¡®Apolo 10¡¯: el vuelo que casi fue a la Luna
Se cumplen hoy 50 a?os del ensayo general del aterrizaje definitivo en el sat¨¦lite
En mayo de 1969, la carrera hacia la Luna estaba pr¨¢cticamente decidida. La Uni¨®n Sovi¨¦tica estaba teniendo serios problemas con dos piezas vitales de su programa: el gran cohete N-1 ¡ªequivalente al Saturn 5 americano¡ª y el peque?o m¨®dulo de alunizaje. Se hab¨ªa hablado de intentar un vuelo circunlunar antes que los americanos pero el ¨¦xito de la misi¨®n del Apolo 8 en Navidad hab¨ªa dado al traste con esos planes.
La NASA sab¨ªa de los esfuerzos que estaba llevando a cabo la URSS para poner a punto su cohete lunar, que ya hab¨ªa volado, sin ¨¦xito, una vez. En el siguiente verano probablemente realizar¨ªa un nuevo intento. El programa Apolo llevaba delantera, pero cualquier retraso imprevisto pod¨ªa dar una opci¨®n a los rusos.
Todas las piezas del Apolo se hab¨ªan ensayado en vuelo ya de una u otra forma. Un m¨®dulo de mando con tres astronautas a bordo hab¨ªa girado ya en torno a la Luna; el veh¨ªculo lunar se hab¨ªa ensayado tambi¨¦n una vez en ¨®rbita terrestre; la red de estaciones de seguimiento estaba a punto. Pero faltaba, encajar el conjunto en un vuelo real a nuestro sat¨¦lite.
Ese trabajo le corresponder¨ªa al Apolo 10, un ensayo general que implicar¨ªa el segundo vuelo americano hacia la Luna. Se probar¨ªa todo, todo excepto la maniobra de aterrizaje en s¨ª. Si algo no iba bien, todav¨ªa quedar¨ªa tiempo para un segundo ensayo con la misi¨®n n¨²mero 11 antes de que expirase el plazo impuesto por Kennedy. As¨ª que muchos apostaban que ser¨ªa Charles Conrad, comandante del Apolo 12, el primer hombre en la Luna.
El programa Apolo llevaba delantera, pero cualquier retraso imprevisto pod¨ªa dar una opci¨®n a los rusos
El Apolo 10 despeg¨® el 18 de mayo, pilotado por una tripulaci¨®n de veteranos. El comandante era Thomas Stafford, el piloto del m¨®dulo de mando, John Young y el del m¨®dulo lunar, Gene Cernan. Todos hab¨ªan volado antes, en el marco del programa Gemini; y todos volver¨ªan a hacerlo. Stafford, seis a?os despu¨¦s, en la primera misi¨®n conjunta con los rusos. Y tanto Young como Cernan llegar¨ªan a pisar la Luna dirigiendo los dos ¨²ltimos vuelos Apolo.
Los astronautas del Apolo 10 intu¨ªan que en los libros de historia su vuelo quedar¨ªa oculto por el brillo del siguiente, cuando quiz¨¢s se consiguiese, por fin, la Luna. As¨ª que sus preocupaciones fueron esencialmente t¨¦cnicas, lejos de consideraciones protocolarias. Eligieron para sus naves dos nombres poco heroicos: Charlie Brown para el m¨®dulo de mando y Snoopy para el lunar. Y ni siquiera se preocuparon de esbozar un emblema que pudiera pasar a la posteridad; el escudo del Apolo 10 es uno de los m¨¢s feos y peor dise?ados de todo el programa.
Una vez en ¨®rbita lunar, Stafford y Cernan ocupar¨ªan sus puestos a bordo de Snoopy?para bajar a solo 15 kil¨®metros de altura. A ese nivel es donde deb¨ªa iniciarse la maniobra de aterrizaje propiamente dicha, pero no para ellos. Su ordenador de a bordo carec¨ªa de los programas para dirigir la toma de tierra. Y los dep¨®sitos de combustible no iban a tope.
Se lleg¨® a decir que esas dos medidas hab¨ªan sido una salvaguarda que la NASA quiso aplicar para impedir que los astronautas cayesen en la tentaci¨®n de aterrizar de verdad. En realidad, la raz¨®n era otra. Snoopy?todav¨ªa era muy pesado; los ingenieros de Grumman segu¨ªan ara?ando gramo a gramo del siguiente modelo, el que quiz¨¢s s¨ª que bajar¨ªa a la Luna. En su obsesi¨®n por reducir peso alguien lleg¨® a sugerir eliminar la escalerilla frontal y sustituirla por una cuerda con nudos.
Las operaciones de descenso simulado se desarrollaron sin dificultades. Las dos c¨¢psulas se separaron, mantuvieron un corto vuelo en formaci¨®n y despu¨¦s Snoopy?empez¨® a perder altura para pasar zumbando a solo 15.000 metros sobre el desolado paisaje de cr¨¢teres. Nadie hab¨ªa estado nunca tan cerca de la Luna.
Ahora quedaba por probar una ¨²ltima maniobra cr¨ªtica: simular una cancelaci¨®n de emergencia en pleno vuelo. La cabina con los dos tripulantes encender¨ªa su motor de elevaci¨®n, se separar¨ªa de la secci¨®n de aterrizaje y tratar¨ªa de alcanzar una ¨®rbita estable, para volver a elevarse de camino a la reuni¨®n con el m¨®dulo de mando. Todos esperaban que nunca fuera necesario ejecutarla de verdad; pod¨ªa suponer la diferencia entre la vida o la muerte de la tripulaci¨®n.
Los astronautas del 'Apolo 10' intu¨ªan que en los libros de historia su vuelo quedar¨ªa oculto por el brillo del siguiente, cuando quiz¨¢s se consiguiese, por fin, la Luna. As¨ª que sus preocupaciones fueron esencialmente t¨¦cnicas
La operaci¨®n exig¨ªa ajustar una serie de mandos en el panel de control. Y, en especial, activar el AGS (¡°Abort Guidance System¡±), un segundo ordenador de a bordo especializado en calcular la trayectoria de escape ¨®ptima. Para este ensayo bastar¨ªa con indicarle que se limitase a mantener estable la cabina, no que ejecutase toda la operaci¨®n en modo autom¨¢tico.
Ambos astronautas llevaban una chuletas?enganchadas con velcro en las mangas de sus trajes o sobre el propio panel de mandos. En ellas se indicaban paso a paso las operaciones a realizar. Siguiendo esas instrucciones, Stafford puls¨® el correspondiente interruptor hacia ¡°Mantener¡±. Un segundo despu¨¦s, al intentar corregir una peque?a desviaci¨®n, Cernan tambi¨¦n lo accion¨®, coloc¨¢ndolo err¨®neamente en ¡°Auto¡±.
Obediente a ese ajuste, el sistema de guiado empez¨® a disparar los propulsores de orientaci¨®n mientras el radar buscaba a la nave nodriza para ir a su encuentro. La cabina, mucho m¨¢s ligera al haberse desprendido ya del tren de aterrizaje, se puso a girar alocadamente. En menos de diez segundos, los pilotos vieron pasar el horizonte lunar no menos de ocho veces por sus ventanillas. Stafford murmur¨® un ¡°Maldita sea¡± mientras intentaba hacerse con el control de la nave. Cernan fue m¨¢s expl¨ªcito y se le escap¨® un ¡°hijop...¡± que lleg¨® en directo a toda la audiencia que segu¨ªa la operaci¨®n en directo.
Un?pastor de una comunidad de estudios b¨ªblicos portest¨® ante la NASA porque Cernan dijo tacos durante la peligrosa misi¨®n
Aunque no se supo de inmediato, el fallo pudo tener consecuencias catastr¨®ficas. La nave se estaba moviendo a unos dos kil¨®metros por segundo. De haberse desviado hacia el suelo, hubiese impactado en menos de siete segundos.
Por suerte ¡ªy tambi¨¦n como consecuencia de las incontables horas pasadas en los simuladores¡ª Stafford logr¨® estabilizar la cabina de Snoopy?y fue ganando altura poco a poco. El resto de la operaci¨®n continu¨® sin m¨¢s incidentes. Pero d¨ªas despu¨¦s, al llegar a Tierra, Cernan se encontr¨® con una desagradable sorpresa: un tal Larry Poland, pastor de una comunidad de estudios b¨ªblicos en Florida, hab¨ªa enviado indignadas cartas tanto a la agencia espacial como a la Casa Blanca protestando por la utilizaci¨®n de un lenguaje tan poco apropiado, nada menos que en una ocasi¨®n hist¨®rica.
La iniciativa fue respaldada por suficiente p¨²blico como para que la NASA pidiese a Cernan una disculpa p¨²blica por su exabrupto. No as¨ª a Stafford, cuyas maldiciones se hab¨ªan quedado entre dientes. Es curioso que solo esa exclamaci¨®n, escapada en un momento de grave crisis, provocase tantas protestas. Las transcripciones oficiales del vuelo muestran que la misma palabra aparece por lo menos 46 veces en uno u otro momento del vuelo.
Rafael Clemente es ingeniero industrial y fue el fundador y primer director del Museu de la Ci¨¨ncia de Barcelona (actual CosmoCaixa). Es autor de Un peque?o paso para [un] hombre (Libros C¨²pula) en donde se detallan estos y otros episodios de los vuelos a la Luna.
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