Por un relanzamiento europeo
El Parlamento Europeo debe dotarse de poderes de codecisi¨®n con los Gobiernos en materias clave como la fiscalidad, el presupuesto plurianual o el establecimiento de recursos propios de la Uni¨®n
Hace 69 a?os, con la Declaraci¨®n Schuman, los europeos pensaron que, gestionando en com¨²n el carb¨®n y el acero, har¨ªan imposible la guerra entre ellos. As¨ª, la UE naci¨® del temor a repetir su pasado.
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A pesar de todas sus carencias y errores, el balance hist¨®rico de la integraci¨®n europea es globalmente positivo. As¨ª lo creen el 68% de los europeos. Es el porcentaje m¨¢s alto desde 1983, con Espa?a (75%) en la parte alta de los eurosatisfechos. Pero al mismo tiempo, el 50% piensa que la UE no va en la direcci¨®n adecuada. Y m¨¢s del 60% ve con preocupaci¨®n el auge de los partidos nacional-populistas, que se proponen revertir el proceso de integraci¨®n.
Hoy, con la paz concebida como el estado natural de las cosas, rehabilitada Alemania y derrotada pac¨ªficamente la Uni¨®n Sovi¨¦tica, nos faltan razones para m¨¢s Europa. Pero el mundo es radicalmente distinto al bipolar de 1950, tambi¨¦n al de hace 10 a?os, cuando estall¨® la crisis financiera, e incluso al de 2014, cuando Trump no era presidente, los brit¨¢nicos no hab¨ªan votado el Brexit, no se hab¨ªa producido la crisis de los refugiados sirios, y todav¨ªa no consider¨¢bamos a China como un ¡°rival sist¨¦mico¡±.
Y en este mundo interdependiente e interconectado, con nuevas tensiones geopol¨ªticas entre pa¨ªses de talla continental, el tama?o cuenta, en t¨¦rminos de influencia, gobernanza y seguridad. M¨¢xime teniendo en cuenta que, como nos advierten, Europa ya no puede basar su seguridad en el paraguas militar americano. La canciller Merkel tiene raz¨®n al decir que los europeos tenemos que asumir nuestro propio destino.
El conflicto en Ucrania nos recuerda el poder de Mosc¨² en su antigua esfera de influencia. Se abre una nueva etapa de proliferaci¨®n nuclear entre Rusia y EE?UU, y un hipot¨¦tico rearme at¨®mico iran¨ª. China trata de proyectar su poder econ¨®mico en la esfera tecnol¨®gica y militar, expande su influencia empresarial en el ?ndico, en ?frica y en algunos pa¨ªses de Europa, y aspira a dise?ar geopol¨ªticamente el mundo de ma?ana con la Nueva Ruta de la Seda.
La UE representa hoy, con sus 500 millones, solamente el 7% de la poblaci¨®n mundial. De aqu¨ª a 2030 nuestra poblaci¨®n no habr¨¢ crecido, pero s¨ª envejecido, mientras India y China rondar¨¢n los 1.500 millones. En 2050 habr¨¢ 2.500 millones de africanos, y ninguna econom¨ªa europea estar¨¢ entre las siete con el PIB m¨¢s elevado a nivel mundial.
No bastar¨¢ con ofrecer soluciones si no est¨¢n suficientemente legitimadas democr¨¢ticamente
Ante este panorama, solo una Europa m¨¢s unida puede influir en la gobernanza mundial para que se rija por la cooperaci¨®n multilateral y normas com¨²nmente acordadas, para asegurar su identidad y su defensa, la paz y la sostenibilidad ecol¨®gica, construyendo sociedades abiertas, pero a la vez cohesionadas como ant¨ªdoto contra el totalitarismo.
Hay pues que definir en qu¨¦ campos vamos a actuar m¨¢s conjuntamente, y c¨®mo vamos a tomar las decisiones sobre nuevas iniciativas europeas. Tan importante es lo segundo (instituciones) como lo primero (pol¨ªticas), si queremos garantizar una adecuada legitimaci¨®n democr¨¢tica del proyecto de integraci¨®n, tras la desafecci¨®n creada por la crisis del euro y la aceleraci¨®n de los flujos de inmigrantes a partir de 2015.
Necesitamos reforzar nuestra pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n. Y eso requiere abandonar, en lo posible, la regla de la unanimidad para conformar posiciones comunes, y desarrollar una capacidad estrat¨¦gica aut¨®noma y complementaria de la OTAN, en la que los europeos debemos tener m¨¢s influencia. Europa debe aprender a actuar con una l¨®gica de potencia y responder con medidas proporcionales a decisiones unilaterales agresivas, vengan de donde vengan, y dotarnos de instrumentos comunes para proteger nuestra seguridad y democracia.
Una seguridad que depende cr¨ªticamente de la capacidad tecnol¨®gica, en ¨¢reas tan sensibles como el 5G, la inteligencia artificial, la biotecnolog¨ªa o la computaci¨®n cu¨¢ntica. Hoy, no hay ninguna empresa europea entre las 15 mayores protagonistas de la revoluci¨®n digital. Europa debe impulsar la innovaci¨®n y una pol¨ªtica industrial que permita a nuestras empresas competir con las multinacionales americanas y chinas.
Es imprescindible contar con una Agencia Europea de Asilo fuerte en el marco de una pol¨ªtica migratoria comunitaria eficaz. Cuando se han suprimido las fronteras interiores, hay que compartir los costes de gesti¨®n de la frontera exterior. Necesitamos una Europa que armonice los visados humanitarios y regule la inmigraci¨®n econ¨®mica, en colaboraci¨®n con los pa¨ªses de origen y tr¨¢nsito.
No podremos ser fuertes en el mundo si la integraci¨®n europea no garantiza una prosperidad compartida
Para hacer frente a estos retos externos hemos de consolidar nuestra Uni¨®n en sus dimensiones monetaria, fiscal y social. No podremos ser fuertes en el mundo si la integraci¨®n europea no garantiza una prosperidad compartida. La pol¨ªtica monetaria no lo puede resolver todo; las condiciones macroecon¨®micas son muy distintas a las de los a?os noventa, cuando se firm¨® el Tratado de Maastricht. Entonces, hasta Alemania hac¨ªa frente a tipos de inter¨¦s del orden del 5%. Hoy se financia a tipos reales negativos, y la inflaci¨®n lleva a?os por debajo del objetivo del 2%.
Con un coste de financiaci¨®n tan bajo, hay espacio para invertir a largo plazo en proyectos de gran rentabilidad social. Entre ellos los de un Green Deal que descarbonifique la econom¨ªa, impulse el crecimiento y genere nuevos empleos. Pero no es posible pedir que se preocupen por el fin del mundo a los, demasiados, que les preocupa el fin de mes. Por eso, Europa debe aunar las pol¨ªticas de cambio clim¨¢tico con las de la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
Ahora que se ralentiza la econom¨ªa de la eurozona, necesitamos un presupuesto del euro, financiado con impuestos comunes ligados al mercado ¨²nico (transacciones financieras, una fracci¨®n de la base del impuesto de sociedades, beneficios de las grandes empresas tecnol¨®gicas...) y los beneficios del BCE.
Es tambi¨¦n imprescindible reforzar la dimensi¨®n social europea, complementando los seguros nacionales de paro, o acordando un sistema de salarios m¨ªnimos atendiendo a las tradiciones nacionales y a la negociaci¨®n colectiva. Si queremos que Europa sea percibida como protectora por sus ciudadanos hay que acabar con el modelo en el que la UE se encarga de la regulaci¨®n macroecon¨®mica y la redistribuci¨®n fiscal queda ¨²nicamente en manos de los Estados.
Pero no bastar¨¢ con ofrecer soluciones si no est¨¢n suficientemente legitimadas democr¨¢ticamente. Hay que abordar tambi¨¦n las reformas institucionales, evitando soluciones puramente intergubernamentales que proyectan una idea de Europa tecnocr¨¢tica, elitista y alejada de los problemas cotidianos que sufren las personas. El Parlamento Europeo, la instituci¨®n que nos representa directamente a todos, debe dotarse de poderes de codecisi¨®n con los Gobiernos en materias clave como la fiscalidad, el presupuesto plurianual o el establecimiento de recursos propios de la Uni¨®n.
La pregunta existencial que los europeos vamos a contestar con nuestro pr¨®ximo voto es qu¨¦ lugar queremos tener en el mundo, ante y entre los nuevos bloques que representan China y EE?UU. ?C¨®mo evitar que el temor al futuro desintegre nuestra Uni¨®n y propicie el retorno a una idea fantasmal de la naci¨®n, protegida por muros que nunca podr¨¢n ser tan altos para aislarnos del resto del mundo?
Josep Borrell es ministro de Asuntos Exteriores, Uni¨®n Europea y Cooperaci¨®n en funciones de Espa?a.
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