentirte abusada. El arte y el legado del director compensan haber humillado a una mujer en su propio beneficio. Los que argumentan que en los rodajes se intenta sacar el m¨¢ximo de los artistas y que el noble arte de la interpretaci¨®n merece sobrepasar ciertos l¨ªmites, me parecen igual de abusadores que Bertolucci y Brando. Lo m¨¢s asombroso ha sido leerlo y escucharlo de personas que trabajan en una industria, la nuestra, en la que a¨²n no ha habido denuncias expl¨ªcitas a nadie, a pesar de que es evidente que esos abusos existen. Cualquier d¨ªa nos llevamos una sorpresa y empezamos a saber nombres.
Es lo malo de los focos que, a veces, te deslumbran y no dejan ver la de mierda que puede haber en la belleza.
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