Arreglar el desastre de Internet
La Red, ese prodigioso invento que cambi¨® el mundo, ha descarrilado. Pero algunos pioneros planean un aut¨¦ntico renacimiento, una vuelta a las esencias. Luchan por un espacio abierto, gratuito, neutral, seguro y construido entre todos
Es noviembre y nos encontramos en Lisboa, en un gigantesco evento sobre la Red y sus negocios. Un hombre usa el escenario para pedir algo que, se le nota, cree importante: que Gobiernos, empresas y ciudadanos le ayuden a arreglar Internet, porque es un desastre. No es un exaltado, ni un apocal¨ªptico, sino sir Tim Berners-Lee, inventor de la World Wide Web, un padre preocupado. O, para ser m¨¢s precisos, ¡°devastado¡±, como dijo en una ocasi¨®n.
Tras una primera ¨¦poca de optimismo, en los ¨²ltimos a?os comprobamos c¨®mo la herramienta que iba a cambiar el mundo serv¨ªa para manipular elecciones, provocar matanzas, destrozar caminos neuronales, hundir econom¨ªas. Mientras los ciudadanos acaban de aceptar el diagn¨®stico y empiezan a limitar el tiempo de exposici¨®n de sus hijos al m¨®vil, quienes van un paso por delante est¨¢n construyendo la pr¨®xima etapa de Internet, inspirados por aquella primera ¨¦poca, los noventa, cuando casi todo era amateur y las empresas a¨²n no hab¨ªan llegado. Poco queda, sin embargo, de la inocencia de quien nunca ha visto el lado oscuro.
¡°No necesitamos una revoluci¨®n, necesitamos un renacimiento: el renacer de viejas ideas, como el peer-to-peer [es decir, la conexi¨®n directa entre ordenadores, sin servidores], en el nuevo contexto de una sociedad digital¡±, asegura el te¨®rico de los medios Douglas Rushkoff, que en enero publicar¨¢ el libro Team Human (Equipo humano), un llamamiento a arreglar la sociedad entre todos porque ¡°nuestras tecnolog¨ªas, mercados e instituciones culturales, que una vez fueron fuerzas para la conexi¨®n y expresi¨®n humana, ahora nos a¨ªslan y reprimen¡±.
?Qu¨¦ pudo salir mal?
Los creadores del primer Internet hicieron un buen trabajo avanzando grandes problemas y soluciones: la Red deb¨ªa ser un invento gratuito, abierto y neutral; el acceso, universal para evitar la desigualdad; era bueno desconfiar de las compa?¨ªas que intentaran robar todo el ox¨ªgeno y encerrarnos en jardines vallados que simularan el Internet real; los intermediarios levantaban sospechas; se deb¨ªa cultivar el procom¨²n (la utilidad p¨²blica); Internet no hab¨ªa de ser una herramienta pasiva, sino algo que reescribi¨¦ramos entre todos.
Lo que nadie vio venir fueron los m¨®viles (y con ellos, la ubicuidad de la conexi¨®n), el ansia de las empresas por devorar nuestro tiempo y nuestros datos, nuestra complicidad por dejarles hacerlo y convertirlas en intermediarias de nuestras relaciones, las consecuencias de conectar tantas emociones no siempre positivas.
Internet naci¨® con un pecado original que degener¨® en usuarios infelices, medios de comunicaci¨®n en extinci¨®n y grandes monopolios dispuestos a permitirlo todo con tal de seguir extrayendo oro en forma de datos: un modelo econ¨®mico basado en la econom¨ªa de la atenci¨®n, la gratuidad y la publicidad que en su momento parec¨ªa algo no solo inofensivo, sino ideal.
La Red es hoy tan cerrada y monopol¨ªstica que para muchos es sin¨®nimo de Facebook y WhatsApp¡, que pertenece a Facebook. ¡°La gente en muchos pa¨ªses solo sabe conectarse entre s¨ª para beneficio de una empresa de publicidad en California. Es terriblemente triste y representa un fallo profundo¡±, dice el autor Jaron Lanier. Esas redes ¡°est¨¢n dise?adas para enga?arte, para manipularte; tienen un efecto negativo en tu bienestar emocional, en la pol¨ªtica, en el mundo¡±.
?En qu¨¦ se equivocaron quienes construyeron Internet? ¡°No s¨¦ si sirve de mucho gritarle al joven que uno fue¡±, responde Lanier, un pionero de la realidad virtual, ¡°pero dejamos Internet muy incompleto, no hicimos lo suficiente¡±. ¡°Deb¨ªamos haber construido funcionalidades como WhatsApp, formas de tener una identidad consistente, de almacenar y controlar tus propios datos, pero, como no lo hicimos, dejamos espacio a los est¨²pidos monopolios. Eso fue un enorme error¡±, reconoce.
¡°Bueno, imagino que somos m¨¢s vulnerables al inexorable poder del capitalismo corporativo de lo que cre¨ªamos. Result¨® m¨¢s f¨¢cil que las empresas se adue?aran de Internet, que que Internet se adue?ara de las empresas¡±, dice Rushkoff.
Una Constituci¨®n
Lo que anunciaba ese preocupado Berners-Lee este mes en Lisboa era un ¡°contrato para Internet¡±, una especie de carta de derechos y obligaciones para empresas, Gobiernos y usuarios que se presentar¨¢ en mayo de 2019, coincidiendo con el momento en que medio mundo tendr¨¢ acceso a la Red. Para esa mitad, dice la campa?a, ¡°los beneficios de la web vienen acompa?ados de demasiados riesgos: nuestra privacidad, nuestra democracia, nuestros derechos¡±.
Aunque de momento ya han firmado empresas como Google y Facebook y m¨¢s de 80 pa¨ªses y organizaciones, y los compromisos son tan b¨¢sicos como respetar la privacidad de los individuos, la gran pregunta consiste en si servir¨¢ de algo.
¡°Dejamos Internet incompleto, y espacio a los est¨²pidos monopolios. Fue un enorme error¡± Jaron Lanier, pionero digital
¡°A nadie se le ocurri¨® que los derechos humanos ten¨ªan que tener una parte online¡±, dice el director de estrategia de la WWW Foundation, Jos¨¦ Mar¨ªa Alonso. En el panorama internacional ¡ªa¨²n espantado al saber que Facebook aliment¨® el discurso islam¨®fobo que provoc¨® el genocidio de los rohiny¨¢s en Myanmar (antigua Birmania), donde el acceso es el primer problema; en el que la neutralidad a¨²n no est¨¢ garantizada, la libertad de expresi¨®n est¨¢ amenazada y donde existe el serio peligro de una balcanizaci¨®n por la que China y otros pa¨ªses se escindan¡ª, Europa es uno de los lugares m¨¢s avanzados en la defensa de sus ciudadanos: el Reglamento General de Protecci¨®n de Datos (GDPR, por sus siglas en ingl¨¦s) est¨¢ aprobado desde el pasado mes de mayo. Esta estricta ley de protecci¨®n de datos se aplicar¨¢ a todas las empresas que operen en la UE, sin importar el lugar en el que tengan su base.
Descentralizar, distribuir
Fiarse solo de las leyes, tratados y acuerdos voluntarios no parece una estrategia propia de una mente como la de Berners-Lee, y as¨ª es: el inventor de la World Wide Web trabaja de forma paralela con el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT) en Solid, el m¨¢s conocido de los proyectos del llamado ¡°Internet distribuido¡±. Esa idea re¨²ne miles de proyectos que intentan regresar a un Internet peer-to-peer, es decir, verdaderamente dividido entre todos los ordenadores conectados a la Red y no almacenado en los servidores de unas pocas empresas. Es una idea tan antigua como radical. Si Internet vuelve a su idea original, todo puede cambiar. Sin datos no hay negocio.
En el mundo de Solid, por ejemplo, se nos asignar¨¢ al entrar un identificador personal y un personal online data store (POD), un lugar de almacenamiento de datos individual, sobre el que tenemos control absoluto. A partir de ah¨ª, nada de contrase?as, aplicaciones que no se comunican unas con otras o archivos privados almacenados por oscuras empresas al otro lado del mundo. Todo lo necesario para comunicarnos estar¨¢ all¨ª.
En ese Internet distribuido todo est¨¢ a¨²n por hacer, y eso ha atra¨ªdo las ilusiones de una creciente comunidad de programadores de todo el mundo. ¡°Ahora que hemos experimentado la parte negativa de los intermediarios, es fundamental construir un nuevo Internet que no los necesite¡±, dice Andr¨¦ Medeiros, creador de Manyverse, una red social de c¨®digo abierto en la que todos los datos de un usuario se almacenan en su propio dispositivo y que puede funcionar incluso sin Internet, saltando de m¨®vil a m¨®vil.
El dinero
Muchos proyectos descentralizados trabajan sobre la tecnolog¨ªa blockchain, una forma segura de trocear, repartir y almacenar datos en red y que, de entre sus infinitas posibilidades, fue aplicada por primera vez para crear criptomoneda. A diferencia de los pensadores del primer Internet, los actuales atacan el problema desde su misma esencia: el dinero.
Adem¨¢s del trabajo desesperado de los medios de comunicaci¨®n buscando m¨¦todos de financiaci¨®n alternativos a la publicidad, surgen ideas como la de Lanier: por ejemplo, pagar y cobrar por usar y contribuir a las redes sociales o las b¨²squedas. ¡°Cuando sean los usuarios quienes paguen a las empresas de redes, estas servir¨¢n a esos usuarios¡±, escribe el autor de Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. El sistema actual, defiende, solo permite que vivan de ¨¦l las estrellas, pero en una econom¨ªa profunda y verdadera no solo sobreviven los actores, tambi¨¦n el resto de personas que trabajan en la pel¨ªcula.
¡°Llegar¨¢n comit¨¦s transparentes de ¨¦tica a las empresas y un mayor respecto al usuario¡± Carissa V¨¦liz, investigadora
Viejos modelos como las cooperativas o el procom¨²n han vuelto con fuerza. En FairBnB, una alternativa a AirBnb, Ayuntamientos, vecinos y due?os de pisos en alquiler se reparten la propiedad y los beneficios del negocio para intentar controlar sus efectos negativos. Tambi¨¦n se habla de la posibilidad de crear sindicatos de datos para ganar poder de negociaci¨®n con las empresas que los necesitan, por ejemplo, para entrenar a sus inteligencias artificiales. Suena descabellado, pero no lo es en Silicon Valley, donde se discute la idoneidad de una renta b¨¢sica universal que compense los empleos que se perder¨¢n por los algoritmos.
La ¨¦tica
Como ha comprobado Facebook, cuando una empresa es tan grande que su nombre se convierte en sin¨®nimo de Internet, sus problemas pasan a ser de todos. Mientras la red social gana tiempo despu¨¦s de ser desvelada su falta de ¨¦tica tras? los esc¨¢ndalos de Cambridge Analytica y la propaganda rusa, la gran cuesti¨®n es c¨®mo pedirles explicaciones, c¨®mo limitar su poder, c¨®mo asegurarse de que est¨¢n a la altura de unas responsabilidades que sus fundadores nunca previeron. Una mala decisi¨®n de Facebook puede ser fatal para la democracia, y otra de Twitter puede agravar el acoso online o limitar la libertad de expresi¨®n.
Carissa V¨¦liz, investigadora de la Universidad de Oxford especializada en privacidad, compara la situaci¨®n actual con lo sucedido cuando avances t¨¦cnicos como el respirador artificial pusieron en aprietos a m¨¦dicos y hospitales y se acab¨® desarrollando la bio?¨¦tica. Llegar¨¢n, explica, c¨®digos ¨¦ticos internacionales, comit¨¦s transparentes de ¨¦tica dentro de las empresas y un mayor respeto a la autonom¨ªa del usuario. ¡°Estamos en una ¨¦poca muy paternalista de la tecnolog¨ªa, las empresas no preguntan, imponen sus valores y productos¡±, dice.
Un cambio significativo en el sistema es que los j¨®venes ingenieros est¨¢n dejando de so?ar con trabajar para las grandes compa?¨ªas porque cada vez se hacen m¨¢s preguntas. ¡°Es muy importante para los programadores pensar en las implicaciones morales y ¨¦ticas de sus acciones. La tecnolog¨ªa que automatiza la identificaci¨®n de im¨¢genes puede hacer la sanidad m¨¢s barata ¡ªque es bueno¡ª, pero tambi¨¦n cobrarse los puestos de trabajo de los t¨¦cnicos ¡ªlo que puede ser malo¡ª¡±, se?ala el profesor y activista Ethan Zuckerman, que ense?a un curso sobre las implicaciones de la tecnolog¨ªa en el MIT.
Los disidentes de las grandes empresas tambi¨¦n est¨¢n siendo claves en el cambio. El Center for Humane Technology, formado por exempleados de tecnol¨®gicas que, arrepentidos, decidieron cambiar su trabajo por la concienciaci¨®n, se hizo famoso al denunciar que las aplicaciones se dise?aban de forma deliberada para fomentar la adicci¨®n. Hoy, Facebook, Instagram o el sistema operativo del iPhone informan de los tiempos de conexi¨®n.
Aunque intelectuales, Gobiernos, empresas y programadores intenten cambiar las cosas, poco se conseguir¨¢ si los usuarios no hacen lo mismo. La estupefacci¨®n a¨²n dura: ?qui¨¦n de aquellos primeros usuarios, al conectarse hace d¨¦cadas, iba a poder imaginar que tendr¨ªa que resistirse a un sistema que promover¨ªa el contenido m¨¢s emocional (es decir, el m¨¢s rentable), incit¨¢ndole a compartir noticias falsas o perjudiciales, a extender la ira o el abuso o a cederle un porcentaje cada vez mayor de su tiempo de vida?
Fe de errores: el Reglamento General de Protecci¨®n de Datos (GPRD, por sus siglas en ingl¨¦s) est¨¢ aprobado desde el pasado mes de mayo, aunque en una primera versi¨®n de este art¨ªculo se dec¨ªa por error que estaba tramit¨¢ndose.
Volver a ser perros
Dos frases resumen la evoluci¨®n de la percepci¨®n de la privacidad en Internet. La primera es de 1993, cuando en un chiste de The New Yorker aparec¨ªa un perro sentado frente a un ordenador diciendo: "En Internet nadie sabe que eres un perro". La segunda frase la pronunci¨® Mark Zuckerberg en 2010, cuando dijo que la sociedad ya no exig¨ªa privacidad.?"Hoy no lo dir¨ªa", opina la acad¨¦mica Carissa V¨¦liz, que propone que el anonimato puede ser tanto un problema (por el dominio de los troles y los acosadores del espacio p¨²blico) como una soluci¨®n que ayude a recuperar parte de la privacidad y la libertad de expresi¨®n que perdimos: "no estamos hechos para estar expuestos todo el tiempo, nos estresa, es ant¨ªdoto de la creatividad, de pensar diferente".
Seg¨²n el ¨²ltimo informe de la WWW Foundation, el discurso t¨®xico es "rampante" y lo sufren de forma m¨¢s intensa mujeres, gente joven y minor¨ªas ¨¦tnicas.
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