Cuando los pioneros de la tecnolog¨ªa iban descalzos
En los setenta, ingenieros, 'hippies' y artistas dieron un aura de expectaci¨®n y libertad a los avances tecnol¨®gicos. Reinaba la sensaci¨®n de que un mundo nuevo empezaba
Cuando naci¨® Internet, ya era demasiado tarde. Silicon Valley era en los noventa un territorio vigilado por las grandes fortunas que esperaban una ¡°nueva gran cosa¡±. Hab¨ªa ya un gigante que acechaba cualquier novedad para dominarla: Microsoft. Los ordenadores personales con software estaban en todas las oficinas. La candidez hab¨ªa desaparecido. Las empresas que emergieron en esos a?os y dominaron la d¨¦cada fueron una proeza imaginativa y empresarial, pero el campo de juego estaba claro: ordenadores personales conectados en red.
Mucho antes, cuando el inventor Doug Engelbart subi¨® al escenario del Civic Center de San Francisco en diciembre de 1968, no hab¨ªa ni siquiera un terreno de juego. Los ordenadores a¨²n eran caros y enormes, y la interacci¨®n con ellos era con tarjetas perforadas. No estaba claro que fuera posible ni necesario llenar oficinas y casas de esos aparatos. En aquella gran sala oscura hab¨ªa una luz directa sobre Engelbart, que estaba sentado ante una pantalla, un teclado y un rat¨®n. ¡°Qued¨¦ anonadado al ver ese sistema con esa riqueza y complejidad inconcebibles. Fue una experiencia de otro mundo¡±, explica el profesor de inform¨¢tica de la Brown University Andy van Dam en una historia oral de Silicon Valley del periodista Adam Fisher. Los asistentes vieron aquel d¨ªa por primera vez un rat¨®n, un editor de textos, hipertexto y un intento de videoconferencia. Fue conocida como ¡°la madre de todas las presentaciones¡±. En 1968 los aparatos que luego servir¨ªan para cambiar el mundo ni siquiera exist¨ªan. Y tardaron una larga d¨¦cada. En 1977, el Apple?II fue el primer gran ordenador de masas con dos herramientas que le convirtieron en un ¨¦xito: una hoja de c¨¢lcu?lo y un procesador de textos.
Durante los setenta, aquella mezcla cultural de ?ingenieros, hippies y artistas que era California dio un aura de expectaci¨®n y libertad a los avances tecnol¨®gicos. Uno de los art¨ªculos emblem¨¢ticos fue ¡®Spacewar¡¯, de Stewart Brand, publicado en Rolling Stone en 1972. ?Empieza as¨ª: ¡°Preparados o no, los ordenadores est¨¢n llegando a la gente. Es una buena noticia, quiz¨¢ la mejor desde la psicodelia¡±.
Los dos Steves ¡ªWozniak y Jobs¡ª que fundaron Apple son dos de los m¨¢ximos representantes de aquella ¨¦poca. Wozniak era el genio loco que lograba proezas tecnol¨®gicas en su casa. Despu¨¦s de crear en cuatro d¨ªas el hardware de un juego, recuerda divergencias con Jobs sobre el cobro del trabajo: ¡°La diversi¨®n de hacerlo superaba a todo eso¡±, explica. ¡°?A qui¨¦n le preocupaba el dinero?¡±. La superaci¨®n de las fronteras del conocimiento y la divulgaci¨®n de la tecnolog¨ªa eran sus contribuciones: poder para la gente, como cantaba John Lennon.
¡°Los ordenadores est¨¢n llegando a la gente. Es una buena noticia, quiz¨¢ la mejor desde la psicodelia¡±
Rolling Stone (1972)
Jobs ten¨ªa ambas preocupaciones: poder para la gente y ganar dinero. Pero era un tipo al margen de cualquier convenci¨®n que aparec¨ªa en el trabajo descalzo y en t¨²nica rosa. Su ¨²nico empleo tecnol¨®gico fuera de Apple fue en Atari. Y acab¨® all¨ª porque respondi¨® a un anuncio que dec¨ªa: ¡°?Quieres divertirte y ganar dinero?¡±. Un motor olvidado del progreso de aquellos a?os es que las ganas de videojuegos fueron tan importantes como convertir el ordenador en una ayuda intelectual.
California fue en los a?os sesenta la meca hippy. La m¨²sica, las drogas, las manifestaciones contra Vietnam se cruzaban en las vidas de los creadores de algo que no exist¨ªa. La sensaci¨®n de que todo era posible, de que un mundo nuevo empezaba, se ha ido reduciendo desde entonces. Ahora parece una ingenuidad, pero aquella mezcla meti¨® en grandes empresas a gente en vaqueros, sandalias y camiseta con otras prioridades.
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