Tormenta de odio
Lo ocurrido en Sri Lanka demuestra que la ideolog¨ªa nihilista del terror del ISIS est¨¢ lejos de haber sido derrotada
La guerra civil en Sri Lanka termin¨® hace 10 a?os, pero la paz sigue agarrada con alfileres y la convivencia entre las comunidades que comparten esta isla del oc¨¦ano ?ndico ¡ªuna amplia mayor¨ªa cingalesa budista con minor¨ªas tamil hind¨², musulmana y cristiana¡ª est¨¢ sometida a constantes tensiones. Por eso la serie de atentados que provocaron el domingo 321 muertos y medio millar de heridos hicieron saltar todas las alarmas. La tragedia esrilanquesa repiti¨® un esquema que desgraciadamente forma parte ya de una rutina del horror: atentados coordinados en diferentes puntos de una ciudad o de un pa¨ªs contra v¨ªctimas civiles, que ya han padecido urbes de medio mundo, desde Par¨ªs, El Cairo, Pittsburgh hasta Kabul o, hace apenas unas semanas, Christchurch en Nueva Zelanda. Las v¨ªctimas pertenecen a diferentes credos, los verdugos siempre est¨¢n impulsados por un mismo odio. En este caso, los objetivos fueron iglesias en pleno Domingo de Resurrecci¨®n y hoteles de lujo.
El Estado Isl¨¢mico (ISIS) asumi¨® ayer el atentado y las autoridades consideran que los responsables son grupos locales que han contado con apoyo exterior. Aunque acaba de sufrir una derrota en Siria, sigue siendo una organizaci¨®n muy peligrosa no solo por su capacidad para ayudar a provocar atentados, sino por su atracci¨®n como ideolog¨ªa nihilista del terror. En el pasado, ha reivindicado ataques para los que solo hab¨ªa sido una fuente de inspiraci¨®n, pero lo ocurrido demuestra que el ISIS est¨¢ debilitado, pero no derrotado.
En el caso esrilanqu¨¦s, adem¨¢s, las autoridades tem¨ªan que los atentados desatasen una tormenta de violencia entre comunidades. La guerra civil se acab¨® hace 10 a?os con una derrota de los Tigres Tamiles, que dec¨ªan representar a la comunidad hind¨² y que fueron los responsables de los primeros atentados suicidas modernos, pero los recelos est¨¢n muy lejos de haberse extinguido. Por eso una de sus primeras medidas fue cortar el acceso a varias redes sociales, entre ellas Facebook y WhatsApp. Se trata de una medida extrema, pero basada en peligrosos precedentes: hace un a?o, una serie de noticias falsas difundidas a trav¨¦s de Facebook provocaron en Sri Lanka ataques de budistas contra musulmanes y, cuando se cerr¨® el acceso a la plataforma, una persona ya hab¨ªa sido quemada viva.
Este brusco corte provoc¨® problemas, sobre todo a personas que no pudieron comunicarse con sus familiares en medio del caos, y plantea desaf¨ªos para la libertad de expresi¨®n; pero si los responsables de las redes sociales no son capaces de controlar los mensajes de odio y los bulos incendiarios que se multiplican en su interior, el corte dr¨¢stico se convierte en la ¨²nica medida posible, siempre que sea temporal y muy justificada. Los gigantes tecnol¨®gicos no pueden quedarse cruzados de brazos cuando son convertidos en instrumentos de los fan¨¢ticos, ni pueden actuar cuando ya es demasiado tarde y los mensajes han tomado tal amplitud que resulta imposible detenerlos. Frenar el odio debe siempre ser la prioridad.
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