Las primeras madres
El mito (o timo) que cae sobre la idea de maternidad se ha mantenido intacto y medieval
El D¨ªa de la Madre es un buen d¨ªa para regalar flores, para abrazar, para agradecer, para acompa?ar, para gastar, para comprar una joya, para ir a comer con la familia. Ese tipo de cosas.
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Pero el D¨ªa de la Madre deber¨ªa empezar a ser un espacio pol¨ªtico y de lucha, porque muchas de las batallas m¨¢s importantes por la igualdad y la justicia social nos las vamos a jugar precisamente ah¨ª, en el espacio simb¨®lico que ocupa la maternidad en la sociedad del siglo XXI. Y en el espacio social y pol¨ªtico que le demos.
Muchas abuelas dicen que las madres de ahora estamos locas, que creemos que nadie ha tenido hijos antes. Y tienen raz¨®n, porque las madres de los 2000 nos sentimos, en muchos sentidos, las primeras madres del mundo. Lo que, desde luego, nos vuelve un poco idiotas. Pero lo cierto es que somos, por ejemplo, las primeras preocupadas en congelar nuestros ¨®vulos porque sabemos que llegaremos tarde, las primeras que fichamos por empresas dispuestas a congelar nuestros ¨®vulos (gratis) como una medida de conciliaci¨®n laboral, las primeras en tener hijos con los ¨®vulos donados de otras mujeres, las primeras en tener hijos con otras mujeres, las primeras en compartir de forma generalizada la custodia de nuestros hijos con nuestras exparejas.
Nosotras somos esas mujeres que est¨¢bamos un d¨ªa viendo una serie en Netflix con nuestro compa?ero de piso y amor de la vida, cuando supimos que est¨¢bamos embarazados. Las que gan¨¢bamos igual que ellos en ese momento, las que hab¨ªamos estudiado lo mismo (o un poco m¨¢s), trabaj¨¢bamos las mismas horas y sal¨ªamos de fiesta juntos cuando naci¨® el beb¨¦. De hecho, nosotras somos las primeras que fuimos iguales que ellos hasta que tuvimos hijos. Porque fue entonces cuando el padre disfrut¨® de tres o cuatro d¨ªas de baja de paternidad a modo de puente de la Constituci¨®n y nosotras nos quedamos solas en casa, criando y flipando. Menos mal que en eso algunas fuimos primeras y ¨²ltimas. Porque juntos hemos conquistado esos dos meses de baja para ellos.
Seguimos siendo nosotras quienes nos quedamos m¨¢s tiempo en casa con nuestros beb¨¦s y nos sentimos solas como nunca antes nos hab¨ªamos sentido. Muchas veces sin saber d¨®nde van los ni?os en una ciudad donde ni siquiera crecimos. A menudo, en una ciudad realmente grande donde no hay ni guarder¨ªas suficientes para cuidar de nuestros ni?os, solo bares y asfalto de repente. La de al lado de mi casa recibi¨® 264 solicitudes para 8 plazas cuando naci¨® mi hija mayor.
Asistimos a la regulaci¨®n del precio que corresponde pagar a otra mujer para que geste los hijos que otras u otros no podemos parir
Tambi¨¦n somos las primeras en tener hijos rozando los 50 a?os, incluso habi¨¦ndolos cumplido. Y somos tambi¨¦n todas las que, por primera vez, habiendo elegido no tener hijos exigimos que no nos toquen la moral con el tema hasta m¨¢s all¨¢ de la menopausia. Somos las primeras que reivindicamos un espacio para la no maternidad tan respetado como el de la no paternidad.
Somos las primeras hembras f¨¦rtiles que vivimos en una sociedad abiertamente decidida a mercantilizar la maternidad, que ha puesto precio a la idea de ser madre. Un precio que, por lo dem¨¢s, no todas podemos permitirnos. Pero sobre este asunto apenas hay debate, ni promesas en ning¨²n programa pol¨ªtico (por mucho que algunos defiendan las familias como un nuevo amanecer) porque, a fin de cuentas, si cada d¨ªa tenemos menos hijos es por culpa de las madres perezosas que nos empe?amos en estudiar antes de parir. O sea, que si llegamos tarde a la maternidad, lo normal es que paguemos por ello.
Somos las primeras que asistimos a la regulaci¨®n del precio que corresponde pagar a otra mujer para que geste los hijos que otras u otros no podemos parir. Y cuando la gestaci¨®n no tiene precio (as¨ª, en plan canadiense), entonces se supone que tendr¨¢ un contrato firmado por la gestante, que viene a ser lo mismo. Un contrato que va mucho m¨¢s all¨¢ del ¨²tero porque cede los derechos de filiaci¨®n del nacido (sin consentimiento de la criatura, por supuesto) a otra persona y sin posibilidad de vuelta atr¨¢s. Es gracioso, porque la filiaci¨®n implica derechos tan importantes para los hijos, como una parte leg¨ªtima de la herencia de sus padres que nadie les puede arrebatar. Pero bueno, esto no tiene importancia mientras los vientres alquilados sean pobres o an¨®nimos.
Muchas cosas han cambiado en torno al espacio que ocupan las madres en la sociedad. Sin embargo, el mito (o timo) que cae sobre la idea de maternidad se ha mantenido intacto y medieval. Nosotras, las madres, tenemos desde el momento en que parimos una capacidad de abnegaci¨®n y sacrificio individual nunca vistas. A lo mejor por eso los anuncios que invitan a la compra el D¨ªa de la Madre dicen cosas como: ella nunca se queja, ella se come el peor filete cada noche, ella es una m¨¢rtir¡ Ella es madre.
En fin. Con la que est¨¢ cayendo, creo que este a?o no deber¨ªamos conformarnos con una rosa. Pero esto es solo la opini¨®n de una madre.
Nuria Labari es escritora y periodista, autora de La mejor madre del mundo (Literatura Random House).
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