Las democracias reum¨¢ticas
La jornada de reflexi¨®n es uno de los atavismos que enrancian y anquilosan unos procesos que podr¨ªan ser menos ceremoniosos y m¨¢s ¨¢giles
Si las elecciones de ma?ana se perciben como el final y el principio de un mundo nuevo (muy probablemente, peor que el viejo), tambi¨¦n se debe en parte a la incapacidad de las democracias avanzadas para adaptar sus ritos electorales a la complejidad y riqueza de la actualidad. Vivimos en el siglo XXI pero elegimos a nuestros representantes con liturgias y modos dise?ados en los siglos XVIII y XIX. La jornada de reflexi¨®n es uno de los muchos atavismos, aunque no el ¨²nico, que enrancian y anquilosan unos procesos que podr¨ªan ser mucho menos ceremoniosos y mucho m¨¢s ¨¢giles. La salvaguarda del fair play y las garant¨ªas democr¨¢ticas para que la opini¨®n p¨²blica se exprese sin coacciones est¨¢n sobradamente aseguradas sin necesidad de seguir una etiqueta m¨¢s obsoleta que el tel¨¦grafo y los zepelines.
Parte de la crisis de las democracias liberales se debe a que muchos ciudadanos perciben su funcionamiento como un ritual teatralizado donde las instituciones son mero decorado, y los pol¨ªticos, t¨ªteres. La incapacidad de adaptar las liturgias a la normalidad de la ¨¦poca es propia de unos sistemas reum¨¢ticos que reaccionan muy tarde y muy despacio a las agresiones de las fuerzas que los cuestionan. Los populismos, las ultraderechas nacionalistas y los movimientos eur¨®fobos que corren por todo el continente se han aprovechado de unos Estados m¨¢s preocupados por la forma que por el contenido.
No puede ser casual que las democracias que mejor han aguantado el envite de las fuerzas que las amenazan sean las m¨¢s autoconscientes y las que m¨¢s se preocupan por ensayar nuevos modos de representaci¨®n. Sin necesidad de plantear experimentos de democracia directa y manteni¨¦ndose fieles a los principios de la democracia representativa, pa¨ªses como Canad¨¢ han ensayado nuevas formas de legislar. Por ejemplo, en 2004, la Columbia Brit¨¢nica reform¨® su ley electoral mediante un texto elaborado por una asamblea de 160 ciudadanos escogidos por sorteo, como los jurados (o como las mesas electorales): un parlamento ef¨ªmero con una ¨²nica misi¨®n. Cumplida la misma, se disolvi¨®.
David van Reybrouck recogi¨® este y otros ejemplos en Contra las elecciones: c¨®mo salvar la democracia, una interesant¨ªsima reflexi¨®n sobre la obsolescencia de los rituales electorales y una propuesta para su reforma progresiva bas¨¢ndose en el m¨¦todo de representaci¨®n pol¨ªtica que se segu¨ªa en la Atenas cl¨¢sica: el sorteo por insaculaci¨®n. Cree Van Reybrouck que solo mediante un debate profundo que busque mecanismos para implicar mucho m¨¢s profundamente a los ciudadanos en la administraci¨®n de la res publica se podr¨¢ romper esa distancia abisal que separa a la sociedad de las instituciones y que ha llevado a esta enorm¨ªsima crisis de representatividad. El problema principal de estas propuestas es que todas conducen a lo mismo: la desaparici¨®n de la actividad pol¨ªtica profesional y de los partidos tal y como los conocemos.
Sin duda, eso es adelantarse a un futuro lejan¨ªsimo e improbable, pero no por ello habr¨ªa que dilatar m¨¢s una reflexi¨®n genuinamente democr¨¢tica que se pregunta: ?para qu¨¦ diablos sirve una jornada de reflexi¨®n?
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