El hotel antilujo
Muji, la marca japonesa m¨¢s internacional que ha construido su historia sobre la protesta del no logo, acaba de abrir en Ginza su mayor local: un edificio de 10 pisos, que adem¨¢s de una tienda comprende una biblioteca, una galer¨ªa de arte y su primer hotel
Pocas cosas debe haber m¨¢s cercanas al sue?o de Marie Kondo que una tienda Muji. Famosa por las cajas para ordenar, los recipientes transparentes, las discretas maletas, la papeler¨ªa funcional, los sobrios muebles de madera maciza y la ropa sin ornamentos, esta empresa naci¨® hace casi 40 a?os en Jap¨®n como alternativa al consumismo marquista. Hoy, con 44 tiendas en Europa y comercios en 29 pa¨ªses, Mujirushi Ryohin (productos de calidad sin logo en japon¨¦s) se ha convertido una de las marcas de ¨¦xito: es el retailer japon¨¦s con m¨¢s presencia internacional.
Estrictos defensores de la simplicidad, en Muji han contado con dise?adores ¡°an¨®nimos¡± ilustres, como Naoto Fukasawa o Jasper Morrison, grandes abogados no del minimalismo sino de lo b¨¢sico de alta calidad. Es decir: que no sobre nada, pero de que tampoco falte nada: un tirador funcional, un oportuno almohad¨®n. Tiene esa idea serena, c¨®moda y funcional del confort.
Desde que abrieran un primer comercio en Londres, en 1991, sus tiendas han ido incorporando todo tipo de productos: de maletas a relojes pasando por humidificadores o cualquier enser que haga la vida m¨¢s f¨¢cil. Su nuevo Flag Ship, de seis plantas, incorpora ahora comida, una biblioteca y una galer¨ªa de arte.Y, finalmente, permite acceder a la vida Muji durmiendo en el primer hotel, Muji Hotel Ginza, que, adem¨¢s de anunciarse como ¡°anti-lujo y a la vez anti-low cost¡±, permite sumergirse por completo en Mujilandia, un universo de comodidad, sencillez, reciclaje y conciencia ordenado en 79 habitaciones. Tan Mujilandia es el edificio que, si algo echara en falta el viajero, hay servicio de habitaci¨®n directamente desde la tienda.
?Estamos ante una previsible muerte de ¨¦xito o ante una expansi¨®n l¨®gica? Hace a?os que las marcas aprovecharon la confianza que en ellas depositan los consumidores para asociar un perfume a la ropa que venden ¡ªcomo si fueran asuntos parecidos¡ª o muebles a los trajes (COS). Ikea lleg¨® a idear viviendas desmontables amueblables con sus propios productos. O con otros. Y Camper, que nunca ha tenido perfumes, opt¨® por lanzar una l¨ªnea de hoteles para los consumidores que participaban de su c¨®moda manera de ¡°caminar por la vida¡±.
Como lo que producen tiene una marcada y anunciada ideolog¨ªa, seguramente tiene todo el sentido que Muji aproveche su conocimiento y sus productos para amueblar su primer hotel. La duda que plantea esa decisi¨®n es si multiplicar¨¢ sus ventas o resultar¨¢ contraproducente. Por un simple detalle: los consumidores de Muji no utilizan solo esta marca para sostener su vida. Y, como ocurre con Marie Kondo, la uniformidad termina por ahogar. Al final, es tambi¨¦n nuestro desorden, o nuestras curvas u ornamentos, lo que acaba de ponernos en nuestro sitio.
En ese sentido, la informaci¨®n de prensa es reveladora: uno puede comer, dormir, leer y comprar, es decir, casi vivir, sin salir del gran Flag Ship de Muji. Sin embargo, una de las fotograf¨ªas promocionales retrata el peligro: en la c¨¢lida estancia forrada de roble y arropada con algod¨®n 100% org¨¢nico, el ¨²nico libro sobre la mesa es sobre¡ ?lo adivinan? Muji.
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