?Qu¨¦ fue del iberismo?
En una pen¨ªnsula tan empe?ada en levantar nuevas fronteras, ser¨ªa un alivio recordar que hubo un tiempo en que nos molestaban mucho las que exist¨ªan
Muy lejos de la Soria de Machado, el Duero se hace r¨¢pido, oscuro y laber¨ªntico para formar uno de los tramos m¨¢s abruptos de la Raya hispanoportuguesa. En Salamanca y en Portugal conocen ese paraje en femenino: las Arribes. En Zamora prefieren el masculino: los Arribes. Aunque en los ¨²ltimos lustros ha conocido una prosperidad relativ¨ªsima gracias a ese turismo de naturaleza que acude con el uniforme de Decathlon -pasear en barco por los ca?ones del Duero, emulando a los vendimiadores que llevaban las uvas de la otra orilla a las bodegas de Oporto, es una de las excursiones m¨¢s alucinantes que se pueden hacer en toda la pen¨ªnsula-, sigue siendo una de las comarcas a las que mejor les sienta el concepto de lejan¨ªa.
A Unamuno le gustaba restregar su cara en frescor de verdura, como escrib¨ªa a menudo, y una de sus escapadas habituales era Aldead¨¢vila de la Ribera, en el coraz¨®n de las Arribes. All¨ª ten¨ªa amigos, y en sus visitas se montaba una tertulia donde aparec¨ªa con recurrencia ese Portugal que estaba justo al otro lado, a la vista desde el pueblo, pero al que solo se pod¨ªa llegar con barca. Aldead¨¢vila, a¨²n hoy, es la met¨¢fora de lo cerca y lo lej¨ªsimos que est¨¢n Portugal y Espa?a, algo que dol¨ªa mucho a los iberistas.
No queda rastro del iberismo ni en los pueblos de las Arribes, que votan mayoritariamente al PP y donde no se espera que se vote otra cosa -aunque el alcalde de Aldead¨¢vila sea socialista-, ni en la cultura pol¨ªtica espa?ola. En realidad, nunca fue gran cosa, el iberismo, un movimiento m¨¢s intelectual que pol¨ªtico y m¨¢s propio de versos y de suspiros de deseo que de discursos y programas de acci¨®n gubernamental.
Portugal y Espa?a entraron juntos en Europa en 1986, como parte del mismo paquete, y al norte de los Pirineos hay a quien le cuesta percibir las diferencias entre ambos pa¨ªses. La frontera existe solo en el mapa, pero ya son pocos quienes recuerdan los tiempos de guardinhas y carabineros.
Esta semana, Portugal -que anda desquiciada con huelgas y crisis de gobierno- celebrar¨¢ su efem¨¦ride anual m¨¢s importante, la revoluci¨®n del 25 de abril, que cumple 45 a?os. En 1974, Gr?ndola Vila Morena fue un himno que muchos espa?oles hicieron suyo. Las cr¨®nicas espa?olas de la revoluci¨®n -las de Eduardo Barrenechea, por ejemplo, que fue autor de un legendario libro de viajes por la frontera compuesto a cuatro manos con Luis Carandell- no parec¨ªan escritas por corresponsales extranjeros, sino por cronistas que hablaban de una tierra que eran incapaces de concebir como extra?a.
Nada de eso queda hoy. Ni Portugal aparece en las campa?as pol¨ªticas ni Espa?a se asoma a las crisis portuguesas. Puede que el iberismo nunca fuera m¨¢s que un club de debate de intelectuales, pero en una pen¨ªnsula tan empe?ada en levantar nuevas fronteras, ser¨ªa un alivio recordar que hubo un tiempo en que nos molestaban mucho las que exist¨ªan.
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