Emerge el rostro de una dictadura tecnol¨®gica
Datos y algoritmos conforman un binomio de control que la t¨¦cnica impone sobre la humanidad, sostiene Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle en su ¨²ltimo libro. Caminamos hacia la administraci¨®n matematizada del mundo
Una figura destaca sobre el horizonte de incertidumbres, malestares y miedos que acompa?a el comienzo del siglo XXI. Se trata por ahora de una silueta por definir. Una imagen que todav¨ªa no refleja con exactitud sus contornos pero que proyecta una inquietud en el ambiente que nos previene frente a ella. Su aparici¨®n delata un movimiento de alzada vigorosa, que lo eleva sobre la superficie de los acontecimientos que nos acompa?an a lo largo del tr¨¢nsito del nuevo milenio.
Envuelta por un aliento de energ¨ªa sin l¨ªmites, su forma va adquiriendo vol¨²menes tit¨¢nicos en los que se presiente la desnudez gran¨ªtica de una nueva expresi¨®n de poder. Con sus gestos se anuncia el reinado pol¨ªtico de un mundo desprovisto de ciudadan¨ªa, sin derechos ni libertad. Una ¨¦poca que asistir¨¢ a la extinci¨®n de la democracia liberal. Que instaurar¨¢ una era m¨ªtica a la manera de las que imagin¨® Hes¨ªodo, hecha de vigilancia y silicio, habitada por una raza de humanos sometidos al orden y a la seguridad. Un mundo de fibra ¨®ptica y tecnolog¨ªa 5G, dominado por una visi¨®n poshumana, que desbordar¨¢ y marginar¨¢ el concepto que hemos tenido del hombre desde la Grecia cl¨¢sica hasta nuestros d¨ªas.
El mundo evoluciona a lomos de la revoluci¨®n digital hacia una nueva experiencia del hombre y del poder. Una evoluci¨®n que parte de una resignificaci¨®n del papel del ser humano debido a la introducci¨®n de un vector que lo transforma radicalmente. La causa est¨¢ en la interiorizaci¨®n de la t¨¦cnica como una parte sustancial de la idea de hombre. Esta circunstancia se desenvuelve dentro de un marco posmoderno que da por superadas las claves que defini¨® la Ilustraci¨®n filos¨®fica del siglo XVII bajo el r¨®tulo hist¨®rico de la Modernidad. Jean-Fran?ois Lyotard explic¨® a finales de la d¨¦cada de los a?os setenta del siglo pasado que la condici¨®n posmoderna era el final de las grandes narrativas que hab¨ªan interpretado el mundo dentro de un relato coherente de progreso y racionalidad. Para este autor la estructura intelectual de la Ilustraci¨®n era insostenible debido, precisamente, a los avances t¨¦cnicos y los cambios posindustriales que propiciaban las telecomunicaciones de la sociedad de la informaci¨®n. Estas circunstancias hac¨ªan que el humanismo, y la centralidad que atribu¨ªa este al hombre, hubiera sido desplazado como eje de interpretaci¨®n del mundo por una visi¨®n cient¨ªfica que lo subordinaba a la t¨¦cnica y a su voluntad de poder.
La revoluci¨®n digital en la que estamos inmersos en la actualidad hace cada d¨ªa m¨¢s palpable la condici¨®n posmoderna. Y, sobre todo, contribuye a una reconfiguraci¨®n del poder que est¨¢ gestando una experiencia del mismo a partir de una voz de mando que es capaz de gestionar tecnol¨®gicamente la complejidad de un mundo pixelado por un aluvi¨®n infinito de datos. Hoy, los datos que genera Internet y los algoritmos matem¨¢ticos que los discriminan y organizan para nuestro consumo son un binomio de control y dominio que la t¨¦cnica impone a la humanidad. Hasta el punto de que los hombres van adquiriendo la fisonom¨ªa de seres asistidos digitalmente debido, entre otras cosas, a su incapacidad para decidir por s¨ª mismos.
La digitalizaci¨®n masiva de la experiencia humana comienza a revestir el aspecto de una cat¨¢strofe progresiva
Esta circunstancia hace que la humanidad viva atrapada dentro de un proceso de mutaci¨®n identitaria. Un cambio que promueve una nueva utop¨ªa que transforma su naturaleza al desapoderar a los hombres de sus cuerpos y sus limitaciones f¨ªsicas para convertirles en poshumanos programables algor¨ªtmicamente, esto es, seres trascendentalmente tecnol¨®gicos y potencialmente inmortales al suprimir sus anclajes org¨¢nicos. Un cambio que adopta un proceso previo de socializaci¨®n que hace de los hombres una especie de enjambre masivo sin capacidad cr¨ªtica y entregado al consumo de aplicaciones tecnol¨®gicas dentro de un flujo asfixiante de informaci¨®n que crece exponencialmente.
La experiencia de la posmodernidad va descubriendo de este modo no solo la naturaleza fallida de la Ilustraci¨®n que describi¨® tempranamente Lyotard, sino el fracaso de los relatos que la fundaban en toda su extensi¨®n. Destacando de entre todos ellos el pol¨ªtico, pues, como veremos, la institucionalidad de los Gobiernos democr¨¢ticos y la legitimidad de las sociedades abiertas de todo Occidente se encuentran en una profunda crisis de identidad. Se ven cuestionadas en sus fundamentos por la sustituci¨®n de la ciudadan¨ªa como presupuesto de la pol¨ªtica democr¨¢tica por multitudes digitales que allanan el camino hacia lo que Paul Virilio describi¨® como ¡°la pol¨ªtica de lo peor¡±.
Todos estos factores son los que est¨¢n contribuyendo a que emerja esa figura tit¨¢nica que describ¨ªamos m¨¢s arriba y que adopta el rostro de una dictadura tecnol¨®gica. Una especie de concentraci¨®n soberana del poder material que descansa en la gesti¨®n de la revoluci¨®n digital. Gesti¨®n que ofrece orden dentro del caos y seguridad en medio de la ¨¦poca de cat¨¢strofes que acompa?a la mutaci¨®n que estamos viviendo a velocidad de v¨¦rtigo. El protagonista pol¨ªtico del siglo XXI ya est¨¢ con nosotros. Todav¨ªa no ejerce su autoridad de manera plena pero va haci¨¦ndose poco a poco irresistible. Acumula poder y crece en fuerza. Se insin¨²a bajo modelos distintos ¡ªChina y Estados Unidos son los paradigmas¡ª, que convergen alrededor de los vectores que impulsan su desarrollo: la inteligencia artificial (IA), los algoritmos, la rob¨®tica y los datos.
Avanzamos hacia una concentraci¨®n del poder in¨¦dita en la historia. Una acumulaci¨®n de energ¨ªa decisoria que no necesita la violencia y la fuerza para imponerse, ni tampoco un relato de legitimidad para justificar su uso. Estamos ante un monopolio indiscutible de poder basado en una estructura de sistemas algor¨ªtmicos que instaura una administraci¨®n matematizada del mundo. Hablamos de un fen¨®meno potencialmente totalitario que es la consecuencia del colapso de nuestra civilizaci¨®n democr¨¢tica y liberal, as¨ª como del desbordamiento de nuestra subjetividad corp¨®rea. Se basa esencialmente en una mutaci¨®n antropol¨®gica que est¨¢ alterando la identidad cognitiva y existencial de los seres humanos. La digitalizaci¨®n masiva de la experiencia humana, tanto a escala individual como colectiva, comienza a revestir el aspecto de una cat¨¢strofe ¡°progresiva, evolutiva, que alcanza la Tierra entera¡±. (¡)
El siglo XXI contin¨²a su andadura bajo el presentimiento de que es inevitable la aparici¨®n de un Ciberleviat¨¢n. Sobre sus espaldas se entrev¨¦ c¨®mo se ordenar¨¢ la complejidad planetaria que sacude nuestras vidas y que libera oleadas de malestar e incertidumbres que amenazan las estructuras cl¨¢sicas de un statu quo que se volatiliza por todas partes. Lo m¨¢s probable es que el Ciberleviat¨¢n se instaure por aclamaci¨®n, a la manera de la dictadura pensada por Carl Schmitt. Mediando un pacto fundacional sin debate ni conflicto, como el producto de una necesidad inevitable y querida si se quiere preservar la vida bajo la membrana de una civilizaci¨®n tecnol¨®gica de la que ya nadie puede desprenderse para vivir.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle es ensayista y fue secretario de Estado de Cultura y Agenda Digital. Este texto es un extracto de su libro ¡®Ciberleviat¨¢n, el colapso de la democracia liberal frente a la revoluci¨®n digital¡¯, que publica Arpa el 8 de mayo.
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